“La muerte es una personalidad cuya llegada, cuando es anunciada, debe ser acogida con solemnes manifestaciones de respeto, incluso por quienes estén más familiarizados con ella”.
Ambrose Bierce, en "Un suceso en el puente sobre el río Owl o Chickamauga"
Tenía 71 años y era, como lo describió Carlos Fuentes, un Gringo Viejo, y salvo algunas recaídas por ese asma maldito que lo había acompañado durante toda su vida, gozaba de buena salud. Tenía un proyecto que lo hacía sentir vivo, joven, un plan que le recordaba sus años de soldado; quería ingresar a un campo de batalla otra vez, una última vez, y la Revolución Mexicana le daba esa oportunidad, la chance de registrar todo con ese ojo crítico, que se reflejaba en una pluma sardónica, hiriente, que le valió el apodo de Bitter Bierce (Amargado Bierce, en inglés).
Ambrose Bierce, escritor, periodista, desapareció un día de enero de 1914. No se sabe con exactitud qué día, ni las razones, tampoco dónde sucedió, ni siquiera a qué lugar del planeta sus admiradores -que son muchos- pueden llevar una flor a su tumba.
Bierce desapareció. Y alrededor de esos, sus últimos días, surgieron muchas teorías, incontable cantidad de investigadores, de buscadores, de fanáticos, salieron tras su rastro, algunos llegaron hasta a crear una literatura paralela sobre los acontecimientos finales, otros solo encontraron desazón.
Una vida en la oscuridad
Nacido en el estado de Ohio en 1842, fue el décimo de trece hermanos, todos bautizados con nombres que comenzaban con A. Sobre su infancia se sabe que su padre era un hombre de fe, dedicado a la lectura de la Biblia y la poesía de Lord Byron, mientras que su madre -hija de William Bradford, un separatista anti monárquico- era de carácter férreo, incluso oscurantista.
Durante su juventud sirvió como oficial del ejército de los Estados Unidos y luchó por el Norte durante la Guerra Civil Estadounidense o Guerra de Secesión (1861-1865), donde recibió un balazo en la cabeza un día antes de su cumpleaños 22, en 1864. De allí salieron sus primeras historias o cuentos, entre los que se encuentran algunas de sus creaciones más famosas, como Un suceso en el puente sobre el río Owl o Chickamauga, uno de los alegatos antibelicistas más sentidos de la literatura norteamericana, que pueden leerse en Cuentos de soldados y civiles (Laertes).
Aunque quizá su obra más reconocida sea Diccionario del Diablo, una recopilación de textos satíricos publicados en fragmentos en diferentes periódicos durante más de veinte años -de 1881 a 1906. Es que Bierce, quien residió en San Francisco por tres décadas, fue uno de los puntales -junto a Jack London- de la cadena de periódicos de William Randolph Hearst, hombre a quien detestaba.
Su vida familiar no fue sencilla. Estuvo casado, pero abandonó a su mujer cuando descubrió la correspondencia que ella mantenía con su amante. El destino de sus hijos no fue tampoco con "final feliz"; de sus tres descendientes, los dos varones tuvieron muertes trágicas. El mayor sucumbió bajo el efecto Werther: no soportó un desengaño amoroso y se suicidó, mientras que el otro murió debido a una enfermedad derivada de su alcoholismo. Así, su hija, Helen, se convirtió en su única razón para querer amar, para salir de esa oscuridad que parecía perseguirlo como en una profecía.
El Gringo de la Revolución
Luego de su experiencia en la guerra secesionista, Bierce decidió que una buena manera de poner su literatura periodística en marcha era participar de la Revolución Mexicana y, con bastante anticipación, planeó su partida. De camino a México, hizo una parada en Nueva Orleans para reponer fuerzas, allí fue entrevistado por varios periodistas. Uno le preguntó por qué iba a un país desgarrado por la guerra; él respondió: "Me gusta el juego … quiero verlo".
Pasó por San Antonio y llegó a Laredo, en Texas, donde pensaba cruzar la frontera, pero las historias sobre el general Francisco "Pancho" Villa y su División Constitucionalista lo hicieron cambiar de idea y luego de un tren a El Paso se dirigió a Chihuahua, donde Villa estaba liderando sus batallas.
