Pasó el mediodía del 9 de abril de 1948, cuando varios disparos sacudieron el centro de Bogotá, las palomas volaron, pero nadie sabía su origen, minutos después se confirmó que en medio de los azares políticos había sido asesinado Jorge Eliécer Gaitán, el líder del Partido Liberal que se apuntaba como uno de los principales candidatos, a quedarse con la presidencia de la República de Colombia. Este hecho marco un hito histórico en la memoria del país y como consecuencia del mismo, se desencadenó una ola de violencia que al día de hoy aún polariza a la nación.
Hace 75 años en el marco del gobierno de Mariano Ospina Pérez, cayó el importante dirigente político denominado como El Caudillo Liberal, quien se oponía directamente a la oligarquía y a la margen derecha en el accionar dirigencial del país. Algunos apuntaron a que el móvil del homicidio vinculaba a Juan Roa Sierra, un albañil que presuntamente fue el que disparo en contra de la humanidad de Gaitán, quien fue arrastrado por toda la carrera séptima y acribillado por la multitud que lloraba la muerte de su prócer. El linchamiento fue escabroso, según los relatos de algunos testigos.
La muerte del caudillo
Los medios de comunicación fueron tomados por algunos dirigentes del Partido Liberal, de inmediato Mariano Ospina envío la fuerza policial y al Ejército a tomarse las calles, incluso hubo francotiradores con fusiles que intentaron detener a la masa protestante. Este hecho llevó a los seguidores del liberalismo a salir a las principales plazas del país con machetes y objetos contundentes, Bogotá fue sitiada por el conflicto; el tranvía fue derribado e incinerado, al igual que distintos órganos institucionales.
Los disturbios duraron aproximadamente tres días, mientras los manifestantes exigen la renuncia del presidente. Para las elecciones que se avecinaban, los liberales no presentaron un candidato, razón por la cual ascendió de manera tranquila Laureano Gómez; no obstante, en el marco de esta época, se acrecentó el fenómeno de la violencia tanto en zonas rurales como urbanas, las calles no volvieron a ser las mismas, el humo que permeó en la tarde del 9 de abril, dejó su evidencia con los rezagos de las manchas negras en las paredes.
Este suceso dejó alrededor de 3.000 muertos, según las cifras extraoficiales que fueron expuestas por distintos organismos. En su momento los cuerpos quedaron tendidos en las calles, los centros forenses coparon su aforo, en medio de la beligerancia cayeron inocentes, que con motivo de la pasión política salieron a las calles a defender su ideal.
Este lamentable acontecimiento dejó dividido al país, en medio de la ya conocida guerra bipartidista; liberales y conservadores generaron odios entre sí, la violencia pasó del campo a las ciudades y el señalamiento era continuo, pues el militar en uno de los dos partidos era motivo de estigmatización.
En las zonas rurales, después de varios años de guerra y pesar de los intentos del general Rojas Pinilla, de cesar el conflicto mediante la amnistía general, las guerrillas liberales entregaron las armas, pero no fue por mucho tiempo, pues algunos grupos las conservaron y se trasladaron a las montañas para organizar las ya conocidas guerrillas, que al día de hoy dejan sus secuelas; FARC, ELN, EPL, entre otras, convirtieron su discurso en el sonido de las balas, bajo la influencia de tendencias soviéticas, cubanas e incluso maoístas, basadas en la revolución.
Después de la creación de dichos movimientos armados, sobre la década de los noventa, también surgieron grupos políticos como la Unión Patriótica, que posteriormente se convirtió en un sector flagelado constantemente por la violencia, configurándose como el genocidio más grande del país, con alrededor de 4.153 personas asesinadas y desaparecidas. Como motivo de conmemoración a toda esta secuela de hechos, el 9 de abril fue declarado como el día de la Memoria Histórica y la Solidaridad con las Víctimas del Conflicto Armado, mediante la ley 1448 del año 2011.