Sherlock Holmes elemental: el investigador que trascendió a su tiempo

El personaje, creado por Sir Arthur Conan Doyle, apareció en un libro por primera vez hace 130 años. Cómo se transformó en el estereotipo icónico de la profesión que persiste hasta estos días

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Su múltiples interpretaciones sirvieron al
Su múltiples interpretaciones sirvieron al mundo como información clave para el mundo criminalista

Desde hace 130 años, cuando empezó a resolver casos criminales, Sherlock Holmes representa como ningún otro personaje de la cultura el paradigma del detective, a partir de las novelas y los relatos que escribió Arthur Conan Doyle (Edimburgo, 1859 – Crowborough, 1930) y de las múltiples adaptaciones que lo recrearon a través del cine, la radio, el teatro, la historieta, los videojuegos y, en la actualidad, las aplicaciones de internet y las series de televisión.

En el principio fue un hombre que tenía algunas ideas raras y trabajaba en el laboratorio de química de un hospital. Así lo presentó Conan Doyle en Estudio en escarlata, la primera novela del personaje, que comenzó a publicarse por entregas en noviembre de 1887, y tuvo su primera edición en libro al año siguiente.

Estudio en escarlata comienza por contar el encuentro entre Holmes y el médico John Watson, quien será el narrador de sus aventuras y un personaje tan logrado como el detective, al convertirse en un mediador entre el lector y el protagonista. Pese a su celebridad, la muletilla "elemental Watson" no aparece en ningún momento de la historia.

Portada de Beeton’s Christmas Annual
Portada de Beeton’s Christmas Annual donde se presentó por primera vez la historia de A. Conan Doyle “Estudio en escarlata” (Año 1887)

Holmes fue precedido entre otros por Auguste Dupin, protagonista de Los crímenes de la calle Morgue (1841), el relato de Edgar Allan Poe que inauguró el género policial, y por Eugéne-François Vidocq, director de la Sureté Nationale y creador de la primera agencia de detectives, cuyas memorias constituyeron un éxito de librería sin precedentes en la primera mitad del siglo XIX.

Sin embargo, el personaje de Conan Doyle desdeña a sus antecesores -Dupin, dice, "valía muy poco" y Lecoq, el personaje de Emile Gaboriau inspirado en Vidocq, "era un chapucero"– y se presenta como el creador del oficio de la investigación entendida como ciencia exacta, que en tanto tal "es preciso tratar de la misma manera fría y carente de emoción".

Su primer caso fue un doble asesinato que respondía a un drama amoroso ocurrido en Estados Unidos. Se trataba de la venganza de un hombre por la muerte de su amada, a quien los mormones obligaron a casarse con un miembro de la iglesia en contra de su voluntad. Estudio en escarlata incluye el episodio histórico del vía crucis que condujo el llamado profeta Brigham Young hacia Salt Lake City y cuestiona el autoritarismo de esa comunidad y la práctica de la poligamia, que por entonces rodeaba de controversia al culto.

El francés Alphonse Bertillon, emblema
El francés Alphonse Bertillon, emblema de la investigación científica de los sucesos policiales, desarrolló el primer método para identificación de criminales, vigente hasta 1892

Una de las claves del éxito de Sherlock Holmes fue que el personaje surgió cuando se iniciaba la investigación científica de los sucesos policiales. Su modelo más cercano fue Joseph Bell, un profesor de Conan Doyle precursor de la medicina forense. Vidocq había introducido los estudios de balística en las pesquisas y la policía francesa adoptaría más tarde la fotografía. En 1879, el también francés Alphonse Bertillon había desarrollado el primer método para identificación de criminales, vigente hasta 1892, cuando Juan Vucetich perfeccionó el sistema dactiloscópico.

Holmes encarnó ese espíritu de época preocupado por desarrollar técnicas de identificación de las personas y de ordenamiento territorial, un tejido de registros que procuraba detectar los movimientos y la localización de las personas en las grandes ciudades. Cuando Watson lo encuentra, está haciendo un experimento para individualizar los rastros de sangre que se encuentran en las escenas de los crímenes, una especie de adelanto del análisis de ADN.

