El 31 de julio de 1944, el comandante Antoine de Saint-Exupéry piloteaba un Lightning P38. Había despegado de la base a las 8:45 de la mañana, pero nunca regresó.
Por años, hubo un misterio total sobre su suerte. Hasta que, en 1998, el patrón de un barco pesquero marsellés, Jean-Claude Bianco, y su asistente, el marinero Habib Benhamor, encontraron, atrapada en las redes que estaban recogiendo, la pulsera de plata con su identificación que Saint-Exupéry llevaba en la muñeca, casi 60 años antes. Oxidada por la larga permanencia en el agua, la pieza conservaba sin embargo todavía grabado el nombre de su dueño.
Cabe imaginar el impacto que causó la noticia, en Francia y en el mundo, considerando la popularidad de su libro más emblemático, El Principito, que él mismo ilustró. Una obra para niños y no tan niños, de gran profundidad.
Se había localizado al fin la zona de la desaparición de Antoine de Saint-Exupéry. Esto permitió focalizar la búsqueda, hasta que, en el año 2000, se halló, cerca de Marsella, entre la costa acantilada de Calanques y la isla de Riou, parte del tren de aterrizaje y de la carlinga del Lightning P38 que piloteaba Saint Exupéry.
Las partes del avión fueron remontadas a la superficie un tiempo después, en septiembre de 2003. La asociación Aéro-Re.L.I.C fue la encargada de identificarlos formalmente gracias al número de matrícula grabado por la Lockheed, fabricante del aparato.
Actualmente, los vestigios del avión se encuentran en el Museo del Aire y del Espacio, en Le Bourget, afueras de París, en un sitio dedicado al escritor y aviador que fue Saint-Exupéry.
El hallazgo permitió confirmar que el avión había sido derribado por cazas alemanes. La simulación informática del accidente, calculada a partir de la deformación de las piezas halladas, dio como resultado que el avión cayó en picada, casi verticalmente, y a gran velocidad, directamente al agua.
En marzo de 2008, un ex piloto de la Luftwaffe se atribuyó el derribo del avión de Saint-Exupéry, pero su testimonio no fue considerado del todo contundente.
Quedaba entonces en pie la duda sobre el destino del piloto. "Por principio no debíamos descartar ninguna hipótesis. Incluso si de entrada nos parecía la más inverosímil", como era el hecho de que el escritor hubiese sobrevivido al crash de su avión, dicen los autores del libro Saint-Exupéry Revelations sur sa disparition (Éditions Vtopo, 2017).
El libro incluye un testimonio impactante. El de la hija de un soldado alemán, Karl Böhm, que estaba destinado a la nave de salvataje alemana que operaba en el Mediterráneo. Böhm le contó a su hija que recordaba haber salvado a un piloto aliado gravemente herido que le había dicho que era un célebre escritor. El herido fue entregado a los alemanes y trasladado al aeródromo de Saint-Martin-de-Crau para ser interrogado. Allí habría muerto a causa de sus heridas pero también de un interrogatorio algo pesado.
El libro ha sido redactado por cuatro investigadores, entre ellos un sobrino del escritor, François d'Aguay. Otro de los coautores es Luc Vanrell, uno de los buzos profesionales de Marsella que encontró los restos del avión. Completan el cuarteto Bruno Faurite, cercano a la familia del aviador, y el arqueólogo subacuático Lino von Gartzen.
Saint-Exupéry. Révélations sur sa disparition es resultado de largos años de investigación sobre la desaparición del escritor y piloto. Las revelaciones que aporta son interesantes pero no esclarecen por completo las circunstancias de su muerte, sino que instala una hipótesis -inquietante por cierto- pero que necesita mayor confirmación. Los autores aseguran que la investigación seguirá adelante.
Antoine Marie Jean-Baptiste Roger de Saint-Exupéry nació con el siglo XX, en el seno de una familia noble, en Lyon, tercera ciudad de Francia, el 29 de junio de 1900. Y desde niño manifestó sus dos pasiones: la ficción y los motores, sobre todo los voladores.
En 1921 obtiene su licencia de piloto, civil y militar. En 1924 ingresa a la Compañía Aérea Francesa (C.A.F.) y un par de años después por intermedio de su amistad con el también piloto Henri Guillaumet ingresa a la compañía Latécoère (futura Aéropostale y germen de Air France) donde se unirá a otros prestigiosos pilotos, como Jean Mermoz.
Con ellos protagonizará varias hazañas de la aviación, trazando rutas pioneras en esos años de extensión de la aeronavegación por el mundo: Europa, África, América del Sur…
Esta misión lo trae a nuestro país, donde será uno de los primeros en sobrevolar la Patagonia, vuelos que le inspiran los libros como Correo del Sur y Vuelo de Noche. Además de participar por cuenta de la Aéropostale de la organización de la red de transporte aeropostal en nuestro país.
Según algunos testimonios, fue en ocasión de un aterrizaje forzoso en el campo de una familia entrerriana que encontró inspiración para su personaje del Principito.
Fue también en Argentina que conoció a Consuelo Suncin, una escritora y artista salvadoreña con la que se casó en 1931.
Realizará varios raids como piloto con el fin de establecer récords: el París-Saigón en 1935 y en 1938 intenta el Nueva York-Tierra del Fuego, acompañado de su amigo André Prévost.
Cuando estalla la guerra en 1939, es movilizado. Lo destinan a una unidad de bombarderos. Tras el armisticio y la retirada de Francia de la guerra, se muda a Nueva York por un tiempo, pero luego, ansioso de volver luchar por su país, consigue sumarse en 1943 a una unidad aliada de reconocimiento fotográfico, dirigida por el coronel E.Roosevelt.
Es allí que conoce y pilotea por primera vez los Lightning P38. Por reglamento esos aviones estaban vedados a los pilotos de más de 30 años. El tiene 43, pero obtiene una licencia excepcional.
El 21 de julio hace su primera misión de reconocimiento a lo largo de la Costa Azul (Mediterráneo). Tras la segunda misión, es suspendido, por no respetar las consignas técnicas…
Logrará volver a volar en abril de 1944. Retoma los vuelos de reconocimiento en el sur de Francia. Hasta la última misión, el 31 de julio de 1944, sobre la región de Grenoble y Annecy. A las 8:35 despega de la base para el vuelo del que ya no volvería.
En el cuaderno del día, alguien escribió telegráficamente: "Misión foto en gran altitud en el sur de Francia. No regresó".
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