Poco más de un lustro había pasado del final de la Segunda Guerra cuando David Robert Jones, luego David Bowie, cayó a la tierra. Londres esperaba hasta los 60 para recobrar la energía creativa succionada por la posguerra, mientras que en Brixton, Londres, un niño corría con el cómic infantil The Beano bajo el brazo. El personaje de Dennis the Menace, bravucón, rebelde, el estereotipo de todo lo malo que se podía ser entonces, era lo que muchos querían y no podían ser, en el Burnt Ash Junior School de Bromley. Pero no para el hijo de una acomodadora de cine y un publicista caritativo, que ya -a los 11 años- intuía que había algo más intenso que la sencilla -pero crucial- curiosidad, cuando en aquel campamento de verano scout se subió, por primera vez, a un escenario, en la histórica Isla de Wight. El niño rayo ya no sería el mismo.
A los 16 años deja la escuela aprobando solo arte y graba su primer single con The Kon-rads. Un año después, con The King Bees, saca su primer disco en el Reino Unido. Y más grupos, más salidas abruptas, hasta que a los 18 abandona el Jones para no ser confundido con el futuro cantante de la banda televisiva The Monkees. Y más grupos, más salidas, hasta que un año después de que Inglaterra ganara su único mundial, David Bowie (1967) presentaba en sociedad su ópera prima, un disco con aires de teatro de variedades, un musical sobre niños y soldados tristes, multinstrumental pero sin guitarra eléctrica.
Y el niño rayo fue Jones, Bowie, Ziggy Stardust, Aladdin Sane y Thin White Duke. La polisemia hecha carne: artista, músico, actor, pintor, empresario, un buceador de las formas, que transmutó cuando nadie lo hacía y que en su eterna búsqueda dejó un legado cultural invaluable.
Hace un par de semanas, Duncan Jones, hijo del artista, lanzó vía redes sociales el The Bowie Book Club, a través del cual invita a leer una de las obras favoritas de su padre por mes. En total son 100 libros que el músico reveló en 2013 e incluyen desde ficción e historia de la música a ocultismo. Una selección que revela sus intereses, sus obsesiones.
My dad was a beast of a reader. One of his true loves was Peter Ackroyd’s sojourns into the history of Britain & its cities. I’ve been feeling a building sense of duty to go on the same literary marathon in tribute to dad. Time allowing…#Read-ItBig’nsTheBrain
— Duncan Jones (@ManMadeMoon) December 27, 2017
El desafío consiste en recorrer esa biblioteca centenaria que lo acompañó y dejó su mella -junto a otros cientos sino miles de libros- durante la creación de su obra musical. La literatura, dijo en una nota, fue un motor, una musa, que podía abstraerlo del resto del cosmos y que cuando necesitaba recobrar energía podía sumergirse hasta tres o cuatros libros por semana. En una entrevista para NME en 1975, incluso comentó que algunos libros lo afectaban de manera similar a ciertos acontecimientos de su vida.
Entre esos casos, se encuentra la emblemática canción The man who sold the world, del disco homónimo (1970), que estuvo inspirada en la nouvelle de ciencia ficción de 1950 de Robert Heinlin The man who sold the moon. En ese mismo disco también se encuentra The Supermen, escrita tras haber leído Más allá del bien y del mal, de Friedrich Nietzche, aunque ninguno de estos autores aparece en ese hipotético Top 100.
Los 70 fueron una década profusa, con 11 discos de estudios, que lo vieron transformarse en Ziggy y Aladdin, abandonar a los Spider from Mars y también la época en la que grabó la llamada Trilogía de Berlín (Low y "Heroes" en 1977 y Lodger en 1979), aunque en las cuestiones prácticas solo grabó en la capital alemana "Heroes", el resto, en Francia y Suiza.
El espacio, los aliens y los desplazados
En su primer disco uno de los temas que lo acecharía en todo su recorrido tiene un instante fundacional, oculto en el tema Love You Till Tuesday recita "Don't be afraid of the man in the moon/Because it's only me". Con Space Oddity (1969), Bowie ya dejaba en claro que su interés por los viajes espaciales y las metáforas sobre sobre lo vacuo y lo eterno, iban más allá de tener preparado el disco para junio, que se esperaba la llegada del hombre a la Luna. Esta temática volvió a aparecer en su cuarto disco de estudio Hunky Dory (1971) en Life on Mars? y se extendería en toda su obra con otras tanta canciones como Moonage Daydream, Starman, Lady Stardust, Hallo Spaceboy, Dancing out in Space, Born in a UFO y más.