El 26 y el 27 de noviembre, el ejército de Villa emboscó y derrotó a una fuerza de soldados federales, compuesto por Huertistas -como se llamaba a los seguidores del presidente de facto Victoriano Huerta- y Colorados en Tierra Blanca, un pueblo a unos 50 kilómetros de Ciudad Juárez. Bierce no solo presenció el enfrentamiento, sino que además tomó partido. De acuerdo al historiador Friedrich Katz, en su obra Pancho Villa (1998), el autor tomó un rifle, apuntó y mató a un soldado federal a distancia. Los soldados que momentos antes se mofaban de él, quedaron encantados con el anciano y le regalaron un gran sombrero mexicano como premio por su puntería.
Esta fecha fue la última en la que se tuvo noticias de él. En una carta a su sobrina Lora, fechada el 26 de diciembre de 1913, escribió: "Si escuchan mi ser contra un muro de piedra mexicano y disparan a harapos, por favor, sepan que creo que esa es una muy buena forma de abandonar esta vida. México, ah, eso es eutanasia". En esta epístola, decía además, que su próximo destino era Ojinaga, lugar en el que Villa desalojó a los huertistas, por lo que este pueblo es considerado como el último lugar en que lo vio con vida. Sobre el final de la misiva, sentencia: "No tendré tiempo de escuchar de ti Supongo que no importa mucho. Adios, Ambrose".
En Ambrose Bierce: The Devil's Lexicographer (1951), el profesor en literatura estadounidense Paul Fatout sostiene: "A fines de diciembre, Bierce estaba a las afueras de Chihuahua, esperando mudarse a Ojinaga, en parte en tren. Trenes militares salían de Chihuahua todos los días. Cabalgó cuatro millas hasta Chihuahua para enviar por correo una carta que hablaba de estos y otros asuntos, y que estaba fechada el 26 de diciembre de 1913. El resto es silencio".
Todas las teorías de su desaparición
El complot de William Randolph Hearst
A pesar de trabajar para diferentes publicaciones del magnate de los medios William Randolph Hearst, la estima por su empleador era inexistente. Hearst poseía extensas tierras y haciendas en el norte de México, por lo que había sido parte del complot para la llegada de Huerta al poder como también para restablecer la dictadura prerrevolucionaria.
Bierce había realizado un texto periodístico sobre el rol de Hearst pero se lo llevó con él ya que no quería avergonzar a la anciana madre de Hearst, una mujer a la que el escritor admiraba. Así, guardó el manuscrito en un hotel de Laredo antes de cruzar la frontera, con la intención de volver por el material en el futuro y, quizá, publicarlo.
Antes de que el manuscrito pudiera ser recuperado por su familia en 1914 o 1915, Bierce abandonó el hotel y nunca más regresó. Para algunos, este misterio revelaría que Hearst utilizó sus influencias para desaparecer a Bierce, aunque nunca pudo saber dónde el escritor había ocultado el texto.
Soldado que huye…
No todos están seguros de que Bierce haya participado de la Revolución Mexicana, para algunos investigadores como Roy Morris Jr., autor de Ambrose Bierce: Alone in Bad Company (1996), el escritor jamás llegó a Chihuahua y todo fue un ardid para desaparecer. Así de sencillo. Su principal argumento radica en que Bierce era una celebridad y que no podía haber sido ignorado por los otros periodistas norteamericanos que estaban presentes en la guerra. Sin embargo, Bierce era un periodista de "trincheras", o sea, le gustaba acercarse a los conflictos, ser parte, no solo esperaba en algún lugar cómodo, disfrutando de todos los manjares posibles, por el regreso de los combatientes para armar sus historias, como pasaba con el resto.
Otro autor que enfatizó en una puesta en escena fue Joe Nickell. En su publicación Ambrose Bierce Is Missing (2014) sostiene que no existen evidencias reales, ni de fuentes mexicanas ni de ningún observador contemporáneo, de que realmente haya viajado a México, a pesar de su deseo declarado de hacerlo. Para Nickell, Bierce fingió su desaparición para suicidarse en el Gran Cañón, donde nadie pensaría buscarlo. Por supuesto, si no existen pruebas de que estuvo en México, menos las hay sobre su presencia en Arizona, pero esta versión, aseguró, tendría más lógica en la manera de pensar de Bierce…
¿Viaje a Sudamérica?
