David Manzur celebra 70 años de carrera

Con motivo de esta excepcional celebración, Infobae habló con Manzur de su pintura, de los errores que quiere enmendar y de que quisiera vivir 200 años más para poder hacer esa obra que ha perseguido por siete décadas

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Manzur sigue pintando a diario en su casa-taller de Barichara, en Santander. Cortesía David Manzur.
Manzur sigue pintando a diario en su casa-taller de Barichara, en Santander. Cortesía David Manzur.

En el prefacio de las Cien vistas del Monte Fuji de Katsushika Hokusai, el pintor japonés, escribió:

Desde los seis años tuve una inclinación por copiar la forma de las cosas, y desde los cincuenta, mis imágenes se publicaron con frecuencia; pero hasta los setenta años, nada de lo que dibujé era digno de mención. A los setenta y tres años, de alguna manera pude comprender el crecimiento de plantas y árboles, y la estructura de aves, animales, insectos y peces. Así, cuando cumpla ochenta años, espero haber progresado cada vez más, y a los noventa ver más en los principios subyacentes de las cosas, de modo que a los cien años haya alcanzado un estado divino en mi arte, y a los cien años habré llegado finalmente a un nivel excepcional y a los 110, cada punto y cada línea de mis dibujos, poseerán vida propia. Aquellos de ustedes que viven lo suficiente, dan testimonio de que estas palabras mías no resultan falsas”.

David Manzur, a sus 93 años, y su carrera, de 70 años, bien podría confirmar estas palabras.

Manzur nació en Neira (Caldas), vive desde hace varios en Barichara (Santander) y todos los días pinta y repinta con, tal vez, ese miedo latente de que, como dijo hace unos años, llegue el día que quede contento con un cuadro, no vuelva a pintar. Lo suyo es, como pasa con los grandes pintores, un enfrentamiento diario, una batalla incansable de la que al final saldrá derrotado, porque la pintura siempre gana.

Su vida artística no comenzó en su natal y rezandera Neira, de la que, de la mano de su madre, partiría con destino a Guinea Ecuatorial y después a España, en donde vio –muy niño eso sí– la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial. Fue allá, en España, en un internado claretiano en donde su imaginación fue siendo conquistada por la pintura española del siglo XVI y XVII con toda su grandilocuencia e imaginería cristiana, que después se fue decantando y ocupando un importante espacio en su pintura.

A finales de los cuarenta regresó a Colombia, a Bogotá, para estudiar en la Escuela de Bellas Artes –que hoy hace parte de la Universidad Nacional–, para después irse a Nueva York e ingresar en la Liga de estudiantes de arte de Nueva York y en el Pratt Institute.

El Museo Nacional de Colombia fue el lugar en el que se expuso por primera vez. En 1953, hace 70 años. Sobre esta exposición, al volver la vista atrás, Manzur cree que no fue tan importante como parecería: su obra era inferior.

“La explosión, el único éxito que tuvo fue porque un gran periodista en ese momento que se llamaba Caliban (Enrique Santos Montejo), por una carta de mi madre, me hizo una presentación mucho más elogiosa de lo que yo me merecía y eso trajo mucha gente, pero en el fondo mi obra era en ese momento inferior.

En los cincuenta abandonó la figuración –por la que será reconocido décadas después– y, como muchos artistas de mitad de siglo XX abordó el abstraccionismo desde un interés cinético y óptico, pero también matérico, pues en las obras de este periodo la materia, más allá de sus posibilidades poéticas, también se convierte en su derrotero plástico.

Foto: Tomada catálogo Galería Duque Arango.
Foto: Tomada catálogo Galería Duque Arango.

Pero pronto regresó a una figuración rotunda y teatral, en la que los personajes en sus pinturas narran una historia de la que Manzur solo deja indicios, pistas, como si de un ejercicio detectivesco se tratara.

El universo de Manzur explotó y sus obsesiones y referencias a los grandes maestros de la pintura de un pasado –que no ha muerto, y no es ni siquiera pasado, como dice Faukner– inundan esos lienzos que evocan puestas en escena de ese teatro mitológico en el que trascurre la vida, una vida filtrada por el óxido que es la misma muerte.

Para celebrar los 70 años de esa primera exposición, en Barichara, en donde vive y trabaja, Felipe Achury, su asistente y compañero, organizó un homenaje para exaltar algo que pocos artistas se han permitido: siete décadas de trabajo, de brillante trabajo. Con el concierto Manzur 70 años, el coro de Cámara Voci Del Mare y Camerata Heroica de Cartagena, a las 8 p.m. en la iglesia de la Inmaculada Concepción de Barichara, recordarán esa lejana exposición de 1953.

Con motivo de esta excepcional celebración, Infobae habló con Manzur de su pintura, de esos 70 años de pintura, de los errores que quiere enmendar y de que quisiera vivir 200 años más para poder hacer esa obra que ha perseguido por siete décadas.

