Identidades resquebrajadas: impactos, daños y violencias sobre los cuerpos de las mujeres en el conflicto armado

De acuerdo con el volumen ‘Mi cuerpo es la verdad’ del Informe Final de la Comisión de la Verdad, millones de mujeres sufrieron violencias mentales, sexuales, reproductivas y secuelas en sus identidades

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Afectaciones a los cuerpos de las mujeres en el conflicto armado colombiano, volumen 'Mi cuerpo es la verdad' del Informe Final de la Comisión de la Verdad.
Infobae (Jesús Avilés)
Afectaciones a los cuerpos de las mujeres en el conflicto armado colombiano, volumen 'Mi cuerpo es la verdad' del Informe Final de la Comisión de la Verdad. Infobae (Jesús Avilés)

«Muchas veces uno se siente indigno de que lo miren, porque lo discriminan. Cuando nosotros fuimos a hacer la ruta, hubo un vigilante que le dijo a una de las personas con las que estábamos haciendo este proceso: «Vea, ahí vienen las violadas». Entonces, yo creo que esas cosas... mire que, si es una persona estudiada, o no sé, que esté manejando una situación de esas, por qué tiene que venir a discriminar a la mujer, sinceramente a uno lo revictimizan», le dijo a la Comisión de la Verdad Nilsa, una mujer que, junto con otras, fue víctima de violencias sexuales por parte de un integrante de las extintas Farc.

Precisamente, la revictimización es una de las tantas afectaciones al cuerpo que han sufrido miles de mujeres durante y después del conflicto armado, pues en medio de esa búsqueda de medidas reparativas, diversos actores no armados (instituciones y la misma población) realzan dichas violencias ejercidas sobre su humanidad.

El sexismo a través del lenguaje, el desprecio por la vida y los cuerpos de las mujeres, el cierre de puertas en muchos campos laborales y espacios públicos, así como el menosprecio por las labores de cuidado y la falta o pérdida de redes de apoyo hacen que, de acuerdo con el tomo Mi cuerpo es la verdad del Informe Final, millones de ellas corran mayores riesgos mientras sus miedos se agudizan. De manera silenciosa, no solo han tenido que afrontar el desplazamiento forzado, la pérdida de su tierra, sus cultivos, y su modo de vida; también el riesgo de volver a ser violentada, amenazada, y asumir la jefatura del hogar mediante trabajos cuyas condiciones son precarias.

Esos y otros impactos causados en la vida y humanidad de las mujeres han estado ligados con construcciones sociales y roles atribuidos históricamente, incluyendo los estereotipos y las responsabilidades que recaen sobre ellas. Sumado a esto, la situación empeora cuando hay de por medio episodios de violencia sexual, generando afectaciones psicosociales. Este cúmulo de afectaciones hacen que tengan que pasar años e incluso décadas para que una mujer víctima deje de sentir miedo de contar su experiencia, y es precisamente ese silencio el que ha impedido entender la magnitud de los casos de muchas mujeres.

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Otro modo de violencia contra las mujeres durante y después de ser testigos principales del conflicto fue la estigmatización tras la desaparición o asesinato de familiares. Sobre esto, la Comisión recogió el testimonio de Olivia, cuyo esposo fue asesinado por las antiguas Farc en 1991 en Otanche, Boyacá.

“La gente piensa que porque uno es viudo no puede hacer las cosas. Los vecinos lo discriminan a uno, lo tratan como si fuera un cero a la izquierda”, lamentó ante la entidad que nació del Acuerdo Final de Paz. Pero la estigmatización no solo fue contra víctimas de la guerrilla: aquellas que fueron violentadas por grupos paraestatales sufrieron señalamientos que impidieron, en buena medida, acceder a medidas de apoyo social.

“(...) Te decía que era como si uno oliera a pescado malo. Porque la gente, sentías tú, no se acercaba a ti. No sabemos a ciencia cierta si el no querer acercarse era porque no había una explicación, porque la gente no sabía qué decirle a uno, o si era temor a la estigmatización, ¿verdad? En principio ya éramos ‘las hijas del difunto’, ‘las muchachitas del señor que se llevaron los paramilitares’ (...) Mucha gente, de hecho, también nos conoce es por eso”, le contó Marcely a la Comisión.

La pérdida del sentido de vivir

“Mi proyecto de vida no se vio afectado, pero, como mujer, mi ánimo sí bajó. Me sentí menos mujer; me sentí, en una época, menos mujer que otra mujer”, relató Elsa ante la Comisión sobre el impacto que las violencias ejercidas en su contra durante el conflicto generaron en su salud mental. De hecho, ella fue una de las 214 mujeres que mencionaron la existencia de patologías mentales, incluyendo tentativas suicidas y episodios de autolesión.

“Intenté quitarme la vida dos veces, dos veces tomé pastillas, dos veces, pero gracias a..., o sea, yo me las tomaba, pero yo misma después buscaba la manera de ir, de sobrevivir”. Bajo esos escenarios, la Comisión de la Verdad deduce que se vuelve imposible el hecho de que las víctimas dejen atrás esa experiencia o siquiera asimilarla sin que ello genere episodios de crisis por violaciones a su dignidad como mujer o secuelas por perder a sus seres queridos.

Por otro lado, la entidad rescata la fortaleza de mujeres que sufrieron violencias que dejaron marcas en su salud mental. Justamente este reconocimiento evidencia los estereotipos existentes alrededor de las patologías mentales y quienes las padecen; como si su vida se redujera a esos señalamientos y la mujer violentada no tuviera oportunidad de continuar con su vida.

Afectaciones a los derechos sexuales y reproductivos, y sus secuelas

Maternidad, planificación y abortos forzados, daños al sistema reproductivo y a la capacidad de sentir placer; así como enfermedades de transmisión sexual fueron algunas de las violencias contra los derechos sexuales y reproductivos de miles de mujeres durante el conflicto armado.

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En muchas ocasiones, a estos problemas se sumaba la falta de acceso al sistema de salud para tratar las ETS o para recibir pautas sobre educación sexual y percatarse de las afectaciones recibidas. “Me encontraron el papiloma humano. Hace como unos doce años. Cuando iba a tener relaciones me dolía mucho, sangraba, hasta que ya me tomaron la citología”, le dijo una mujer a la Comisión. Piedad, otra mujer que fue violentada sexualmente por el ELN y tres guerrilleros del frente 35 de las Farc, le contó a la entidad que ese hecho no solo le generó traumas, sino problemas de salud ginecológica.

“Me salió un tumor en el cérvix. A raíz de las violaciones, yo quedé con un flujo. Y eso era... tratamiento, tratamiento, tratamiento. Entonces ahí quedó, pasaron los años y los años, pues, y se descubrió que tenía cáncer”, contó.

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