Todo comenzó cuando la periodista peruana Gabriela Wiener decidió ponerse en la piel de los protagonistas de sus historias y entonces iba a una fiesta de swingers o asistía a otro tipos de prácticas sexuales o, incluso, donaba óvulos para pagar el alquiler y lo contaba en sus artículos, primero en Perú, luego, desde el 2003, en España. De poner el cuerpo para intentar saber qué sentían los otros, Wiener pasó a contar su propia vida, para así contar la de los otros y también para visibilizar padecimientos compartidos con multitudes como el bullying, la violencia de género o la desesperación por el cuerpo inconveniente y a contramano del modelo de la época, pero también para dar a conocer experiencias amorosas y sexuales atípicas que suelen estar replegadas tras los muros, a resguardo de las críticas o las agresiones. Mientras en su libro Nueve lunas (Marea) se propuso reflexionar sobre el lado B de bizarro y brutal del embarazo, en el último, Se dice de mí (Estruendomudo), hizo hablar de ella a los otros, a los cercanos, a ex amores y también a los actuales. A su hija de 11 años y también a su marido y a su mujer. Sí: Gabriela vive en familia con su marido Jaime y con su mujer, Rocío, además de con su hija Lena y con Amaru, de año y medio. Juntos experimentan lo que se ha dado en llamar poliamor, un matrimonio de tres o una tripareja, como decidió bautizar Lena esta experiencia huérfana de referentes. Una cama de cinco plazas, varios cuartos para cuando deciden dormir separados, un padre biológico de dos niños, nacidos de cada uno de los cuerpos de esas mujeres y un viaje amoroso hacia lo que nadie puede adivinar cómo continuará al día siguiente. Exactamente igual que en una pareja de a dos, ¿o no?
— Llegaste a Buenos Aires para participar del primer festival de no ficción, Basado en Hechos Reales. Sos una de las cronistas latinoamericanas más conocidas, vivís en España hace muchos años, y trabajás hace mucho en aquello que llamamos no ficción o crónica o, en tu caso, periodismo bizarro o gonzo. Te metiste en todos lados, escribiste sobre cosas muy disimiles y escribís mucho sobre vos y sobre las cosas que te pasan. ¿Eso tiene que ver con distintas épocas de tu vida o sentís que todo el tiempo te gusta escribir sobre todas esas cosas?
— A ver, de hecho en lo que has contado hay un proceso. Hay como una especie de evolución o involución porque yo empecé en el periodismo cultural y luego entré en la crónica y es verdad que hice mucho periodismo con un toque autobiográfico y de vivencia, como le llaman periodismo gonzo, esto de poner el cuerpo y de verdad convertirte un poco en el periodista protagonista, como en Sexografía, que fue mi primer libro. Pero es verdad que eso ya no lo hago tanto. O sea, ya es como muy puntual el tema que trabajo de esa manera. Más bien como que mi deriva se ha ido cada vez al ensayo más personal. He empezado a hacer columnas en lugar de hacer grandes reportajes o crónicas, si bien sigo haciendo mis cosas, sigo haciendo trabajo alimenticio, periodismo de batalla, hago entrevistas culturales, hago algún artículo, hago mucho columnismo y ya sabes, cuando puedes escribir tan poco en papel, me encanta hacer pequeñas especies de bonsáis de palabras. Y luego he hecho mucho, bueno, pues no sé, un tema como el de Nueve lunas, ¿no?
— Escrito a partir de tu embarazo.
— Claro, podría parecer un tema de periodismo gonzo y de repente claro, es un ensayo más bien personal y es una reflexión sobre la maternidad.
— Es como, por un lado, poner el cuerpo y, por otro, aparece el yo que no necesariamente es tan físico. Hay una cosa más metafísica, más de reflexión si se quiere.
