Las diez mejores historias de amor de la literatura

El amor puede manifestarse de múltiples maneras: romances, tragedias, pasiones desbordadas, amistades y fútbol. Infobae realizó una selección de títulos imprescindibles, que incluye desde clásicos a títulos contemporáneos

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Las historias de amor van
Las historias de amor van del romance a la pasión por el fútbol

La mitad de la biblioteca, o más, son historias de amor. ¿Hay alguna historia que no lo sea? La literatura necesita del conflicto (nadie leería historias en las que todos son felices), y por eso las grandes historias de amor incluyen infidelidades, asesinatos y todo tipo de obstáculos sociales y naturales. ¿Se ama más lo que no se tiene? Es lo que se vienen preguntando escritores y escritoras desde el principio de los tiempos (recordemos que son gente que tiende al idealismo). Acá una lista, arbitraria por supuesto, de las más grandes historias de amor de todos los tiempos:

Edipo y Yocasta (siglo V antes de Cristo).

Edipo, de Fulchran-Jean Harriet
Edipo, de Fulchran-Jean Harriet

Antes de ser fijada en los libros, la literatura fueron cuentos y cantos repetidos y trastocados por narradores orales anónimos. Ese fue el origen de la historia de Edipo, recogida después con variaciones por Homero, Hesíodo y Esquilo y consagrada por el trágico Sófocles. Es la historia de un rey que inadvertidamente mata a su padre y se casa con su madre. Como casi todas las grandes historias de amor, narra un amor prohibido, cargado además con la pimienta asesina del equívoco. Esta historia tiene de todo: infancia traumática, asesinato por error, incesto, suicidio y exilio. En la cama de una pareja, dirá más tarde Freud al usar esta historia para su teoría psicológica, hay también otra gente, empezando por nuestros padres.

Francesca da Rimini y Paolo Malatesta, en la Divina Comedia de Dante Alighieri (1320).

Francesa de Rimini, de William
Francesa de Rimini, de William Dyce

La Divina Comedia es muchos libros a la vez: un diario de viaje, un cuento fantástico, una reflexión filosófica y política, el relato de un amor imposible y un diálogo entre dos amigos. Es un caleidoscopio de historias, y Dante una mezcla de Santo Tomás de Aquino y Jorge Rial: un filósofo y un chismoso. Francesca y Paolo, cuñados y amantes sacados de la vida real, ocupan solo setenta de los 14.233 versos del libro. La suya es la historia de una lectura interrumpida por el deseo sexual, y también una de infidelidad y traición. Francesca, atada para siempre a su amor, es una de las pocas mujeres condenadas en el Infierno (a las mujeres solo se las castiga por lujuriosas). El cuento "El Aleph", de Borges, es una maravillosa versión resumida de la Divina Comedia, y "La intrusa" (dos hermanos que aman a la misma mujer), una posible versión de la historia de Paolo y Francesca.

Romeo y Julieta, de William Shakespeare (1591-97)

Imagen de la película “Williams
Imagen de la película “Williams Shakespeare’s Romeo + Juliet”, de Baz Luhrmann

Una tragedia con nombres que se aman y apellidos que se odian. Romeo tiene entre quince y diecisiete años y Julieta trece, y su historia dura solo cinco días, pero eso les alcanza para convertirse en significantes universales del amor. Es una historia incandescente y pícara, en la que bien a su estilo Shakespeare alterna momentos de comedia y momentos de tragedia. Como en tantas otras historias de amor, su tema de fondo es cómo se financia la reproducción de la especie, o para decirlo de otra manera cómo negociar entre la necesidad y la libertad, entre el deber y el deseo. Es, también, una historia de despertar sexual, el de una chica luminosa y sagaz, y otra historia más en la que el amor encuentra su fuerza en el coqueteo con la muerte; el sacrificio de Romeo y Julieta cimenta la paz de Verona. La literatura es una cadena de copias y tergiversaciones. Aunque Shakespeare no leyó a Dante, la Divina Comedia es el primer libro que cita a los Montesco y los Capuleto, y ahí empieza el hilo de préstamos que llegó hasta el dramaturgo inglés.

Orgullo y prejuicio, de Jane Austen (1813)

“Orgullo y prejuicio”, escena de
“Orgullo y prejuicio”, escena de la película de Joe Wright

El realismo del siglo XIX narró un mundo en el que las revoluciones burguesas trastocaban los códigos y habilitaban grandes ascensos y caídas. El intercambio de fluidos y de dinero fue combustible de grandes novelas. Un escritor francés y uno ruso, Gustave Flaubert y Lev Tolstói, crearon a Emma Bovary y Anna Karenina, dos mujeres infieles castigadas con la muerte, que fueron excluidas injustamente de esta lista. La historia de amor feliz -una, por fin- entre Elizabeth Bennet y Fitzwilliam Darcy está tejida con el zumbido sensible del ojo y el corazón de la inglesa Jane Austen. Cuando uno lee efectivamente un clásico, descubre que es más imperfecto que lo que había imaginado, pero por eso más genial. Orgullo… tiene secretos, mentiras, sensatez, manipulaciones, sentimientos, equívocos, sororidad, complicidad padre-hija, viajes, amor convertido en palabras y, al igual que Anna Karenina y Romeo y Julieta, una gran escena de baile.