La creación de Ziggy Stardust, ese alienígena andrógino de vestimenta inexplicable y que exhalaba no importarle el dolor que significa ser diferente, como su papel en la película, hoy de culto, entonces bastabte golpeada, El hombre que cayó a la tierra (1976) sellaron aún más esa conexión directa entre el artista y las estrellas. Su último disco Blackstar (2015) también es una referencia astronómica: el momento transicional de una estrella que explotó a una singularidad.
Uno de sus autores preferidos en la temática alienígena fue Frank Edwards, un conductor de radio estadounidense que se convirtió en una eminencia del tema ufológico y fenómenos paranormales. Edwards aparece en su listado, pero no con una publicación sobre ovnis, sino con Strange People (1961).
Cuando Bowie pensaba lo que sería Diamond Dogs (1974), su primera idea fue realizar una adaptación musical de 1984 (1949), la novela de George Orwell, pero los herederos, del también autor de Rebelión en la granja, no dieron su consentimiento, aunque no desistió del rendirle homenaje y hay varias canciones del disco que así lo demuestran: Big Brother, We Are the Dead y, por supuesto, 1984.
Bowie quería hacer un disco con una visión distópica y si los herederos de Orwell se lo negaban, en vez de encararlo desde el Estado lo haría a la inversa, desde el menor punto que conforma al todo: la persona. Entonces, recordó a Strange People, una de sus grandes lecturas como adolescente, que indagaba en un grupo de personas con malformaciones, gigantes y enanos, sabios idiotas, clarividentes, detectives psíquicos y un hombre que no necesitaba dormir. Los desplazados, los freaks, regresan a su vida cuando en 1980 interpreta en Broadway El hombre elefante, sobre la vida de Joseph Merrick, quien por sus deformidades se convirtió en un espectáculo de feria.
“David no es humano, no es de aquí”, Nina Simone.
Otro de los tópicos que siempre lo acompañó fue la alienación, expresada en la soledad o el rechazo que desembocan en un todo: la identidad. Dentro de sus 100 recomendados varias novelas atraviesan el tópico, como Claroscuro (1929) de Nella Larsen; El día de la langosta (1939) de Nathanael Wes; La calle (1946) de Ann Petry; la autobiografía de Richard Wright, Chico negro (1945); El extranjero (1942), Albert Camus; El Disconforme (1956), Colin Wilson, La próxima vez el fuego (1963) de James Baldwin.
La puesta en escena
En 1969, Bowie fundó el Beckenham Arts Lab, junto a su pareja de entonces y amigos. Allí comenzó a reconocerse como un artista interpretativo, aunque el gran responsable de guiarlo en estos horizontes fue Lindsay Kemp, uno de los más grandes mimos británicos, quien -como maestro- lo ayudó a perfeccionarse en el lenguaje no-verbal, que luego sería esencial para la creación de Ziggy. Una adaptación de Kemp de Santa María de las Flores de Jean Genet convirtió a Bowie en un devorador de la obra del dramaturgo y poeta, a quien rinde tributo en el disco Aladdin Sane (1973), a través del tema The Jean Genie, que no es otra cosa que un juego de palabras a partir del nombre del artista francés.
En The Rise and Fall of Ziggy Stardust and the Spiders from Mars (1972), el disco que lo transportó a la popularidad, lo teatral y lo literario regresa sobre el final de Rock'n'Roll Suicide, una estrella moribunda se acerca al público, implorando "Gimme your hands, 'cause you're wonderful"; un paralelismo a las palabras de Puck en Sueño de una noche de verano (William Shakespeare), con su "Give me your hands, if we be friends / And Robin shall restore amends".