Manzur sigue pintando a diario en su casa-taller de Barichara, en Santander. Cortesía David Manzur.
Manzur sigue pintando a diario en su casa-taller de Barichara, en Santander. Cortesía David Manzur.

David, son 93 años de vida y 70 años de de carrera artística viendo atrás, ¿cómo han sido estas siete décadas de trabajo?

Bueno, yo trabajé como cualquier persona que trabaja y yo creo que esos 70 años, he oído demasiado percusión cuando todo el mundo que llega a mirar si llega bien, ha trabajado sin indudablemente eso es lo que me seres humanos

En mi caso naturalmente yo empecé en el año 1950 ya cuando regresé a Colombia, en el pueblo donde yo nací, que se llama Neira. Ahí, un tío mío tenía una casa y en esa casa comencé, en ciertas forma, lo que es mi carrera, porque ahí empecé a hacer cosas con ideas propias. De todas maneras a partir de ahí, pues va corriendo el tiempo viene a Bogotá luego fui a los Estados Unidos y todos estos 70 años son de altibajos. A veces adivinando, pero muchas veces prácticamente fracasando, que es una especie de altibajos o montaña rusa que tenemos todos los todos los seres humanos y los artistas con mayor razón, porque muchas veces cuando uno es exigente consigo mismo casi siempre está peleando con uno mismo de todas maneras. Y esos son los 70 años, es decir los 70 años ¿de qué me sirven? Me sirve que a la altura que he llegado ahora, con 93 años, poder rectificar, quizás, los errores que cometí y pensar que los años que me quedan puede hacer una obra que valga la pena.

Yo no me doy por por un artista el que... generalmente yo soy un ambicioso, no es ni siquiera humildad, sino una especie de insistencia en querer ser mejor, o sea, una arrogancia, en el sentido de que de pronto no quede algo sin terminar.

Yo vivo muy clavado en tratando de que la obra salga bien y por eso, por ejemplo, miro más hacia el futuro, a pesar de mi edad. Miro al futuro para rectificar, como te dije antes, muchos de los errores que pudiera haber cometido. Estoy muy interesado con ideas muy interesantes, y tengo que decir que hace 10 años que Felipe Achury trabaja conmigo, que hemos podido dar un empujón muy alto, porque él tiene un alto sentido de una generación que, en realidad, es un reto para mí.

La pared verde, ciudad oxidada (2009). Cortesía David Manzur.
La pared verde, ciudad oxidada (2009). Cortesía David Manzur.

¿Cuáles serían que esos errores que quiere enmendar?

¡Uy! Si yo te los enumerara, tardaría mucho tiempo. Hay errores en todo sentido, hay errores conceptuales y errores temáticos. Los conceptuales osn más complicados, porque en el fondo, muchas veces uno se pierde, como quién dice: para dónde voy, cuál es mi papel y qué estoy diciendo con mi obra. Cuando yo logro concretar eso, que no siempre ocurre, es cuando en el fondo está volviéndose más sólida la obra.

Muchas veces recurro a los temas, que el tema es la parte fácil de entender. Por ejemplo, mujer, caballo, paisaje, casa. Esos temas. Son temas fáciles de resolver y de interpretar. Naturalmente, el papel mío ha sido, en la vida, coger las figuras realistas y no traducirlas en surrealismo absoluto, sino convertirlas en imágenes absolutamente ideales. Inexistentes, como si fueran fantasmas. Esa es la base conceptual en la cual yo trabajo.

Por ejemplo, si veo una naturaleza muerta, esa naturaleza muerta es vista con ojos fantasmagóricos, con ojos como del más allá, en fin. Algo algo así como un acercamiento surrealismo. Y eso no está en todas las obras.

Entre esos errores estaría el periodo abstracto y esas exploraciones de los cincuenta y sesenta.

Uno va cambiando. Por ejemplo, abstracto absoluto nunca fui, siempre hubo un pensamiento en mi cabeza de algo que está contando, por ejemplo, en mi época constructivista, cuando estuve con a un Naum Gabó, constructivista ruso, que trabajé. No, no fui alumno, sino un simple ayudante de él. En este caso, la obra tenía un compromiso más con la ingeniería y yo parecía como un diseñador de de puentes, pero en el fondo la luz atrapada por los hilos de esa época provocada cierta invitación mental mía a las cosas místicas, casi musicales. Para mí los hijos templados, cuando trabajaban en esa época, por ahí hay un mural en Bogotá muy grande. Para mi era como trabajadar harpas e instrumentos musicales.

De manera, que siempre les daban un contexto relacionado con algo existente y eso hizo que con el tiempo yo también la gotaba esa posibilidad y volviera el dibujo para poder interpretar, interpretar y cambiar la realidad en imágenes, como dije ahora, absolutamente ideales.

David Manzur, joven, frente a uno de sus bodegones. Tomada catálogo galería Duque Arango.
David Manzur, joven, frente a uno de sus bodegones. Tomada catálogo galería Duque Arango.

