Centenaria y más que vigente, así está la escritura de Maruja Vieira, la poeta colombiana que por más de un siglo ha estado presente entre los lectores con sus versos.
Nacida en 1922, en Manizales, con el nombre de María Vieira White, pronto adoptó el de Maruja, porque así la llamó Pablo Neruda en una de sus visitas a Colombia. Así se quedó.
En su época, fue importante para el movimiento literario femenino con sus búsquedas de autoras de antaño, como Waldina Dávila de Ponce de León, y a diferencia de varias autoras de su generación, decidió enfocarse en la poesía, dando a luz una obra notable.
A lo largo de los años, se ha codeado con los grandes nombres de las letras nacionales. Los ha celebrado y la han celebrado. Fue testigo de las más grandes gestas sociales y partícipe de las transformaciones culturales más relevantes del país. Su influencia, aunque opacada en ocasiones, es innegable.
Recientemente, Maruja Vieira ha cumplido 100 años y como homenaje a su extensa vida y obra, el Ministerio de Cultura de Colombia ha incluido su obra en la ‘Biblioteca de Escritoras Colombianas’, que rescata los aportes de nombres importantes para las letras nacionales que, en su tiempo, no fueron lo suficientemente visibilizados.
Con una antología poética titulada “El nombre de antes”, Vieira ha retornado a las librerías. Se trata de un libro que compila distintas etapas de su poesía, desde aquellos versos que dedicaba inocentemente a su padre y esos en los que contemplaba la Manizales de su época, hasta los que condensaban su anhelo de volver al encuentro con su difunto esposo. Poemas conmovedores y otros sumamente reflexivos, escritos a lo largo de los años y unos más recientes, ya en su fase nonagenaria.
Dice la editora Rocío Cely, directora de Sincronía Casa Editorial, el sello independiente que comparte la publicación, que este libro es como una panorámica de su vida y de su obra, una puerta de entrada a sus amistades, sus amores, sus búsquedas, sensibilidades y anhelos más profundos.
“El mejor homenaje que se le puede hacer a una poeta que acaba de cumplir 100 años de vida es leerla y así mantenerla viva”, destaca la editora. Y es que la poesía de Vieira tiene la particularidad de retratar el tiempo y el espacio, de hablar de una Colombia asediada por la violencia, y los años turbios que nos ha tocado en suerte.
CAROLINA CÁRDENAS
A Elisa Mújica y César Uribe Piedrahita
Esta mujer fue humana, más humana que nadie.
A fuerza de estar viva se consumió en su llama.
No la conocí nunca y estoy junto a su nombre,
mientras el tiempo esculpe su misteriosa estatua
He visto su recuerdo subir por las palabras
-la voz se vuelve arcilla modelada en ternura-
Para hablar de sus manos todos bajan la frente:
”Vino y estaba cerca… lejos, como las nubes”.
Pincel y tinta china, greda oscura y cristales.
Flores en la mañana lluviosa de la aldea.
Casi verdad su mundo – duendes, estrellas, sombras –
casi nada ¡y tan dulce! lo que nos deja el tiempo.
El poeta Federico Díaz-Granados escribió en estos días que desde la aparición de su primer libro, “Campanario de lluvia”, en 1947, su vocación poética ha sido ininterrumpida. Más de 15 títulos, además de numerosos ensayos y artículos periodísticos, dan cuenta de su pasión lectora y de sus preocupaciones vitales y estéticas.
“Aprendió a leer con el periódico La Patria, de Manizales, entre los 4 y 5 años. Su madre, Mercedes White, le leía versos de los grandes poetas del español. El incendio de 1925 en la capital de Caldas marcó definitivamente una sensibilidad porque es uno de sus recuerdos más nítidos y a la vez remotos de su infancia. La muerte de su abuela Rita Uribe de White fue el pretexto para la escritura de su primer poema. De aquella abuela, tía del general Uribe Uribe, y de su abuelo el ingeniero inglés John Henry White viene en gran parte su carácter y manera de mirar los contextos y la historia”, destacó.
“El Nombre de antes” lleva prefacio de la escritora Adriana Villegas Botero y se presenta a los lectores como eso, precisamente, la celebración de una obra y una voz que, pasado el tiempo, sigue reclamando lugar. Su nombre, como antes, como ahora, y como será siempre, registrado yace entre las grandes poesías de nuestro tiempo.
EL NOMBRE DE ANTES
No es fácil escribir el nombre de antes.
Es como volver a un traje antiguo,
unas flores, un libro,
un espejo amarillo por los años.
Con aquel otro nombre
era como tener entre las manos
toda la luz del aire.
Ahora vuelvo a mi nombre de antes,
mi nombre de ceniza,
el que anduvo conmigo por el tiempo
y por las soledades.
Pero escucho una risa
y unos pequeños pasos.
Todo no se ha perdido.
Aquí estoy otra vez, frente a la vida,
con mi nombre de antes.
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