El libro La naranja mecánica (1962) -que integra su Top 100-, de Anthony Burgess, le "inspiró una idea básica: que no había una línea de continuidad en la vida que estábamos llevando. No estábamos evolucionando, sino simplemente sobreviviendo", comentó en una entrevista de 2002. Además, sostuvo que la versión cinematográfica, de Stanley Kubrick, fue esencial para la creación de su apariencia durante los 70: "Los modelos de los droogs, despampanantes".
Made in Japan
Una de las características de Ziggy era su vestimenta, realizada en gran parte por el diseñador japonés Kansai Yamamoto, quien en su momento declaró: "En realidad, no tenía idea de quién era David Bowie hasta que lo vi usando mi ropa en el escenario del Radio City Music Hall en la ciudad de Nueva York. Yasuko Hayashi, mi estilista, estaba trabajando para él y le dio algo de mi ropa. Esta fue la primera vez que conocí a un artista que llevaba mis diseños. Antes de eso, no sabía lo inmensamente talentoso que era". Aunque Yamamoto no fue el único artista nipón que llamaba su atención. Masayoshi Sukita fue su fotógrafo no oficial durante cuatro décadas y el creador de la tapa de "Heroes", mientras que Tamasaburo Bando le enseñó cómo aplicar el maquillaje tradicional del teatro kabuki.
Entre sus libros favoritos hay dos referencias niponas. Uno es el artista plástico y reconocidísimo diseñador gráfico Tadanori Yokoo y el otro, el cuatro veces nominado al Nobel literario, Yukio Mishima.
El marinero que perdió la gracia del mar (1963) es la única novela asiática de su selecto listado y es que Bowie tenía cierta admiración por el autor de Confesiones de una máscara, que se puede apreciar en la letra de Heat, del disco The Next Day (2013), donde comienza: "Then we saw Mishima's dog/Trapped between the rocks", imagen que el escritor -que se suicidó realizando seppuku luego de tomar un cuartel militar- utiliza en su novela Nieve de primavera (1969). En 1977, además, pinta un retrato del autor que permanece en su casa de Berlín.
Bowie Beatnik
En 1973 conoce al escritor estadounidense William Burroughs -otro genio que no aparece en su Top 100, aunque sí su compañero beatnik Jack Kerouac con En el camino (1957)-, quien lo influencia para utilizar la técnica de cut-up en sus letras, método que utiliza en Diamond Dogs y posteriormente en algunas de las canciones de Scary Monsters… and super creeps (1980).
"Se toma un par de cosas… Alguien que salta el muro de Berlín, por ejemplo, y escribo un párrafo desde el punto de vista de esa persona. Luego escribo otro desde el punto de vista de un observador que está en este lado del muro, y luego desde el punto de vista de otro más que está al otro lado; así que tenemos tres puntos de vista diferentes. Se recortan y se mezclan, como en una baraja. Luego saco tres o cuatro frases y las pongo juntas. Puedo usar exactamente lo que ha salido, o volver a mezclarlas. No hay reglas básicas. Es una técnica de la escritura que permite generar nuevas perspectivas en algo que se había quedado estancado", comentó en una entrevista a la BBC.
Dentro de la temática Beatnik también aparecen en su glosario de libros Tales of Beatnik Glory (1975), la historiografía de Ed Sanders, un artista al que se considera el puente entre la generación hipsters -la verdadera- y los hippies.
La trilogía de Berlín
En 1976, durante la gira de Station to Station, Bowie estaba agotado. Los excesos de cocaína y su rol como "estrella de rock", más las presiones de la disquera RCA, lo llevaban a la perdición, necesitaba un nuevo sonido, un nuevo lugar.
En esa época conoce Christopher Isherwood, un escritor británico que basaba sus novelas en la vida en Berlín durante la década del '30, con quien enseguida genera un vínculo que lo lleva a mudarse, en octubre, a solo 10 minutos a pie de la casa berlinesa de escritor. En lo que respecta a la inspiración musical, era el momento en que los alemanes Kraftwerk, Neu! y Can irrumpían en la escena con su música electrónica. Isherwood es otro de los autores que aparece en su lista centenaria, con la novela El señor Norris cambia de tren (1935).
