Plural y abrumadora, la muestra México moderno se organiza en cuatro rubros que repasan la modernización del país, la cultura popular, el impacto de la Revolución y la experiencia surrealista. Son formas variadas en que la nación del Norte se inventó una identidad artística y cultural en la primera mitad del siglo XX. Aunque incurre en algunos clichés, la exposición a la vez nos brinda herramientas para cuestionarlos y nos alienta a proponer recorridos libres y transversales. De visita en la Argentina, la historiadora del arte Itzel Rodríguez combate lugares comunes, corrige generalizaciones apresuradas y nos regala más de una precisión indispensable. Empieza por alertarnos sobre la complejidad del movimiento muralista, rico en caminos divergentes y a veces contradictorios: "el muralismo se compone de personalidades artísticas radicalmente distintas, unidas sin embargo por la decisión de hacer arte público".
El eje dedicado al surrealismo es, por lejos, uno de los aspectos más novedosos de esta muestra. Rodríguez precisa: "El surrealismo en México no es un movimiento ortodoxo, en ningún momento. Hay una especie de 'sensibilidad surrealista', por ejemplo en Agustín Lazo, que viaja a Italia y conoce la pintura metafísica del italiano De Chirico; o en María Izquierdo y en Frida Kahlo. Pero no hay una corriente surrealista formal". Dos hitos, en cualquier caso, marcan al principio la relación entre México y la vanguardia surrealista. Por un lado, el viaje del escritor Antonin Artaud en 1936, año en que conocería los secretos de la cultura tarahumara. Por otro, el de André Breton en 1938: invitado a dar conferencias de arte moderno, acabó descubriendo en México el país surreal por antonomasia.
Si Breton se fascinó de inmediato con Frida Kahlo, a Artaud lo cautivó la obra de María Izquierdo. Artista originaria de Jalisco, Izquierdo fue pareja de Rufino Tamayo. Su pintura es íntima y espiritual, ajena a la grandilocuencia del muralismo: "Artaud encuentra en su pintura el tipo de autenticidad que anda buscando", explica Rodríguez. A Izquierdo le encomendaron un mural, que habría de pintar en el ayuntamiento de la Ciudad de México. Pero los "grandes" del muralismo bloquearon la ejecución del proyecto. Rodríguez destaca que, en el México de los años 20 y 30, la virilidad se defendía como un valor: "Había una lucha de poder entre los 'viriles' revolucionarios y los 'afeminados', que eran los literatos o las mujeres".
La Guerra Civil Española primero, y la Segunda Guerra Mundial después, hicieron que muchos surrealistas europeos se refugiaran en México; varios de ellos transformaron ese refugio en su morada definitiva. En Los días de la calle Gabino Barreda, pintado en 1944, Gunther Gerzso retrata la comunidad surrealista en el exilio. En este óleo aparecen el poeta Benjamin Péret y Remedios Varo, así como Leonora Carrington, el pintor español Esteban Francés y el propio Gerzso. El cuadro toma su nombre de la calle céntrica donde vivieron Péret y Varo, en un ruinoso edificio tomado por las ratas.
En el heterogéneo grupo surrealista se destacaban las mujeres, en su gran mayoría de origen extranjero. Así la inglesa Leonora Carrington, la húngara Kati Horna y la francesa Alice Rahon. O la española Remedios Varo. Y por supuesto Frida Kahlo, hija de un inmigrante alemán o la pintora Olga Costa, nacida en Leipzig y de ascendencia ucraniana (Kostakowsky era su apellido original). Sin olvidar a la mexicana Lola Álvarez Bravo: Itzel Rodríguez destaca la importancia de sus fotomontajes, que retratan una ciudad utópica, idealizada. Por otra parte, "fue de las primeras que realizó series de fotografías de mujeres, no con un sentido alegórico, o erótico, sino buscando también la idea de cuál es la esencia de la mujer".
En el ramillete de mujeres surrealistas, se destaca la figura de Leonora Carrington (1917-2011). En su pintura conviven el mundo victoriano de los cuentos de hadas, la imaginación de El Bosco y la delicadeza de los primitivos italianos. Más tarde, en parte bajo la influencia de Varo, incorporaría las figuras esotéricas, así como la Cábala judía. En sus obras pueden darse cita los arquetipos de Carl Jung, los símbolos alquímicos de Roger Bacon o el evangelio apócrifo de María Magdalena. Adoraba la literatura de Lewis Carroll y la del irlandés Jonathan Swift. También son notables sus propios relatos, muchos de ellos autobiográficos.