El argentino Juan Vucetich, padre
El argentino Juan Vucetich, padre del sistema dactiloscópico moderno

Watson evalúa a su compañero en las primeras páginas del libro. Le pone un cero en literatura, filosofía y astronomía y anota que tiene conocimientos en anatomía, química y geología y es experto boxeador y esgrimista. Como Dupin, es un lector aplicado de las crónicas policiales y "parece conocer, con todo detalle, todos los crímenes perpetrados en un siglo".

Los conocimientos de botánica de Holmes son particulares: está "al corriente sobre la belladona, opio y drogas en general". El signo de los cuatro, su segunda novela, lo muestra mientras se inyecta cocaína, algo que hace tres veces al día. Si bien Watson se aflige y lo desaprueba, el consumo de sustancias no estaba aún prohibido y Holmes dice que necesita "estimulantes artificiales" porque la vida es aburrida. Los casos policiales son su terapia, ya que satisfacen ese deseo de "exaltación mental", lo que también podría significar que se relaciona con los enigmas como un adicto con la droga.

Típico atuendo clásico del detective
Típico atuendo clásico del detective Sherlock Holmes a la hora de realizar sus atrapantes investigaciones

Como cultor de la "ciencia de la deducción", Holmes se atiende a lo concreto y exacto. Es el que observa lo que a los demás se les pasa por alto. Colabora como aficionado con Scotland Yard y prefiere el anonimato. Su equipo incluye una cinta de medir y una lupa -icono de la profesión, gracias a él- y a veces tiene actitudes que parecen ridículas pero que son indicios de sus averiguaciones. Tiene ideas paradójicas: "El más vulgar de los crímenes es, con frecuencia, el más misterioso, porque no ofrece rasgos especiales de los que puedan hacerse deducciones", dice.

Holmes fue contemporáneo de un célebre asesino de la vida real, el nunca identificado Jack el Destripador, que cometió su primer crimen el 31 de agosto de 1888 en el barrio londinense de Whitechapel. Los recorridos de ambos no se cruzaron, aunque entre el centenar de sospechosos de haber sido el asesino serial se encuentran varios escritores -Lewis Carroll, por ejemplo- y entre ellos el propio Conan Doyle, a partir de sus conocimientos de medicina -requisito por las mutilaciones de precisión quirúrgica que sufrieron las víctimas- y una comparación entre su letra y la que dejó el misterioso Jack en las notas burlonas que dedicó a Scotland Yard.

Sir Arthur Conan Doyle
Sir Arthur Conan Doyle

Otro factor de la enorme repercusión de la saga fue mérito de Alexander Pollock Watt, que en 1875 había creado la primera agencia literaria, todavía en actividad, dedicada a representar a escritores en el entonces incipiente mercado editorial y que a partir de 1891 se encargó de negociar la obra de Conan Doyle en todo el mundo.

En 1902, al mismo tiempo que en Londres, se publicó por primera vez su obra en sudamérica, al salir en Buenos Aires El sabueso de los Bakersville, la tercera novela del ciclo Holmes. Le seguirían La mancha de sangre (1904), El signo de los cuatro (1904) y Nuevas hazañas de Sherlock Holmes (1908), entre otros títulos de la Biblioteca La Nación argentina.

Portada de la primera edición
Portada de la primera edición El perro de los Baskerville. Edición publicada por entregas en el The Strand Magazine entre 1901 y 1902

En 1911 comenzó a publicarse en Buenos Aires la revista Sherlock Holmes, dedicada al periodismo policial, la segunda de la especialidad después de la Revista Criminal (1873). Entre otras proyecciones en la literatura argentina, Borges rechazó a Conan Doyle y proclamó su predilección por Poe, quien "formuló las leyes esenciales del género policial", mientras Rodolfo Walsh aludió a Estudio en escarlata en el cuento Variaciones en rojo, título a la vez de su primer libro (1953).

Conan Doyle tuvo una relación contradictoria con su criatura. Gracias a Holmes pudo dedicarse exclusivamente a la literatura, pero al mismo tiempo pensaba que había hecho concesiones al gusto popular y que las ficciones policiales habían eclipsado al resto de su obra. Creía que, de no dedicarse tanto a su personaje más conocido, habría ocupado un lugar más importante en la historia literaria y por eso intentó darle muerte en un cuento publicado en 1893. Pero los lectores lo forzaron a revivir al detective, y desde entonces lo mantienen vigente, en los más diversos formatos.

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