En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust (1913-1927)

Marcel Proust
Marcel Proust

Este monumento narrativo a la sensibilidad (siete tomos más nombrados que leídos) incluye varios amores fuera de la norma: el del dandy Charles Swann con la posible prostituta Odette dé Crecy, el del Narrador con Albertina (que algunos dijeron era un truco de Proust para hablar de un amor homosexual), el del Barón de Charlus, aristócrata decadente, con Charles Morel, violinista e hijo de un sirviente. La literatura siempre se ocupó de lo que no encaja. En distintas etapas de la historia, la homosexualidad fue aquello que no encajaba. Desde Safo en griego y Catulo en latín hasta, más cerca, Manuel Puig en El beso de una mujer araña y Marguerite Duras en Yann Adrea Steiner, muchos han contado historias de amores difíciles de nombrar en sociedad.

Xenia, de Eugenio Montale (1966)

Retrato al óleo de Eugenio
Retrato al óleo de Eugenio Montale

Este librito del poeta italiano que en 1975 ganó el Nobel fue escrito en homenaje a Drusilla Tanzi, que murió en 1963 y con quien Montale se había casado un año antes. Es un tiernísimo homenaje al amor que ya no está. "De tu brazo bajé por lo menos un millón de escaleras / y ahora que ya no estás hay un vacío en cada peldaño. / Aun así fue breve nuestro largo viaje. / El mío sigue todavía, pero ya no necesito / trasbordos ni reservaciones, / las trampas, los desaires de quien piensa / que lo visible es la realidad." Otras narraciones conmovedoras de viudez: el poema Funeral Blues -también conocido como Stop all the clocks (Detengan todos los relojes)- de Wystan Hugh Auden (originalmente compuesto con intención irónica) y las crónicas El año del pensamiento mágico, de Joan Didion, y Niveles de vida, de Julian Barnes.

Mi ángel tiene alas negras, de Elliot Chazze (1953)

Del otro lado de la ley, el amor es más intenso. Esta novela negra sobre criminales que huyen, escrita por un autor menor del género, es una joya literaria increíble redescubierta en Argentina por la editorial La Bestia Equilátera, y tiene un final más desesperadamente romántico que un lento de los ochenta. Se sabe que el policial, la novela negra, narra el lado B de la sociedad, lo que nos amenaza a nosotros, plácidos lectores pequeñoburgueses. Tim Sunblade es un fugitivo que tiene un plan para hacerse millonario, pero para eso necesita a Virginia, una prostituta. Las cosas salen mal y después bien y después… Parece que en cualquier momento Tim va a matar a Virginia o viceversa. Como tantos policiales, Mi ángel… es una historia sobre pasados oscuros, sobre la invención de la identidad y sobre la culpa. Un gran pozo negro, literal, atrae a la pareja con su sombra. El final es al mejor estilo Thelma & Louise, pero más trágico.

Fiebre en las gradas, de Nick Hornby (1992)

Escena de la versión cinematográfica
Escena de la versión cinematográfica de “Fiebre en las gradas”

Reclamo un lugar en esta lista amorosa para el campeón literario de las listas, alguien que al igual que Borges usa las listas como recurso narrativo. Nick Hornby es quizás más conocido por su novela Alta fidelidad, cuya versión en cine protagonizó John Cusack. Fever pitch es la historia de la relación de su autor con… un club de fútbol: es la historia de un fan. El fanatismo -palabra averiada- es una manera de amar. A través de una lista de todos los partidos del Arsenal y de la selección de Inglaterra que vio en la cancha, Hornby cuenta la historia de su vida. Gracias al fútbol, Hornby entendió a su padre y se entendió a sí mismo. "Los sentimientos que engendra el sexo no son tan intensos como los que genera un gol en el minuto 92 que define un campeonato."

Borges, de Bioy Casares (2006)

Borges y Bioy
Borges y Bioy

Salgamos de las definiciones más estrechas del amor e incluyamos, como diría el protagonista de este libro, un ítem no incluido en esta clasificación. ¿La amistad no es una forma del amor? La mejor prueba de ello son las 1650 páginas de este diario, quizás la gran obra literaria de Adolfito, que se ocupó de registrar todas las veces que Borges -durante cuarenta años, una o más veces por semana- fue a cenar a su casa. Una extraña pareja: un tímido y un bon vivant, un genio literario y su sombra. El malicioso placer del chisme y el arte de la conversación son el medio para la construcción de una de las grandes amistades literarias de todos los tiempos. Un llamado desde esta página para la imperiosa reedición de ese gran libraco.

Chesil Beach, de Ian McEwan (2007)

Ian McEwan
Ian McEwan

Cuando uno es joven, tiene dos grandes interrogantes: "de qué voy a vivir" y "con quién me voy a relacionar". Chesil Beach es una historia tristísima sobre ser joven y toparse con los mandatos. Atención spoiler: 155 páginas del libro son dedicadas a la narración de la noche de bodas de Edward y Florence, y solo diez al resto de sus vidas. Es la última noche antes de que empiecen los años sesenta, la última noche antes de que el viejo paradigma del matrimonio-para-toda-la-vida se estrole contra el témpano de la invención de la juventud. Con ternura total, McEwan hace una anatomía del instante en el que el cuerpo y la mente de esos dos chicos se encuentran con lo inesperado, con el fracaso sexual y psicológico. La experiencia, parece decir McEwan, es errar; solo podemos aprender de los errores.

*Gracias por los aportes a esta nota de un montón de gente en Twitter y en Facebook. En especial a Fermín Huisman, Anahí Mallol y Agustín Menéndez.

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