Carrington llegó a México en el invierno de 1942-1943, pero conoció el éxito recién en 1950, cuando expuso en la mueblería Clardecor S. A. Es una hermosa paradoja que esta pintora fascinada por la mitología céltica fuera la única artista extranjera a la que se le encomendó un mural para el Museo Nacional de Antropología. Al momento de pintar El mundo mágico de los mayas (1964), se documentó ampliamente en Chiapas. Según Rodríguez, "Carrington propuso una interpretación libre, del mismo modo que los artistas interpretan libremente los objetos de la antigüedad indígena". El año pasado, la obra fue restaurada y exhibida en el Museo de Antropología para festejar el centenario del nacimiento de la pintora.
Remedios Varo y Leonora Carrington se volvieron amigas íntimas: por eso hay tantos vasos comunicantes entre sus obras visionarias y oníricas. También con las de la francesa Alice Rahon, que dejó la poesía para dedicarse a pintar, y que fue compañera y amante de Frida Kahlo. A Carrington, Rahon y Varo se las llegó a apodar "Las hadas del surrealismo". Sobre la obra de Rahon, Salomon Grimberg escribe que "es tan sutil que pasó casi inadvertida, excepto para otros artistas que se percataron de su fino misterio". (Un misterio igual de delicado marca la obra de la fotógrafa Kati Horna.)
En 2002, la estudiosa del surrealismo Lourdes Andrade murió al ser atropellada por un conductor borracho en la ciudad de Chilpancingo. No llegó a presentar su libro Leyendas de la novia del viento, dedicado a la obra literaria de Carrington. En su novela Leonora (2011), la escritora Elena Poniatowska rinde un doble homenaje a Andrade y a Carrington, la pintora que, desde los años cincuenta, fue su amiga y confidente. Biografía novelada, es una aproximación libre a su vida que fluye a través de frases cortas y felices, sin que las entorpezcan fechas ni teorías peregrinas. Es un libro ameno y muy vívido, en el que Poniatowska logra transmitir lo imprevisible de la vida de Leonora.
Afortunadamente, no faltan efectos de contagio entre las salas en que se divide México moderno. El surrealismo es cosmopolita, rinde tributo a los objetos de la religión popular y, aunque sin demasiado éxito, puede ponerse al servicio de la Revolución (El surrealismo al servicio de la revolución fue el nombre de una de las revistas que dirigió Breton). Como demuestra Itzel Rodríguez, también puede interactuar con el indigenismo. "En general, esta apropiación de lo indígena por los artistas mexicanos", advierte con mucha agudeza, "también está filtrada por el primitivismo europeo. Tiene los ojos puestos en lo que hace Picasso, en el fauvismo o, antes, en la obra de Paul Gauguin".
En esta valiosa muestra que ya vamos despidiendo, lo femenino aparece en múltiples figuraciones, algo que Itzel Rodríguez considera un acierto de la curaduría. Fatal y moderna, o combatiente y popular, la mujer puede presentarse a la vez como musa sublime o norte primordial de todas las brújulas. Pero tal vez su avatar más fascinante se da cuando aparece dibujando o pintando, o al otro lado de una cámara fotográfica, haciendo valer la voluntad figurativa de su inconsciente, los motivos de lo irracional y lo impredecible de sus sueños.
* "México moderno. Vanguardia y revolución", curada por Victoria Giraudo, Ariadna Patiño Guadarrama y Sharon Jazzan, puede visitarse hasta el 19 de febrero de 2018, en el MALBA (Figueroa Alcorta 3415). La contribución de Salomon Grimberg al catálogo de la muestra es fundamental para profundizar en la historia del surrealismo mexicano.
** Hoy sábado a las 17:00, Itzel Rodríguez Mortellaro, doctora en Historia del Arte por la UNAM, realizará la visita guiada "México moderno: Indigenismos" (evento organizado en colaboración con la Embajada de México). Entrada incluida con el ticket de ingreso al museo.
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