— Sí, sí. Es así, la crónica -que es un poco el tema de este festival- habla sobre la subjetividad, habla sobre la mirada, habla sobre hacer literario algo que siempre habíamos entendido como objetividad periodística o hechos reales y nada más. Simplemente creo que está basado en hechos reales pero hay ahí un trabajo importante con el lenguaje. Eso fue para mí lo básico. Lo que pasa es que por alguna tendencia o mala tendencia yo me centraba muchas veces en mí.
— ¿Pero te arrepentís?
— No, no, hasta ahora lo hago. Mi último libro, que se llama Dicen de mí, es un libro en el que ya ni siquiera lo escribo sino que les pido a los demás que escriban sobre mí. Son entrevistas con gente de mi vida, aparecen ahí mi madre, mi padre, mi vecino, mi ex novio que me pegó, mi mejor amiga, mis parejas, mi hija, están todos ahí y a todos les hago preguntas incómodas, preguntas que a mí siempre me han quemado adentro. Pero bueno, es parte de mi proyecto también. Mi periodismo siempre ha sido mi literatura, o de un tiempo a esta parte se ha convertido en eso. O sea, una manera de jugar con mis herramientas, de forzarlas, las típicas del periodismo, por ejemplo convertir algo como la entrevista en una manera de llegar a ciertas verdades O de seguir ciertas búsquedas, en este caso las de las conexiones con el otro.
— Leí que decías algo así como que hablar de uno es hablar de todos, a veces. ¿Te escribe la gente diciendo que se identifica con ciertas cosas que contás?
— Sí. Un fantasma que siempre ha estado como hablando a mi oreja es el de la irrelevancia, ¿no? El hecho de que si de verdad esto le importa a alguien. Porque, además, la gente no ha tenido ningún problema en decírmelo; quiero decir cierta prensa, a la hora de analizar algunas obras mías, sobre todo los que no las leen la verdad, siempre hacen esta referencia de "otra vez esta tía hablando de su vida, a quén le importa". En algunas columnas me pasa, comentarios de machitrolls, los leo habitualmente. Entonces también es una pregunta que está dentro de mí: ¿de verdad esto tiene algún sentido? Y menos mal que tengo un feedback bastante importante y que tiene que ver con esto que dices: el hecho de contarme a mí tiene algún sentido porque de alguna manera le estoy contando a otra persona también. Y ocurre: de repente alguien lo lee, se siente identificado y de verdad como que algo se mueve en el mundo. Si tú de repente visibilizas un tema que tiene que ver con el género, que tiene que ver con los derechos, con las libertades, con el cuerpo de las mujeres por ejemplo, que son un poco los temas que yo he tratado, de repente hay una que aparece u otra. Que es un poco también el fenómeno Ni una Menos, la verdad, que es en realidad mujeres que escriben, que testimonian, mujeres que narran una historia personal y que de repente generan en otras una reacción en cadena.
— Se abre una puerta.
— Se abre una puerta. Y es a través de algo escrito, y es a través de una literatura personal ¿no? Eso es lo que me ha pasado a mí casi siempre en los mejores momentos con mi escritura.
— Hablabas de Dicen de mí y mencionabas la entrevista a un ex novio tuyo que te pegó y después hablabas de tus parejas. Y vos tenés parejas a lo largo del tiempo pero tenés parejas en simultáneo. ¿Cómo es tener parejas en simultáneo, vivir lo que se llama el poliamor? ¿Cómo es eso y cómo es contar eso?