La pérdida del rastro del autor de El club de los parricidas produjo que cualquier pista se convirtiese en una teoría. Los relatos sobre sus apariciones en diferentes países sudamericanos forman también parte de ese corpus de leyendas incomprobables. El ensayista e investigador Glenn Willeford encontró quizá la única pista, una carta que escribió el 29 de mayo de 1913 a Walter Neale y que descansa en la Biblioteca Huntington: "Voy a redescubrir Tennessee (descubierto en 1862), una hazaña en la que espero su ayuda. Más tarde, me iré a México -donde gracias a Dios algo está sucediendo- y, con toda probabilidad, seguiré con Sudamérica, una región que me ha llamado la atención durante toda la vida".
Asma que me hiciste mal
Para llegar a Ojinaga, Bierce debía tomar el Ferrocarril de Oriente, atravesando Kansas. Los historiadores aseguran que en aquella época los rieles llegaban apenas hasta San Sóstenes -más precisamente hasta las cercanías de la hacienda Falomir, perteneciente al dueño del banco nacional de Chihuahua-, por lo que el resto del trayecto debió hacerlo en auto o a caballo. Aquel invierno fue duro, muy frío, por lo que la posibilidad de un severo ataque de asma aumenta. Richard Saunders, autor de Ambrose Bierce: The Making of a Misanthrope (1985), sostuvo que una tormenta en Nueva Orleans durante octubre de 1913 despertó en el autor un recaída asmática que lo dejó de cama, sin energías por varios días, por lo que no descarta que haya atravesado por una situación similar.
Regreso a EEUU
Casi 80 años después de la desaparición, una nueva teoría salió a la luz. La historia, reproducida en la revista Journal of Big Bend Studies IV (1992), perteneciente a la Universidad Estatal Sul Ross, asegura que falleció en Marfa, Texas.
La génesis de esta teoría es, quizá, una de las menos confiables. El periódico dice textual: "Abelardo Sánchez de Lancaster, California, informó recientemente al editor que en 1957 conducía desde el norte de México hasta el sur de Yuma, Arizona, cuando recogió a un hombre que, en el curso de la conversación, mencionó que había servido con los colorados enfrentado a Villa en 1913. . . . Cuando Ojinaga cayó en enero de 1914, Villa cruzó el Río Grande en busca de refugio en los Estados Unidos. . . . [Durante la conversación el hombre le dijo a Sánchez que durante el retiro de Ojinaga a Presidio, Texas, conoció a un viejo norteamericano]. El gringo estaba enfermo y no podía hablar bien, pero se determinó que su nombre era "Ambrosia" y que su apellido era algo así como "Price" o "Pierce". El hombre le dijo a Sánchez que él y otros soldados colocaron al gringo en un carro de dos ruedas y lo ayudaron a cruzar el Río Grande. Luego, fueron tomados bajo custodia por soldados de la Tercera Caballería [de los Estados Unidos] y escoltados a Marfa, Texas, junto con cientos de otros refugiados. Para cuando llegaron [a Marfa] el viejo estaba delirando y casi en coma. Él murió poco después. . . . Supuestamente fue enterrado en el antiguo cementerio de Camp Marfa".
Ambrose Bierce y la Calavera de Cristal
Bierce nunca fue un autor relacionado a lo sobrenatural, aunque aborde la temática en ¿Puede ocurrir esto? (1893). Allí, relata tres historias de "desapariciones misteriosas", siendo la más conocida la centrada en el investigador alemán Maximilian Hern, quien escribió el libro Disappearance and theory thereof, donde aseguraba que muchas de las evanescencias de personas en ese entonces se debían a excursiones interdimensionales accidentales, tal como cita un artículo de The New York Times de 1884, que Bierce cita y usa como fuente para desarrollar una sátira sobre la teoría de los "desaparecidos de la geometría no euclidiana".
Bierce recopiló historias que le sirvieron como disparadores, aunque no estaba enfocado en crear ficción pura sobre el tópico. Sin embargo, que haya indagado en este tipo de género fue un elemento para que su desaparición tuviese también una hipótesis sobrenatural. Una historias con ribetes de Indiana Jones.
