Las otras internets: secretos, prohibiciones y fronteras en el mundo digital

El sociólogo francés Frédéric Martel, autor del libro "Smart", habló con Infobae sobre las webs alternativas en China o Irán. Un análisis de la censura y la contracensura. Además, la manifestación de las identidades nacionales y la diversidad cultural

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No hay una internet sino varias internets. Porque este sistema global no es del todo heterogéneo ni igual en todos lados. Hay variaciones teñidas por diferencias económicas, sociales y políticas. El francés Frédéric Martel se encarga de explorar esas singularidades en su libro Smart.

De visita por la Argentina, Martel habló con Infobae de esos mundos digitales que descubrió, que vivió en primera persona. Porque lo primero que aclara durante la entrevista es que lo suyo es trabajo de campo. "Se puede hacer una investigación desde tu casa, con la computadora, pero yo no hago eso; voy hasta los lugares, entrevisto personas, veo lo que ocurre en cada sitio", destaca Martel, periodista, sociólogo e investigador.

-En el marco de la investigación que hizo para Smart, ¿cuáles fueron las restricciones en la web que más le llamaron la atención?

-Hay muchas restricciones, a veces censura o más. Por ejemplo sitios como Facebook, Google o YouTube están totalmente prohibidos en China. En Irán, por ejemplo, cuando viaje, usé Google, que no estaba prohibido en ese momento, y hay censura cuando se escriben determinadas palabras. Recuerdo que al tipear sexo, sexualidad u homosexualidad era redirigido a una página donde se me preguntaba si quería comprar el Corán. Esa es una gran forma de censura. Hay lugares como Cuba, donde una website puede ser censurada, o en China si se usan determinadas palabras se pierde o se le da de baja la cuenta de Twitter.

-Usted da a entender en el libro que esas restricciones sirvieron a algunas economías, como en el caso de China, para generar sus propios negocios. ¿Se puede decir entonces que, en algún punto, las limitaciones o censuras tuvieron un impacto positivo?

-No creo que la censura sea buena nunca, de ningún modo. Al mismo tiempo, es cierto que en China construyeron un ecosistema nacional, su propia internet. De hecho es el único lugar en el mundo donde no se usa Google sino Baidu; no se usa Amazon sino Alibaba; no se usa Twitter sino Weibo; estás en Renren en vez de estar en Facebook, entonces es censura. Y más que nada también hay un enfoque nacionalista de internet y construyeron sus propias plataformas no sólo por cuestiones políticas sino también por motivos económicos.

Smart es uno de los
Smart es uno de los ocho libros que publicó el investigador Fréderic Martel

-¿Entonces cuál es el balance?

-Creo profundamente en la libertad de expresión y también creo que los países pueden construir su propia infraestructura de internet. Pienso que tenemos que corregir los abusos de poder o la posición dominante, como la de Google, Facebook o Apple . En ese sentido es bueno, se crean alternativas. Aquí en Argentina he visitado a la gente de Taringa, por ejemplo y a gente muy influyente en la nube como Globant, Mercado Libre, OLX o Despegar. Todas estas son estructuras o websites que están orientadas a la Argentina, y creo que es bueno tener productos nacionales; como el caso de Spotify en Europa, u otros sitios que son muy europeos, pero creo que las restricciones se tienen que dar en el mercado económico y no con bloqueo, censura o prohibiendo la comunicación.

-¿Hay una cultura o muchas culturas en internet?

-Creo que vivimos en un mundo que es más homogéneo, con cultura global y contenido global. Y en parte eso es bueno, pero eso es sólo parte de la cuestión. También tenemos más diversidad, más productores de contenido, y al final el mundo no es todo igual. El mundo tiene límites, fronteras y estas fronteras de contenido dependen de tu idioma, el idioma que hablás, el lugar donde estás, la cultura o comunidad de la que sos parte y por eso la gente no se comunica y no comparte el mismo contenido aquí, en Buenos Aires, que en París, Tokio o México. Internet todavía es bastante geolocalizada, territorial y mucho del contenido depende del lugar, el idioma y la gente.

-A pesar de la diversidad, ¿ hay un relato generalizado? ¿Un mismo punto de vista que se impone sobre otros?

-Es un tema complejo, pero creo que comparado con, por ejemplo, las dictaduras como la que hubo acá durante el Proceso, ahora hay más diversidad. En esa época se tenía un sólo lado de la información, ahora puede haber propaganda, falsas noticias pero también hay muchas otras maneras de obtener información, otros puntos de vista, entonces no es perfecto. Hay mucho problema con la privacidad, los filtros, las noticias falsas, el control de datos pero también tenemos la opción de pelear contra eso.

-¿Cuáles son esas opciones?

-La diversidad, la multiplicidad de productores de contenidos. Ahora no hay sólo tres o cuatro diarios, ahora todo el mundo es un medio en sí mismo con Facebook, Twitter, Instagram. Claro que no es perfecto y tambien internet es territorio de noticias falsas y de bullying y otras cosas nocivas pero soy optimista con el futuro de la web. Vamos a construir las herramientas necesarias par corregir los errores. La web no es buena ni mala en sí misma, sino que depende de lo que nosotros hagamos con ella.

En el marco de la investigación para su libro, Martel también visitó Mleeta en el sur del Líbano, "una máquina de propaganda de Hezbolá", tal como lo describe en Smart. Allí pudo ver cómo se gestionan las plataformas web, los blogs y las páginas de apoyo a esta organización.

También cuenta que hay espacio para otros medios digitales, como Now, que se declara independiente y a favor de un Líbano laico. O el sitio MTV -que nada tiene que ver con la cadena estadounidense- un portal con talk shows y entretenimientos. "MTV es a la vez cristiana y muy anti Hezbolá", define Martel.

En su recorrido por Irán, el autor experimentó la censura en la web de las formas más insólitas. Cuenta, entre otras anécdotas, que al tipear el nombre del exvicepresidente de Estados Unidos Dick Cheney en el buscador, la palabra "dick" se suprimía automáticamente porque ese término también significa "pene" y esa palabra, como todas aquellas que refieran, de alguna manera, al sexo o a la sexualidad están prohibidas.

Esa censura que por momentos parece insólita también resulta peligrosa. El autor habla de la "caza de blogueros" disidentes y de las persecución de activistas y periodistas. A pesar de los riegos hay todo un lado B que tiene que ver con el desafío a esas limitaciones. "El Gobierno filtra y todo el mundo desfiltra", le cuenta un bloguero iraní al autor, según detalla en Smart.

La censura se combate desde adentro y desde afuera. Muchos jóvenes geeks y techies exiliados en Tehrangeles, como se llama al barrio de Westwood en Los Ángeles donde viven más de 800 mil iraníes y sus descendientes, se encargan de desarrollar "software para desactivar las argucias de la censura en su país de origen", reflexiona el escritor.

Smart es una exhaustiva investigación de Martel sobre los otros relatos en la web, la censura y la heterogeneidad cultural que habita en la web. Es una mirada aguda sobre la revolución digital en las economías emergentes, que lo llevó a recorrer Konza City en Kenia y Bangalore en la India, entre otros destinos.

En síntesis, es un libro que invita a mirar de otro modo, a viajar por territorios menos explorados y a entender que el mundo digital es menos homogéneo de lo que se cree.

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