— Pues sí, a ver, ese es un aprendizaje constante porque no tienes referentes, básicamente. Los que hay a veces se diluyen. De repente encuentras a gente que lo hace y a los pocos meses esto ya no está funcionando. Lo nuestro ha tenido sus altos y bajos, ¿no? Yo he pasado por momentos de bastante fe, de proselitismo del poliamor, de ponerme la camiseta, para luego encontrarme muerta de celos por alguna situación o descuidada por un lado, porque es que realmente esto funciona si uno logra equilibrar los deseos personales, propios, tus propias demandas y el cuidado de la otra persona. Y es que, de repente, palabras como "compromiso" se nos han quedado ridículas, se nos han quedado viejas. Y tiene más sentido hablar de cuidar al otro, ¿no? Y lo de la libertad individual, lo de ese deseo que uno le quiere dar rienda suelta, de repente choca también con los deseos del otro. Y eso hay que estar mirándolo todo el tiempo. En efecto, ser tres tiene los mismos problemas que aparecen cuando somos dos. Los celos, las inseguridades. Yo tengo la teoría de que casi siempre somos tres en realidad, solamente que hay una escondida o escondido.
— Eso te iba a preguntar, ¿y en este caso no puede ser que haya cuatro? Quiero decir, ¿aparecen celos o fantasías con gente por fuera?
— No solamente fantasías, aparece gente real también. Y esto genera los mismos cuestionamientos. Se supone que uno está porque… o sea, más o menos uno se está desprogramando porque de repente estamos en una reflexión constante sobre eso para lo cual deberíamos estar más preparados pero hay cosas que a mí me han arrollado. Hay cosas que a mí me han dejado sin palabras y me han dejado sin capacidad de gestionar, muchas cosas emocionales porque, como te digo, para mí muchas cosas también son nuevas en esto. Y la verdad es que el hecho de narrarlo para mí también tiene esa importancia.
— ¿Vas pensando mientras vas escribiendo? Digo: ¿reflexionás sobre esto a medida que escribís también?
— Sí, sí. O sea, creo que toda experiencia de repente para mí es una manera de… de allí se abre algo, ¿no? Es la chispa de escritura, siempre. Y ya no sé qué es lo que ha generado la escritura, si mi vida o si yo he generado algo en mi vida para que se genere esa escritura. Está todo muy retroalimentado. Entonces de repente esa búsqueda de experiencias me ha llevado a escribir ciertas cosas.
— Me hiciste acordar a una película de Woody Allen en la que un personaje le decía a su esposa, que era escritora: quisiste embarazarte o quisiste tener un hijo para ver qué se sentía y escribir sobre eso. ¿Te planteás algo de eso, a veces?
— Bueno, a ver, de repente las experiencias en sí son las que más me movilizan, quiero decir la vida, eso está claro. Pero no puedo negar que me brillan los ojos cuando de repente sé que voy a tener un hijo, que ese hijo a mi edad, que yo ya tengo una hija de once años, es el hijo de la mujer que amo y de la hombre que amo, un hijo biológico de ellos y que lo vamos a criar los tres. O ye, obviamente que eso inmediatamente me empuja a la escritura, ¿no? Y, de alguna manera, también a la reivindicación porque en tanto empiezas a abrir estos caminos nuevos, que te decía sin referentes, te encuentras con unas realidades invisibles también. El hecho de que por ejemplo yo no pueda firmar a ese hijo, eso es real. Nosotros medio que hackeamos el sistema y le pusimos mi apellido de segundo nombre. Y cómo no contar eso, ¿no? Es importante contarlo porque al contarlo, existe. Y hay gente que piensa que estas cosas no existen, o no son posibles. Me gusta eso, jugar con lo real pero también con lo posible.
—¿Cuánto hace que viven de esta manera, que tienen esta familia?
— Bueno, a ver, sí, como tres años. Nuestro bebé tiene dos. Y así estamos.
— ¿Y qué pasa con tu hija de once?