En Ambrose Bierce, F. A. Mitchell Hedges, And The Crystal Skull (1973), el autor de corte ocultista Sibley S. Morrill propone una teoría que llegó hasta a replicarse en el programa de televisión Alienígenas Ancestrales, del History Channel.
De acuerdo a Morrill, durante su viaje a México Bierce conoció a Frederick A. Mitchell-Hedges, un aventurero, arqueólogo y escritor inglés, quien en 1927 aseguró haber descubierto, junto a su hija Anna, una calavera de cristal en las ruinas mayas de Lubaantún, en la actual Belice. En sus escritos, Mitchell-Hedges aseguró que Villa lo había capturado y hasta forzado a trabajar como espía y que salvó su vida por ser británico. Sin embargo, no existen bibliografía ni testimonios que puedan sostener la historia de Mitchell-Hedges, ni textos del explorador nombrando a Bierce. Pero para Morrill, quizá, eso no signficaba nada y hasta aseguró que Bierce estaba trabajando para la inteligencia de EEUU y participaba de la revolución solo para espiar a Villa.
Morrill, además, sostiene que Mitchell-Hedges mintió con respecto a la fecha del descubrimiento de la calavera de cristal y el hallazgo en realidad se habría realizado en 1913, por lo que tenía la reliquia -a la que se le atribuyen poderes sobrenaturales- cuando luchó codo a codo con Bierce en favor de Villa. Luego de participar en la guerra, ambos realizaron expediciones y mientras excavaban en una cueva en Centroamérica -llevando el cráneo consigo- seres de otro mundo entraron en contacto y transportaron a Bierce hacia otra dimensión.
Del polvo venimos…
Con su desaparición en los titulares, varios grupos de investigadores estadounidenses bajaron hacia México tras su rastro. El método más común fue entrevistar a ex soldados al servicio de Villa, ya que sabían que habían participado en las batallas de Chihuahua y Ojinaga y, supuestamente, Bierce había participado de aquellos eventos. Un oficial, llamado Ybarra, reconoció al escritor en una fotografía y dijo que lo había visto en Ojinaga, pero que después del asalto a la guarnición federal nunca volvió a verlo.
Algunos de los cadáveres de los caídos en aquellos enfrentamientos entre el 9 y 10 de enero en Ojinaga fueron enterrados en fosas comunes, mientras que otra gran parte fueron transportados y apilados en la Plaza de Armas, frente a la iglesia de Nuestra Padre de Jesús, donde confundidos entre vigas de madera seca y rociados con kerosén, ardieron en una fogata que apenas dejó rastros. Cuando la Primera Guerra Mundial estalló, los esfuerzos por recuperar a Bierce, vivo o muerto, cesaron.
Un final de película
La desaparición de Bierce sigue siendo un misterio, en el que cada teoría genera posibilidades que se extienden como las ramas de un árbol y que dejan tanto espacio para la creatividad, para la imaginación, como para la documentación.
Sumergido en encontrar una razón, el célebre mexicano Carlos Fuentes escribió su novela Gringo Viejo, en la que narra -con mucho de creatividad- los días finales de Bierce en México. La historia fue llevada al cine en 1989, con Gregory Peck en el papel de Bierce, y la dirección del argentino Luis Puenzo. El libro llegó a ser un bestseller en Estados Unidos y fue la primera vez que un autor mexicano apareció en la lista de los más vendidos en Nueva York.
Para Fuentes, el escritor era "alto, flaco, de pelo blanco, ojos azules, tez rosada y arrugas como surcos de maizal, allí estaba el hombre que venía a morir violentamente a manos de otros, porque lo prefería así antes que morir de decrepitud o por sus propios medios como lo habían hecho sus hijos. Quería ser un cadáver bien parecido…".
Pero esta no fue la última representación de Bierce en la cultura popular. No sería la última vez que el admirado Ambrose Bierce sirviera como inspiración literaria o cinematográfica. El fallecido Oakley Hall, escritor e historiador del Oeste americano, lo revivió en un personaje de ficción en cinco novelas -publicadas entre 1998 y 2005-, en las que Bierce trataba de resolver misterios, crímenes y que revelaba la corrupción de su tiempo, ya que todo fue basado en los trabajos periodísticos del autor durante su época como periodista para el San Francisco Examiner, uno de los diarios del grupo Hearst.
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