David ese paso por la abstracción, esa vuelta la figuración, que persigue cierta monumentalidad, con 70 años de carrera a cuetas, ¿qué es eso que sigue persiguiendo y que lo hace volver al caballete todos los días?

Imagínate lo que me estás preguntando. Yo mismo me la pregunto: ¿qué me falta por hacer? Mucho me falta por hacer, es decir, yo quisiera venir 200 años más para poder desarrollar aquella imagen de obra o aquella especie de solución virtual de obra, que pudiera ser superior a todo lo que he hecho.

Eso lo tiene uno en la mente, pero yo sé que en el fondo nunca llega. Porque nunca llega uno sigue trabajando, buscándola y esa es la gran fuerza que lo motiva uno. En cuanto a que en todos los seguidores en la vida de un nombre de, digamos, 80 años hay cambios conceptuales interesantes. Por ejemplo, en la época de los cincuenta estuve muy influenciado por las ideas de Picasso y de ese mundo. En los sesenta ya pueden distinto. En los sesenta, transformé las formas, a tal punto, que sí aparecen absolutamente abstractas, pero que en el fondo no lo son.

En este libro que acaba de salir ahora en Italia, se puede ver mucho todos los pasos que he dado y la esencia de todo parte del dibujo, porque el dibujo sí es para mí lo más cercano al pensamiento, a través de la acción de la mano... en fin, y saber uno por sentido contrario cómo realizar, lo que uno ve, en expresiones particulares, que es cuando el pintores, entre paréntesis, deforman la realidad. Lo digo entre paréntesis, porque esa deformación no es otra cosa que la expresión propia.

Esa visión del dibujo como una manifestación del pensamiento es muy renacentista. En su obra hay un interés en esa pintura del pasado, en ciertos autores del renacimiento y del Barroco, por ejemplo, ¿por qué revisitar una y otra vez esos iconologías en una pintura que vive en siglo XXI?

Esa es la esencia de todo. Yo nací en Neira, en Colombia, en un pueblo que quiero mucho, pero yo me crié en África y en España. Yo volví grande a Colombia, y en este caso, cuando estaba en los colegios en España, ante todo la impresión de lo que eran las imágenes, que en ese momento tal vez no la tenían en la mente como para traducirlas en pintura, pero dejaron una huella, que en los recuerdos, hoy en día, son perennes. Y son imágenes, que en un momento, podrían ser del barroco, como siglo XVII, y ya viendo atrás, me impresionó mucho siempre, y siempre está en mi memoria el arte flamenco también. Ahora, no es copiar y traer esas imágenes y transformarlas y ponerlas en el siglo XXI.

Cruzado entrando a la ciudad prohibida (2005). Cortesía David Manzur.
Cruzado entrando a la ciudad prohibida (2005). Cortesía David Manzur.

También hay un interés en la memoria, ¿por qué?

La memoria es todos los años de la vida de uno. Y las imágenes generalmente, en la memoria,se desdibujan un poco; y eso desdibujo uno la aprovecha para darle un sentido conceptual a las temáticas que uso en la pintura. Es muy importante, la memoria está siempre, siempre presente y trayendo no solamente hechos, sino imágenes formas... todo aquello que uno ha vivido en la vida se va condensando.

Si uno pudiera explicar eso, que uno mismo no puede en palabras y que lo hace en un cuadro, sería muy largo porque es el fruto, precisamente de la memoria convertido en imágenes, que muchas veces ya no son de fácil lectura o de fácil explicación. Son imágenes que se vuelven eminentemente clásicas, pero no son imágenes ilustrativas.

Esa imágenes también tienen un velo místico. ¿Ese interés en lo místico se fue manifestando sobre la marcha, como si brotara espontáneamente, o deliberadamente es algo ha buscado?

Imagínate que en mi pueblo, Neira, cuando yo tenía cuatro años o cinco años, que esta cuando estuve allá, me impresionaban tremendamente esas ceremonias religiosas, las procesiones, y todo eso dejó una huella, que se amplió mucho más en España porque tanto la... yo me acuerdo que en Toledo oía esos coros en las iglesias, esas maravillas, no había todavía no era ese objetivo turístico que es hoy, sino que al contrario las cosas estaban en su puesto, no estaban para vender y uno podía entrar de oír una misa como la de Bach, por ejemplo, simplemente porque se está dando ahí, una ceremonia especial y nos estaba vendiendo y esto dejó una huella indudablemente mística en todo lo que hago dame un segundo dame un segundo.

David Manzur en su estudio. Tomada catálogo galería Duque Arango.
David Manzur en su estudio. Tomada catálogo galería Duque Arango.

70 años después de esa primera exposición, Manzur sigue pintando buscando ese trasfondo de la pintura, pues como decía hace unos años, la pintura “no nace del conocimiento de la técnica, porque eso se puede enseñar, y el arte, como tal, no. El trasfondo, como su nombre lo indica, es lo que hay detrás de cada pincelada. Como una radiografía al pasado, al cúmulo de impresiones, experiencias y emociones. Es la necesidad de expresarse”.

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