— Ah, mi hija es una crack. Es una niña muy lista y entendió todo desde el primer momento. Está aburrida ya de hablar del tema, de hecho es una de mis entrevistadas en el libro. Ahí le cuento, le pregunto cómo fue cuando… cómo se enteró de lo de Roci. Cómo fue intuyéndolo. Y ella recuerda que estaba en su típico despertar, Rocío se quedaba alguna noche en nuestra casa, en nuestra cama, todavía vivíamos en un departamento en Madrid, pequeño, que no estaba muy dado al poliamor, y se iba por la mañana al sofá y se hacía la que estaba ahí durmiendo. Y Lena recuerda esa vez que despertó y bueno, iba a ir a ver televisión, o comiendo un pan, o dos, o tres, o cinco, y de repente estaba ocupado ese sofá por una chica ahí, despeinada (Risas). Y una vez nos encontró besándonos y nos dijo "sois lesbianas, le voy a decir a mi padre". "Ah bueno, pero tu padre está enteradísimo de esto"… Y entonces se lo contamos y bien. O sea, al día siguiente ya estaba súper adaptada a la situación. A los pocos meses nos mudamos juntos todos.
— ¿Y qué pasa con su entorno?
— Pues ella va al colegio y al principio le hablaban de "la novia de tu papá" y ella decía: ellos son una tripareja. Ella siempre explicando e incluso inventándose términos. Porque a ella se le ocurrió eso. Y entonces un día como que ya le preguntaban pero Roci, quién es, entonces ella decía bueno, es una papa. O sea, ya no me preguntes más y ya está, ¿no? A veces yo hago bromas y le digo anda ahí con tu segunda madre y tal y ella es mi Roci dice, es mi Rocío y ya está. Los niños están súper más allá.
— Para tu hija, entonces, es completamente natural. ¿Y qué pasa con los adultos de tu familia? ¿Cómo se adaptan a esta situación? O para los amigos de la familia, de pronto: ¿resultó algo natural, también?
— Lo de la familia es sorprendente, siempre me lo preguntan, y son las ganas de normalizar que tienen las familias que te quitan todo elemento transgresor inmediatamente, te invitan a sus Navidades, a sus bodas y a sus bautizos, y aunque somos tres "mira, ahí vienen los poliamorosos, ja, ja, ja . Mira que el término lo detesto, la verdad. Pero bueno, si es así como de bromita lo acepto, pero ya te digo, si a las familias les das un bebé, olvídate, ya estás perdonado (Risas). Hagas lo que hagas.
— No te gusta la palabra poliamorosos, pero ¿cómo lo llamarías o cómo lo definís?
— No, bueno, unas relaciones no monógamas, es lo más habitual. O amores libres también, relaciones libres. Me gusta el término. Ninguno es exacto pero no sé, el de poliamor ya es como una etiqueta un poco gastada. Que te digo, ya no me pongo la camiseta tampoco.
— Hace un rato decías que el departamento en el que vivían no estaba preparado para el poliamor o algo por el estilo.
— Bueno, para ser más de dos hay que tener unos espacios más grandes, por eso nosotros decidimos irnos del centro de Madrid los tres porque igual para tener un espacio más grande tienes que irte lejos, para pagar menos. Y tener más habitaciones es básico porque no siempre queremos dormir los tres juntos, no, a veces nos separamos de dos en dos, digo, de dos y uno. Y luego nos compramos una cama gigante que no entraba, la mandamos a hacer porque no existe algo así que tiene como para cinco plazas, todavía hay un margen. Y claro, esa cama en sí no entra en una habitación normal, tampoco ¿no? Entonces, como que encontramos un sitio que se adaptaba a nuestras necesidades de expansión.
— ¿Te agreden mucho?
— Me agreden, sí. O sea, me han agredido toda la vida. Normal. Sí, sí, sí. O sea, con el tema pues de raza, de cuerpo, encima escribo sobre estos temas. Sí, me ridiculizan. Pero eso yo lo hago mejor que nadie, yo me ridiculizo sola si querés.
— No te afecta.