Sin embargo, lo primero que hace en Berlín es producir el disco solista de su amigo Iggy Pop luego de haber abandonado a The Stooges, llamado The Idiot -un clara referencia a la novela de Fiódor Dostoyevski-. Luego sí, llegarían Low y "Heroes" y Lodger, siendo el segundo en el que los guiños literarios aparecen con mayor fluidez.
Una tumba para un delfín (1956), novela del italiano Alberto Denti di Pirajno, fue una de las musas para uno de sus más grandes éxitos, Heroes, del disco homónimo: "I wish you could swim/ Like the dolphins, like dolphins can swim /Though nothing, nothing will keep us together /We can beat them, forever and ever / Oh, we can be heroes, just for one day". "Una tumba…" al igual que Antes del diluvio. Una semblanza del Berlín de los años veinte (1972), de Otto Friedrich, también ingresan en las 100 elegidas. Dentro del campo de la novela se encuentra Berlín Alexanderplatz (1929) de Alfred Döblin, también ambientada en la época del 20.
Soviet David
La relación con la extinta URSS y la actual Rusia fue de amor, olvido y desengaño. Admirado y prohibido, el cantante realizó tres viajes al país euroasiático, aunque también hay una leyenda de que en 1973 recorrió de manera secreta el trayecto desde Vladivostok a Moscú en tren.
Tony Visconti, quien fue productor de varios de sus discos -el primero y el último Blackstar, entre otros- aseguró en una entrevista a The Guardian que The Next Day fue inspirado en parte por Rusia. "Bowie ha estado obsesionado con la historia medieval de Inglaterra, la cual, créase o no, es un excelente material para una canción de rock. Y la historia rusa contemporánea, que hace una gran canción de rock".
Entre los libros que refieren a este país existe una gama diversa de autores y temáticas. Desde novelas clásicas como Lolita (1955) de Vladimir Nabokov a El cero y el infinito (1940), del húngaro-británico Arthur Koestler, que narra la historia de Rubashov, un miembro de la vieja guardia de la Revolución Rusa de 1917 traicionado y juzgado por el gobierno soviético. También se encuentra en su biblioteca El maestro y Margarita (1967), del ucraniano Mijaíl Bulgákov, considerada por muchos como una de las novelas más importantes del siglo XX de la antigua URSS.
El vértigo (1967), de Evgenia Ginzburg, recorre la historia de la autora que pasó 18 años en un gulag y La Revolución Rusa (1891-1924). La tragedia de un pueblo (1996) es una obra de Orlando Figes que lejos de la historiografía de trincheras está basada en la documentación que comenzó a surgir tras la caída del régimen soviético en 1991. Dentro del universo revolucionario se debe sumar Octobriana and the Russian Underground (1971), la súper-heroína gestada por Peter Sadecky que luchaba contra la opresión de su país y la norteamericana. Finalmente, dentro de la temática, se encuentra la trilogía de Tom Stoppard, The Coast of Utopia (2007), que explora la historia de un grupo de amigos que llegaron a la mayoría de edad bajo la autocracia zarista de Nicolás I, pero que en realidad se centra en los debates filosóficos de la Rusia pre revolucionaria, entre 1833 y 1866.
Bowie fue prohibido durante el reinado soviético -como otros tantos artistas- y recién comenzó a ser reconocido cuando los avances tecnológicos de los 80 permitieron una filtración más sencilla de su obra. Regresó en 1996 tras 20 años -había visitado URSS junto a Iggy en 1976 en la gira de The Idiot, en la que tocó el piano-donde fue recibido en el aeropuerto con una tradicional ceremonia de bienvenida, en la que comió pan y sal. Dicen que la fría reacción del público durante el concierto lo decidió a no regresar jamás.
De revistas, cómics y más arte
Todos llevan un niño en su corazón. Por eso, en su lista, aparece su primera lectura, The Beano, que se publica de manera semanal desde 1938. Luego, la reemplazó por Viz, una revista de cómics pensada para adultos que desde 1979 parodia a The Beano y The Dandy, las dos más importantes de la post-guerra inglesa, con un lenguaje más vulgar y humor negro, entre otras características.
