Por Pablo Mendez Shiff
El suicidio es la única pregunta verdaderamente filosófica, la pregunta de la que derivan todas las preguntas, dice un personaje de El sentido de un final (Anagrama) al comienzo de la novela en la que Julian Barnes ofrece su propia lectura acerca del paso del tiempo, la construcción de la memoria, las formas de lidiar con el dolor… y el poder de los secretos.
El novelista inglés de 71 años -conocido por ser reacio a las apariciones públicas- participó de una conferencia organizada por Birkbeck College, de la Universidad de Londres, y la Man Booker Foundation. Es un evento que se hace todos los años con ex ganadores del Man Booker Prize, el certamen que desde 1969 premia a la mejor novela publicada en inglés y dentro del Reino Unido y que ha consagrado a autores como Salman Rushdie, Kazuo Ishiguro y Margaret Atwood, entre otros.
Tras haber quedado seleccionado en tres oportunidades, Barnes ganó el Man Booker por El sentido de un final, publicado en 2011. Barnes empezó su carrera en 1979 como crítico de televisión, primero para New Statesman y después para The Observer, la edición dominical de The Guardian. En 1980, irrumpió en la escena literaria inglesa y desde entonces publicó cuentos cortos, libros con seudónimo, autobiografías y doce novelas.
"En parte, el proceso de escribir un libro es destruir el lugar de donde proviene", le confió al entrevistador Russell Celyn Jones, profesor de escritura creativa de Birkbeck. "Sin embargo, puedo indicar dos lugares en los que encontré la idea: hace unos años escribí un libro de memoria familiar, Nothing to be frightened of (Nada que temer). Empecé a hablar con mi hermano, que es tres años mayor que yo y trabaja profesionalmente como filósofo, acerca de nuestros primeros años de vida y me sorprendí al notar lo divergentes que eran nuestros recuerdos. Al jubilarse, mi abuelo, el papá de mi mamá, se fue a una granja y compró gallinas a las que mataba personalmente, y me acuerdo de manera muy vívida porque él me enseñó a hacerlo. Entonces le pregunté a mi hermano: '¿Recuerdas al abuelo matando gallinas?'. Y me respondió: 'Sí, muy vívidamente porque me enseñó a hacerlo. Había una suerte de guillotina en la que el abuelo ponía los cuellos de las gallinas, que después empezaban a dar vueltas por el corral mientras se iban desangrando'. Las historias son incompatibles, a menos que mi abuelo me haya mostrado la versión suave porque era más chico y pensara que mi hermano estaba listo para conocer la verdad. Ese fue el comienzo de este libro: cuando descubrí lo diferentes y falibles que pueden ser nuestros recuerdos a medida que envejecemos".
"Y la otra zona de la que proviene el libro es un momento extraño que tuve en mi vida. Cuando estaba en el colegio, tenía un amigo que se llamaba Alex y era brillante; era mejor que yo en las clases de inglés. Yo fui a una universidad, él fue a otra y nuestros caminos se separaron. Pero siempre me lo imaginé como alguien que trabajaba en el campo de las humanidades, posiblemente como profesor, o en el sector público, o como diplomático. Cuando cumplí 50 años, me encontré a un compañero del secundario en el subte y, después de ponernos al día, le pregunté cómo estaba Alex. 'No, Alex se suicidó cuando tenía 25', me respondió. Ahí me di cuenta de que había estado pensando en alguien que había dejado de existir hacía tiempo. En el libro, en vez de usar al suicidio como elemento escondido –está en el primer capítulo-, lo tomo de punto de inicio de algo que no ha sido descubierto, como en una novela de detectives", reveló ante centenares de estudiantes.
En las semanas previas al encuentro, la universidad se encargó de repartir dos mil copias gratis del libro, por lo que si bien la mayoría del auditorio conocía el material, el autor y el entrevistador se cuidaron de no adelantar demasiado contenido. Puesto a hablar acerca del momento en que comienza la historia, cuando un grupo de cuatro adolescentes está descubriendo su sexualidad en las afueras de Londres y a fines de la década del sesenta –mientras de alguna manera enfrentan a sus padres, se burlan de los profesores y se imaginan cómo serán en su vida adulta-, Barnes señaló: "En un punto, mucha gente cree que los niños nos volvemos adultos y ahí es donde empezamos la vida cuando, de un modo existencialista, vamos a poder definir nuestras vidas como individuos filosóficamente libres. Cuando, en realidad, para el momento en que pensamos esas cosas, nuestras vidas ya han sido influenciadas por lo que heredamos, por nuestra crianza y las personas que nos rodearon; eso significa que nuestro poder de maniobra es en realidad mucho más pequeño de lo que creemos".
Con un dominio de la escena que sabe disfrazar de timidez, el autor se refirió a la adaptación cinematográfica de su novela que se hizo a comienzos de este año. Dirigida por Ritesh Batra y escrita por Nick Payne, es una versión que tiene notables diferencias con el libro. "Mi actitud general en estas circunstancias es 'Tomá el dinero y corré'. No soy escritor de guiones ni director, así que dejo que las personas que saben se encarguen de eso y no soy de los que piensan que la película debe estar conectada al libro sino todo lo contrario. Cuando fui al cine verla por primera vez, pasaron 45 minutos y pensé: esto es interesante, lo estoy disfrutando, pero no vi ni una sola línea de mi texto. Y una de las principales diferencias entre la ficción y la película es que el cine cree profundamente en la redención y, por el contrario, la literatura, como en la vida real, no hay espacio para la redención".
Finalmente, anunció cuál es su próximo proyecto: "Acabo de terminar una nueva novela que se va a publicar el año que viene. Es sobre el primer amor, que siempre se conjuga en tiempo presente y en primera persona".
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