Cuando Arthur Miller escribió No Villain estaba en su segundo año de periodismo en la Universidad de Michigan. Corría el año 1936, eran las vacaciones de primavera, y Miller tenía una obsesión con el marxismo. Se dice que escribió esta obra, su primera creación, en apenas seis días. Su objetivo era ganar el Premio Hopwood; lo logró. Tenía 21 años y un futuro —no solo visto con, como se dice, el diario del lunes— muy próspero, lleno de ideas, con grandes textos para construir.
Al igual que el borrador de Finishing de Picture —su última obra escrita en 2004, pocos meses antes de su muerte—, el original de No Villain está ahora en manos del centro Harry Ransom de la Universidad de Texas, que acaba de comprar los archivos de Miller. Fue por un monto de 2,7 millones de dólares, según informó The New York Times. Estos archivos ya estaban en sus manos, el mismo escritor se los había dado, pero un vacío legal quedó desde su muerte en 2005. A partir de ahora, están allí, en Texas, como registro de la humanidad.
Hace apenas un mes, esta entidad educativa digitalizó los archivos personales de Gabriel García Márquez y los abrió al público (donde se encontraron varias joyas literarias). Un total de 27.500 documentos adquiridos en 2014 ahora están disponibles. El acervo incluye manuscritos y textos inéditos del colombiano premio Nobel de Literatura. El objetivo no está solo en preservar su obra, también en estudiarla desde nuevas perspectivas y encontrar más puntos de vista, más y mejores lecturas.
La entidad que gestiona su legado, Arthur Miller Trust, fue la encargada de hacer el inventario: 160 cajas de documentos se sumarán a otras 8.000 páginas que aún se hallaban todavía en su casa rural de Connecticut. Los fondos con los que se realizó la compra son de la Universidad de Texas además de donaciones privadas.
Además de los borradores de obras emblemáticas para la literatura del siglo XX, como Todos mis hijos (1947), Muerte de un viajante (1949), Las brujas de Salem (1953), Panorama desde el puente (1955), Después de la caída (1964), Incidente en Vichy (1964), El precio (1968), La creación del mundo y otros negocios (1972) y El descenso del monte Morgan (1991), también tiene guiones, relatos y una gran cantidad de cartas. En esa correspondencia se observa el lado B de la obra de Miller, su pensamiento más cotidiano, sus preocupaciones y sus deseos.
Esta correspondencia guarda un valor enorme, ya que muestra la relación intelectual con artistas como Edward Albee, Saul Bellow, Harold Clurman, Norman Mailer, Cynthia Ozick, Harold Pinter y John Steinbeck. Además, están las cartas que dan cuenta de la "caza de brujas" a la que fue sometido Miller durante la época dura del macartismo por parte del Comité de Actividades Antiestadounidenses, que perseguía a todo aquel que tenga un "pensamiento de izquierda". Aquellos duros momentos que vivió inspiraron su gran obra, Las brujas de Salem.
Su vida puede ser trazada en varios planos. Aunque su lado mediático resulte inevitable —estuvo casado con Marilyn Monroe entre 1956 y 1961, el gran ícono pop y símbolo sexual del siglo pasado—, su talento es innegable: ganó el Pulitzer por Muerte de un viajante cuando solo tenía 33 años. Además, cuatro premios Tony y una Medalla de Oro de la Academia Americana de las Artes y las Letras.
Como ya se ha dicho, el borrador de No Villain, su primera obra, está entre estos archivos. Para muchos se trata de una pieza exótica en su carrera, tan es así que fue redescubierta por el director de teatro británico Sean Turner que la estrenó en el Old Red Lion Theatre en Londres en diciembre de 2015. Arthur Miller es así: siempre actual, siempre reinventándose. A doce años de su muerte, aún sigue vivo. Y sus archivos, bien guardados.
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