A ellas debe sumársele Raw (1980-91), la publicación editada por Art Spiegelman y Françoise Mouly, que fue la piedra basal del naciente movimiento de cómics alternativo. Por su parte, Private Eye es una revista satírica que tiene como eje la crítica política y de las figuras públicas. La novela-cómic Puckoon (1963), de Spike Milligan, no solo fue rupturista por su humor, sino también por la propuesta de un personaje tan vago, que el autor debía interceder para que saliera del sofá.
Las ediciones literarias también tienen su espacio en el Top 100. Bowie eligió a la revista Blast, una publicación literaria de corta duración del movimiento vorticista en Gran Bretaña, que tenía entre sus colaboradores a Wyndham Lewis y Ezra Pound, entre otros. Además, también apreciaba las entrevistas a diferentes autores de Europa y EEUU, como puede apreciarse en Writers at Work: The Paris Review Interviews (1959), de Malcolm Cowley. Otro título en la lista relacionado a escritores es Dentro y fuera de la ballena (1962), una serie de trabajos de diferentes autores sobre George Orwell.
La lista de los 100 escogidos también posee, por supuesto, publicaciones relacionadas a otras vertientes artísticas. Entre ellas se encuentran: Diccionario de temas y símbolos artísticos (1975) de James A. Hall; En el castillo de Barba Azul: aproximación a un nuevo concepto de cultura (1971), de George Steiner; Más allá de la caja brillo: las artes visuales desde las perspectivas posthistóricas (1992), de Arthur C. Danto; Sexual Personae: Art and Decadence from Nefertiti to Emily Dickinson (1990), de Camille Paglia, la biografía del pintor inglés David Bomberg (1988), de Richard Cork, y La brutalidad de los hechos: entrevistas con Francis Bacon (1980), sobre una serie de tres entrevistas que David Sylvester realizó al pintor irlandés.
De Buda al ocultismo
En 1993 sale The Budda of Suburbia, basado en la novela de Hanik Kureishi, disco que el nacido en Londres considera como uno de los mejores de su carrera, gracias a la fusión de estilos, desde el acid house al ambient.
El libro, El buda de los suburbios -que no está en su lista-, trata sobre un joven que durante los 70 tiene problemas raciales, religiosos y una sexualidad conflictiva, mientras su mejor amigo se está convirtiendo en una estrella de rock. La BCC2 le pidió una banda sonora para la serie que salió en televisión, para lo que el Delgado Duque Blanco realizó más 40 piezas individuales que luego no terminaron saliendo, salvo por la que da título a ambas obras. Durante el proceso creativo Bowie terminó creando canciones que no se ajustaban a la serie y que sí salieron -pocas- en el disco. Otro libro que lo llevó a componer fue 7 años en el Tibet (tampoco en la lista), de Heinrich Harrer, canción que forma parte de Earthling (1997).
La religión siempre estuvo allí y en una entrevista con Ellen DeGeneres sintetizó su camino: "Era joven, elegantemente libre, y el budismo tibetano me atraía en ese momento. Pensé, 'Hay salvación'. Realmente no funcionó. Luego pasé por Nietzsche, Satanismo, cristianismo … cerámica, y terminé cantando. Ha sido un largo camino". En el disco Hours (1999), en la canción Seven, puede oírse "The gods forgot that they made me/So I forget them, too/I dance among their shadows/I play among their graves".
El misticismo y el budismo, otro de los temas que atraviesa su carrera, están representados por la obra Vivir sin cabeza (1961), del escritor filosófico, místico y maestro espiritual Douglas Harding. Los Evangelios Gnósticos (1979), de Elaine Pagels, toca la religión desde otra perspectiva, ya que invita a reconsiderar la imagen establecida de los orígenes y el significado del cristianismo. También, indagando en el catolicismo, pero en novela, se halla Poderes terrenales (1980) de Anthony Burgess, que ingresa en la vida de un escritor homosexual y apostata que fue testigo de un milagro y debe atestiguar ante el Vaticano en el proceso de beatificación de un Papa fallecido. En las antípodas se encuentra Dogma y Ritual de la alta magia (1854) del francés Eliphas Lévi, una de las obras imprescindibles para entender el ocultismo moderno.