— No me afecta en parte. O sea, aunque ya estoy acostumbrada a los trolls, a los machitrolls, y que están todo el rato dándole yo creo que ya pasó un poco. Igualmente te duele, o sea, llega un momento en que sí, si te pones a leer esas cosas de verdad te duele. Pero me acuerdo que, no sé, igual cuando saqué mi primer libro ahí sí me enfrenté a una horda de malditos insectos que me insultaron muchísimo y me acuerdo que recogí como los mejores insultos, los más bestias, e hice como una especie de escultura de insultos en un blog que tenía, poniendo los peores comentarios. Todavía me importaban a ese nivel. Lo hice como para, no sé, quería restregarles su odio. Ahora cada vez lo siento menos individual. Creo que es una cosa ya compartida entre muchas mujeres que estamos dando la lucha, que estamos dando la cara en muchas cosas, que estamos visibilizando muchos asuntos, que estamos cuestionando el machismo, el racismo. Entonces es como si "tocan a una, nos tocan a todas", esto está pasando todo el rato. Entonces al mismo tiempo que hay ataques, también nos estamos defendiendo en red. Y organizando. Yo ya tengo no sé cuántos grupos de feministas en redes, cerrados, donde estamos todo el rato contándonos nuestras cosas, solidarizándonos entre nosotras, denunciando cosas. Son importantes estos espacios de respuesta al insulto, al acoso, al odio.
— Estás teniendo también acciones más concretas como, por ejemplo, negarte a ir a determinadas actividades culturales en la medida que no haya paridad. Contame un poco sobre eso.
— Sí, bueno, sí, hace poco como que decidí visibilizar ese tema como una decisión porque efectivamente me ocurrió. Me invitaron a una mesa donde yo era la única mujer y claro, hice como un repaso de mi vida y decidí no ir. Porque en ese repaso quedaba claro que muchísimas veces yo había sido la única y que era una cuota. Y que esto, de alguna manera, a mí me había privilegiado respecto a otras que ni siquiera eran las únicas. Miré mucho ese tema, me pregunté por qué esa era la manera en que una escritora tenía que ser legitimada, si era incluida por un grupo de hombres que sí están instalados en el mercado o en el canon y haciendo esa revisión dije "por qué no". No se me ocurrió a mí de la nada sino que estaba pasando a mi alrededor. Acababa de pasar en España también un encuentro de columnistas que todos eran hombres, como treinta en un cartel que los anunciaba, y ni un solo hombre, ni un solo escritor, se bajó de la moto, cuando, en realidad, eso es lo que hay que hacer, o sea, son ellos los que tienen que decir no voy, no voy, y gracias a eso, pues, incluirán a otras escritoras. Pero es muy difícil que quieran salirse de su lugar de privilegio, de renunciar a eso. Y eso sería bueno, sería compañero, sería de buen compañero hacerlo. En Perú además se necesita más que nunca porque las escritoras mujeres hemos sido bastante invisibilizadas, menospreciadas ya te digo, por las grandes editoriales, por los grandes circuitos, por la gran prensa. Recién hace poquísimos años, yo te diría hace dos años, que empiezan a ser publicadas por los sellos importantes. Y que empieza a haber un trabajo de verdad entre un editor y una escritora para su promoción, para su desarrollo como artista. Y son cosas que no se han hecho precisamente porque estaba todo copado por los mismos que cada año sacaban su novela y cada año eran éxitos y bestsellers y nadie se preguntaba nada. Todo esto lo está haciendo el feminismo. O sea, yo hace unos años tampoco pensaba en estas cosas y me alegraba de estar en la foto con diez huevones, con diez hombres.
— Te parecía que eras como la elegida.
— Soy la única buena, ¿no? Soy la única buena. Y me lo decían todos los días, pero Gaby, si tú eres la única buena, no hay más escritoras, no hay más, no hay más. ¿Cómo no hay más? ¿Y ésta, ésta y ésta? No son buenas. Entonces siempre es así, porque a ti no te gustan, no existen, ¿no? Las exceptúan de todo, o sea, todo el canon, el gran festival de la Real Academia. Son un montón de señores que se ponen a decidir sobre cuál es el gusto, la estética, lo que entra y lo que no entra. Y casi siempre, o el setenta, ochenta por ciento, son hombres. En literatura también es sangrante pero bueno, tú ya lo has visto, lo ves en la política, en el arte, en la cultura, en la economía, todo va la misma foto. Contra esa foto vamos. O sea, vamos a romper con eso de una vez. Vamos a hablar de paridad porque no hay, pues las buscas, las buscas ¿no? Las vas a encontrar. Y eso va a ser importante para que surjan nuevos cuadros, nuevos perfiles de mujeres.
