Nadie sabe por qué los luthiers más dedicados nunca han podido crear violines que suenen como los que hacían en la ciudad Cremona —donde Andrea Amati inició la edad de oro del instrumento, a mediados del siglo XVI— Giusepe Guarneri del Gesù (1698-1744) y, sobre todo, su vecino Antonio Stradivari (1644-1737). Un estudio de la Universidad Nacional de Taiwán (UNT), publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences, cree haber resuelto el misterio: la combinación del paso del tiempo, la transformaciones que la vibración de las cuerdas produce en la madera y —la mayor novedad— el uso baños químicos en las planchas de arce, pícea y sauce le dan al Stradivarius ese sonido inimitable.
Estos violines de 300 años no van a durar para siempre: se estima que los pocos cientos que todavía existen tienen aproximadamente un siglo más de vida útil. De ahí la curiosidad por desentrañar su secreto, y también el alto precio —millones de dólares— que puede valer cada uno.
Además de los músicos admiradores y de los ladrones devotos, durante décadas los científicos han estudiado los violines de Cremona mucho más que cualquier otra familia de instrumentos musicales.
"Si se compara el arce de un Stradivarius con la madera de arce moderna de alta calidad, que es casi la misma, se ve que ambas son muy diferentes", observó Hwan-Ching Tai, profesor de Química en la Universidad UNT y autor principal del estudio, "Chemical distinctions between Stradivari's maple and modern tonewood" ("Distinciones químicas entre el arce de los Stradivari y la madera moderna para instrumentos de cuerdas").
La principal diferencia es que las planchas del violín mítico fueron tratadas con baños de minerales: los fragmentos que estudiaron los investigadores, de dos cellos y tres violines (sólo uno Guarneri), estaban infundidos de aluminio, calcio, cobre, sodio, potasio y zinc. "Este tipo de sazón química era una práctica inusual", se lee en el ensayo. Tanto que no sólo no la conocían los luthiers contemporáneos sino que ni siquiera se puede establecer que la hayan aplicado los de Cremona: es probable, estimaron, que lo hayan hecho los vendedores de las maderas, mucho antes de que los artistas comenzaran a construir los instrumentos, para prevenir que su producto se viera afectado por gusanos, hongos o podredumbre.
El secreto de la madera
"Este trabajo es el primero que me convence de que alguna clase de infusión mineral de la madera podría provocar un sonido superior en un instrumento musical", dijo a The New York Times el profesor Henri Grissino-Mayer, un experto en geografía y árboles de la Universidad de Tennessee.
Estos violines casi míticos habían sido estudiados mil veces antes sin que se rozara siquiera la hipótesis del tratamiento químico de la madera: se los pasó por tomógrafos para indagar en su anatomía interna; se atribuyó al enfriamiento de Europa, que comenzó en el siglo XIV, la capacidad de haber alterado la maderas; se especuló con que la presencia de ciertos hongos en los árboles vivos explicaría la excepcionalidad del sonido.
The Washington Post enumeró esas exploraciones nunca concluyentes, y también "el fenómeno psicológico llamado efecto del halo", que echó abajo la superioridad del Stradivarius. En 2012 dos especialistas en acústica de la Universidad de Salford citaron un experimento: se le pidió a 21 expertos en violín que los tocaran a ciegas. Para asombro de todos, "prefirieron tocar un instrumento moderno antes que uno italiano auténtico del siglo XVIII". El artículo citó también a Joshua Bell, el violinista que sin despreciar las piezas de excelencia contemporánea declaró que "Cuando tocas un Strad, un gran Strad, hay algo en él".
Mística y química
Ese algo que le da cualidades tonales únicas, parece, existe en realidad. Y es mística, pero sobre todo, según los científicos taiwanesas, es química.
Descubrieron también que un tercio de un componente de la madera, la hemicelulosa (parte de las paredes de las células vegetales), se descompuso en los violines de Stradivari y Guarnieri. Y como la hemicelulosa absorbe mucha humedad, "los instrumentos tenían un 25% menos de agua que los modelos recientes".
Eso tiene también una consecuencia única: a menor humedad, "más brillante es el sonido", dijo a The New York Times Joseph Nagyvary, luthier y también profesor emérito de Bioquímica en la Universidad A&M de Texas. En comparación con otros violines, esos instrumentos extraordinarios proyectan un sonido limpio, de alta frecuencia, que agrada al oído humano a mucha distancia.
El equipo del experto Tai también encontró que en los violines —pero no en los cellos— de Stradivari, un poco más de oxidación, lo cual implica una separación mayor entre las fibras de la madera.
Esa separación, estimaron, ha sido causada por cientos de años de tocar en esos violines: la vibración alteró el material. Y esa alteración parece haber contribuido a una expresividad mayor, según el autor del estudio: "Los violinistas más importantes suelen sentir que estos violines viejos vibran más libremente, lo cual les permite expresar un conjunto de emociones más grande".
El objetivo del trabajo de Tai y su equipo, decodificar los secretos de los violines de Cremona, es revolucionar el universo de estos instrumentos: contribuir a que, alguna vez, se puedan construir réplicas que suenen exactamente como los que hacían Stradivari y Guarneri.