Músico entre músicos
Las elecciones literarias de Bowie también incluyen una basta selección de historia y pensamientos. En su lista de 100 hay nueve libros relacionados con la evolución de los ritmos, tanto desde el punto de vista antropológico como Los trazos de la canción (1986), de Bruce Chatwin, y El origen de la conciencia en la ruptura de la mente bicameral (1976), de Julian Jaynes, pasando por escritor y anécdotas de John Cage -compositor, instrumentista, filósofo, teórico musical estadounidense y más- en Silencio: conferencias y escritos (1961).
Por supuesto, el soul y el rock n' roll también tuvieron espacio en su biblioteca predilecta, con Nowhere To Run: The Story of Soul Music (1984) de Gerri Hirshey; Sweet Soul Music: Rhythm and Blues and the Southern Dream of Freedom (1986) de Peter Guralnick; La explosiva historia de Little Richard (1984) de Charles White; Mystery Train: Images de America en la música Rock 'n' Roll (1975) de Greil Marcus, Historia Del Rock: El Sonido de La Ciudad (1970) de Charlie Gillett, y Awopbopaloobop Alopbamboom: una historia de la música pop (1968) de Nik Cohn.
El resto de los libros recomendados por década
En su Top 100 solo hay dos publicaciones antiguas, La Ilíada, de Homero, e Infierno, la primera de las tres cánticas de La Divina Comedia del poeta florentino Dante Alighieri. Luego, le siguen cinco obras del Siglo XIX, donde comienza un viaje ascendente hasta el Siglo XXI, siendo la década del 1960 la década que contiene la mayor cantidad de obras seleccionadas, con 21.
1800
McTeague (1899), de Frank Norris; Madame Bovary (1850), de Gustave Flaubert y Los cantos de Maldoror (1869) de Comte de Lautréamont; Zanoni (1842) de Edward Bulwer-Lytton.
1920
El gran Gatsby (1925) de F. Scott Fitzgerald; La tierra baldía (1922) de T.S. Elliot y El amante de Lady Chatterley (1928) de D.H. Lawrence.
1930
Mientras agonizo (1930), de William Faulkner; Infants Of The Spring (1932) de Wallace Thurman, El puente (1934) del poeta Hart Crane, El paralelo 42 (1930) de John Dos Passos y Cuerpos viles (1930) de Evelyn Waugh.
1950
El gatopardo (1958), de Giuseppe Di Lampedusa; Billy mentiroso (1959), Keith Waterhouse; Las formas ocultas de la propaganda (1957), Vance Packard, y Un lugar en la cumbre (1957), de John Braine.
1960
La ciudad de la noche (1965), John Rechy; Noticias sobre Christa T (1968); Última salida para Brooklyn (1964), Hubert Selby Jr.; A sangre fría (1966), Truman Capote; Herzog (1964), Saul Bellow.
La plenitud de la señorita Brodie (1961), Muriel Spark; Historias de Pekín (1960), David Kidd; El lujo de morir (1963), Jessica Mitford, y El yo dividido, un estudio sobre la salud y la enfermedad (1960), de R. D. Laing.
1970
Vida Metropolitana (1978), Fran Lebowitz, Entre las sábanas (1978), Ian McEwan, y Selected Poems (1974), Frank O'Hara.
1980
Dinero (1984), Martin Amis; Ruido de fondo (1984), Don DeLillo,
El loro de Flaubert (1984), Julian Barnes; La sombra de Hawksmoor (1985), Peter Ackroyd; Noche en el circo (1984), Angela Carter; La conjura de los necios (1980), John Kennedy Toole, English Journey (1984), J.B. Priestley, y La otra historia de los Estados Unidos (1980), de Howard Zinn.
1990
Cuando Kafka hacía furor: una memoria del Greenwich Village (1993), de Anatole Broyard; The Insult (1996), de Rupert Thomson, The Bird Artist (1994), de Howard Norman; Chicos prodigios (1997), Michael Chabon, y El gabinete de las maravillas de Mr. Wilson (1997), de Lawrence Weschler.
2000
La maravillosa vida breve de Óscar Wao (2007), Junot Díaz; Falsa identidad (2002), Sarah Waters; Teenage: The Creation of Youth 1875-1945 (2007), Jon Savage; The Age of American Unreason (2008), de Susan Jacoby, y The Trial of Henry Kissinger (2001), de Christopher Hitchens.
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