Un accidente cerebrovascular en Francia el 13 de diciembre de 1944 se lo llevó para siempre. Vasili Kandinski tenía 78 años (había nacido en Moscú) y una carrera realmente extraordinaria, de esas que rompen con la serie, con lo habitual; de esas obras que hacen trastabillar el camino del arte para volverse sobre sí mismo y replantearse todo.
Se lo considera el padre de la abstracción lírica. No sólo pintaba, también reflexionaba sobre su práctica: escribía y daba clases. Era, lo que se dice, un maestro. En 1912 publicó De lo Espiritual en el Arte, criticando fuertemente las instituciones académicas tradicionalistas y las convenciones que regían la materia. Kandinski creía que detrás de las apariencias había una verdad, entonces apeló al lenguaje de color, así que dio da las pautas sobre las propiedades emocionales de cada tono.
Muchos de sus obras se perdieron, luego de que los nazis las declararan dentro de lo que consideraban el arte degenerado. Sin embargo, la gran cantidad de cuadros que pintó conforma una muestra de cómo, cuando realmente se piensa y se estudia el arte, se puede generar un coletazo en la historia.
A continuación, diez de sus mejores obras.
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