— Cuando uno está en pareja de a dos, cuando no va más, son dos los que deciden que no va. Acá fueron tres los que tomaron la decisión de vivir juntos pero ¿qué pasa si hay dos que no quieren estar más juntos? Porque claramente esto va más allá de lo sexual, que hayan decidido vivir juntos ¿Qué pasa si de pronto decís no quiero estar más con Jaime, me quiero quedar solo con Rocío o algo por el estilo? ¿Podría pasar? ¿Se lo plantearon?
— Podría pasar. No ha pasado, podría pasar.
— Sería más difícil de tomar la decisión de cómo se redistribuye esa familia, a eso me refería.
— Bueno, es lo mismo, se pierde uno, ¿no? O sea, de hecho nos hemos construido así porque no quisimos decidir entre uno y otro. No quisimos restar, quisimos sumar. En el caso de Jaime que éramos un bloque y ahora somos tres individuos, si uno se quita puede pasar lo siguiente, puede que las otras dos se queden bien y felices o eso, que lo que sale hace que lo demás se caiga, como no sé qué estructura que tiene tres patas, ¿sabes? Puede que se caiga todo también. Depende, o sea, depende, sí, no lo sé. Puede aparecer también un cuarto o cuarta.
— Eso podría existir.
— También. O sea, como todas esas posibilidades están. A veces las hablamos, a veces nos reímos, a veces nos parece imposible o estúpido ¿no? Que si ya esto es ingestionable, imaginate más… Y también la idea de ser menos es como qué aburrido, también.
— Poco o insuficiente…
— Por ejemplo, ya verme solamente con un hombre, sola, un hombre y yo, me da escalofríos. Ir por la calle incluso sola con un hombre, no sé, lo siento. O sea, como que no quiero hacer esa publicidad, políticamente lo detesto, todavía políticamente me parece mejor ir con una mujer. Pero si somos tres, me parece también político… No sé, es que amor y política para mí están muy unidos. Pero al final en el fondo hay sentimientos que te unen o te separan, y eso te puede pasar si hay dos, o tres, o cuatro.
— Gaby, ¿qué lees? ¿Qué te gusta leer?
— Pues me gustan mucho los libros tristes, como de duelo. Me encantan esos libros de no ficción. Me gustan las memorias. Me gusta la literatura en primera persona.
— Siempre ligada a la realidad, digamos.
— Sí, sí. Lo que escribo, lo escribo porque me gusta leer ese tipo de cosas también. De repente encontrar una novela que me guste es un poco complicado.
— Nunca escribiste ficción.
— No, nunca. Escribo muy mal ficción. O sea, a la hora de fabular algún relato me sale todo muy impostado, como haciendo literatura forzadamente. Entonces se me ve mucho el artificio. Sí, como medio oxidada, me cuesta fluir en esa situación.
— Te hago la última pregunta, ¿qué es el amor para vos?
— El amor.
— Sí.
— (Risas y suspiros) Ya, el amor. No sé, creo que es es como una especie de fuerza. No sé, creo que es una energía como creadora. Como que de repente se comparte y es explosiva, y es constructiva pero a la vez también es destructiva en sus momentos más pasionales. Pero que está en todo. O sea que es una cosa, no sé, de conexión con el mundo. Es una cosa casi, sí, divina. Cósmica, sí. Sí, ya me salió el lado así místico. Pero sí, tiene una cosa espiritual yo creo, no sé, algo como sin nombre. Es el todo.
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