Emmanuel Carrère es una rara avis de la literatura francesa o, para ser más justos, una rara avis de la literatura. Los saltos en su obra, no con respecto a la calidad, sino al género, lo convirtieron en un autor imposible de etiquetar, de rotular. Asegura que prefiere ser un "autor más original que conformista", porque a fin de cuentas esa variaciones, esos giros, lo llevaron a producir una obra variopinta en matices, rica en voces y altruista con el lector.
Sin embargo, hoy atraviesa una crisis de creatividad, un territorio que, sin embargo, no es nuevo para él. Un páramo que puede presentarse eterno, pero que oculta, más allá de lo evidente, un oasis a punto de ser descubierto. Mientras tanto se refugia en su otro gran amor, el periodismo, quizá para encontrar sentidos inconscientes que lo lleven otra vez a producir esa ficción sin ficción que caracterizan su obra.
Se debut con L'amie du jaguar (1983) le valió una nominación en el Gran Premio de Novela de la Academia Francesa, galardón que hoy aún le es esquivo, pero que le valió la atención de la crítica y los lectores: "Debutar con un gran éxito puede ser muy complicado. En ese sentido, mi carrera no ha sido difícil. Lo que no significa que no haya habido momentos muy arduos en lo que respecta a la escritura", dijo al diario El País de España.
Y con momento arduos refiere al que atraviesa en ese momento, una crisis que no le es del todo desconocida: "En dos periodos distintos, me pasé siete años sin escribir y preguntándome seriamente si algún día volvería a conseguirlo. El primero fue entre Una semana en la nieve y El adversario. El segundo, entre El adversario y Una novela rusa. No excluyo que este sea el tercero. No tengo ningún proyecto de libro desde que escribí El reino. Lo cuento con ligereza, pero no es un momento ligero. Estoy pasando por un momento difícil".
Hasta el momento, Carrère salió de esas crisis a fuerza literatura y en ambos casos ingresando en géneros que hasta el momento le eran desconocidos. Mientras que con El adversario abandona la ficción, con Una novela rusa o Limónov ingresa en el campo de lo autobiográfico.
"Hace dos años tal vez pensara que la forma híbrida que empecé a usar a partir de El adversario estaba agotada. Pero ahora mismo no tengo la menor idea. No sé qué viene después. Me siento angustiado, aunque algo menos que las otras dos veces. Entonces podía pasarme días tumbado en el sofá mirando el techo. Ahora no estoy inactivo: escribo guiones y reportajes. Para un escritor de no ficción, hacer un reportaje es el equivalente a escribir un cuento para un autor de ficción. El periodismo te permite salir al exterior y exponerte a lo inesperado".
Y es el periodismo donde encuentra sosiego, el vergel que lo mantiene activo y lo ayuda a migrar hacia un destino que siquiera él conoce. Por eso, cuando recibió en las últimas horas el Premio de Literatura en Lenguas Romances -antiguo Premio Juan Rulfo-, en la Feria del Libro de Guadalajara, no pudo evitar expresar su solidaridad con aquellos que "siguen ejerciendo este oficio tan difícil y tan peligroso" en México.
Antes de recibir el premio, explicó que el evento le produce "una satisfacción narcisista, igual que puede serlo recibir una buena crítica o protagonizar un éxito en las librerías. Un premio te invita a seguir adelante. No creo que dejase de escribir si no me dieran ninguno, pero es algo que te da aliento para continuar. Cuando te encuentras en un momento difícil, los premios te ayudan psicológicamente, igual que puede hacerlo la carta de un lector que ha entendido tu obra como tú quisiste concebirla. Te indica que no estás trabajando en vano".
Para el también guionista y realizador francés "el periodismo es una forma de literatura" y sostiene que el uso de la primera persona es clave en el proceso de la credibilidad, una manera de mostrar honestidad para con el lector: "Cuando uno escribe, nunca tiene acceso a la verdad. Podemos correr detrás de ella, pero no tenemos derecho a presentar el resultado como si lo fuera. Solo podemos asegurar que los hechos relatados son exactos y verídicos".
“El periodismo es una forma de literatura”
"Ese es el tipo de periodismo que me gusta leer. Cuando leo un reportaje o una crítica, siempre disfruto más cuando logro entrever a la persona que se encuentra detrás. Para mí, la primera persona es un instrumento de honestidad. Es una forma de señalar que no estás revelando ni la verdad ni la realidad. Solo estás contando lo que tú has logrado descubrir o comprender de un tema determinado. Cuando me recriminan que es un síntoma de narcisismo, respondo que sí. Pero añado que ese narcisismo también suele estar presente cuando un escritor usa la tercera persona".
Es que para Carrère el narcisismo no solo está relacionado con los galardones o las ventas, sino que es una sensación intrínseca al hecho de escribir y si bien asegura que busca "ejemplos que demuestren lo contrario", no los encuentra, aunque lo "emocionan esos autores que escriben sin levantar la voz", como Antón Chéjov, Georges Perec o W. G. Sebald.
Sobre el lector y la muerte de la novela
"Cuando escribes un libro te encuentras extremadamente solo. Al establecer un contacto satisfactorio con los lectores, ya sean individuos anónimos, críticos profesionales o miembros de un jurado, logras salir de esa soledad. En realidad, uno siempre espera una respuesta. Aunque, más que ganar un premio, lo que me parece decisivo es ser publicado o no serlo. No sé si yo hubiera seguido adelante en el segundo caso. Después, siempre es mejor tener 200.000 lectores que solo un centenar. Pero, incluso en el segundo caso, ya me parecen los suficientes para continuar. Lo problemático es que no haya ninguno", sostuvo.
Carrère es una rara avis. Muestras sobradas de su constante reinvención se hallan en las bibliotecas del mundo, pero esto no es porque busque forzar a la originalidad, sino simplemente deja que su oficio como periodista, por la documentación por ejemplo, ingrese en el terreno de lo ficcional.
"Yo escribo novelas, aunque sean novelas sin ficción. Si a partir de El adversario evité definirlas explícitamente como tales, fue solo por coquetería. Quise insistir en la dimensión documental de mis escritos. Pero la verdad es que mis libros recurren a todos los recursos propios de la novela. Nunca he creído ni por un segundo en la muerte de la novela. Es algo tan proteiforme y elástico. Una novela puede ser tantas cosas a la vez que me parece muy difícil que alguien pueda llegar a matarla".
“Una novela es lo que sucede cuando intentamos imaginar en qué podríamos convertirnos o en qué consiste ser otra persona”
Una novela "es lo opuesto a la literatura de ideas, que es el trabajo propio de un ensayista", "es lo que sucede cuando intentamos imaginar en qué podríamos convertirnos o en qué consiste ser otra persona", "puede ilustrar una idea, pero siempre a partir de la narración" y "eso también sucede en el periodismo, al que podemos dividir entre análisis y reportaje. Este último no deja de ser, después de todo, un relato. Sin encontrarlo mejor o peor, yo estoy en ese segundo bando. Si tengo algún tipo de talento, debe de encontrarse en ese campo".
Inmerso en su "crisis creativa", esta rara avis se complace de su lugar de inclasificable en el que la crítica supo colocarlo. A fin de cuentas, en ese limbo literario están "todos los autores que realmente admiro", explica, y si le piden ser "extremadamente sincero, diría que los grandes escritores nunca son clasificables".
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