Sin lugar a dudas, la función del periodista es lograr llamar la atención de todos aquellos a los que pretende llevar la información de manera veraz y efectiva, con el fin de que todos entiendan. Este es el caso de Erika Zapata, la comunicadora que ha logrado capturar a más público del que esperaba con su particular forma de narrar las noticias.
Sin embargo, no todo ha sido color de rosa para la presentadora, que recibe constantes ataques a través de las redes sociales, motivo por el que fue tendencia hace algunos días al narrar la información sobre las actividades comerciales en Navidad del pueblo paisa. En esa oportunidad, explicó que se presentaban tumultos de gente con la popular frase “mero gentío”, algo que no caló bien entre algunos de sus colegas.
“Qué bacano que digan eso, que ha logrado uno marcar la diferencia porque eso es muy gratificante, precisamente eso es lo que estoy buscando”, reconoció la periodista en conversación con Infobae Colombia.
Por esta razón, Infobae Colombia habló con la protagonista de una polarización en redes sociales que confesó que en diferentes oportunidades le cerraron las puertas en lugares en los que presentaba su hoja de vida para ejercer su profesión, que considera, una de sus mayores pasiones. Proveniente de una familia del campo, estudió con grandes sacrificios en una universidad que ella describió como “la más pupi de Medellín, con las mismas dos mudas de ropa mientras las demás se cambiaban todos los días”.
“Yo vengo de un corregimiento llamado Santa Elena, tengo cuatro hermanos y para poder entrar a la universidad me gané dos becas, para matrícula y para manutención… estudié en la Universidad Católica Luis Amigó, un establecimiento educativo privado, y fue un choque cultural fuerte, yo venía del campo, casi no viajaba a la ciudad, aprender a defenderte tú solo para estudiar una carrera, a estudiar una carrera que está muy superficializada, fue un paso complejo, pero poco a poco hice mi caparazón”, expresó Erika Zapata.
Calificó su oportunidad de pasar por una universidad como un sueño cumplido, pero un sueño que le costó mucho por los pocos recursos y las dificultades que tenía por aquella época para llegar a la ciudad. Sufrió bullying por parte de sus compañeros, quienes por su tono de voz y estilo “montañero” le repetían que “se había equivocado de carrera”; sin embargo, finalmente consiguió su título profesional, aunque reconoce que hubo momentos en que pensó en renunciar. “Yo dije este matoneo tan berraco no me lo voy a aguantar y me vine llorando a la casa: yo no soy capaz de aguantarme a esos compañeros burlándose de uno todos los días, haciéndome maldades. Pero luego dije: no, tengo que tomar fortaleza, me puse un caparazón y que me trataran como les diera la gana pero yo iba para adelante”.
Las dificultades no terminaron con las clases y los compañeros de la universidad; luego vinieron las prácticas y una nueva batalla. Érika estaba empeñada en hacer reportería en televisión, a pesar de que, para algunos, centrados en el estereotipo, parecía no cumplir con las “condiciones”. “La chiquita, que mide 1,52, que no tiene 90-60-90, que no es nada de ese imaginario que se tuvo hace mucho tiempo en los medios masivos”.
Parecía que para Zapata nada iba a ser fácil, fue difícil que la escogieran y después fue difícil que aceptaran su particular estilo de hacer periodismo: “No, es que ella no puede hablar así, es que ella no puede escribir así, es que ella no puede ser de esta y esta manera, porque según lo que le enseñaron en la universidad tiene que ser de esta y esta otra”
Sin embargo, con el tiempo logró demostrar que las cosas podían ser de otra manera. “Empecé a darme cuenta de que yo podía hacer las notas diferentes y a la gente le empezó a gustar”. Su reto fue tumbar estereotipos. “Demostrar que no hay que neutralizar el acento, que no hay que vestirse de determinada manera, que no hay que actuar de esa manera y que igualmente las cosas pueden funcionar mucho más y que podés informar mucho más y que podés ser más eficaz, y que podés ser más eficiente y que le podés llegar a la gente más fácil”.
Su reto, asegura, es hacer un periodismo auténtico, “que la gente sienta que esa noticia se la dio la hija, la abuela; que la entiende, se puso en sus zapatos y, enseguidita, llegó y se la transmitió en un lenguaje que ella entiende, no con esos tecnicismos, porque precisamente el diccionario mío, es la calle, es la gente, las palabras que dice la gente son las que yo utilizo en los vivos”.
Con esa autenticidad con la que conversa, presenta sus notas en el informativo, con el mismo acento paisa (montañero dirán algunos) y su hablar coloquial ha conquistado a miles de personas que no solo la siguen en el noticiero sino que la defienden de los ataques en redes de quienes piensan que solo hay una forma de hacer las cosas y que lo que ella hace no tiene mayor mérito. “Mi lucha ha sido estudiar, entender cómo le gustaría a la gente que le transmitieran esta noticia, cómo les gustaría que transmitieran esta historia y, de acuerdo a eso que yo aprendo a reconocer, lo adapto a mí y lo empiezo a proyectar en el trabajo que yo hago diariamente. Han sido años de trabajo. La gente no cree que uno se tiene que preparar para pararse en un vivo y decir que la gente está “estirando trompa”, eso es muy complejo”.
Sabe, siempre lo supo, que su forma de hacer las cosas le traería críticas, no es fácil decidir salirse del molde. “Yo estoy caminando en un hilo muy estrecho, estoy corriendo un riesgo más grande que cualquiera, si vos no te salís de lo tradicional ¿qué riesgo vas a correr?, si es lo que está patentado, lo difícil es llegar a hacerlo diferente, porque ahí tenés que asumir el riesgo de que no le guste a la gente o que te quemés como profesional; yo asumo ese reto todos los días”.
A la gente le ha gustado, por lo menos a la mayoría. En la calle la felicitan y le expresan su cariño, incluso con términos extrañamente afectuosos, como aquellos que dicen que les gusta lo que hace porque “parece una nea”, que es como se le llama en Medellín y en varias partes de Antioquia a algunos personajes de barrios populares, jóvenes consumidores de droga, lo que en Bogotá llamarían “ñero”. “Pues esas neas y esos chirretes, cuando yo voy a las comunas se ven las noticias por verme en las notas, entonces le estoy llegando a un público al que no se le llega pero que también es valioso”.
Por cosas como esas, por “ponerse en los zapatos del otro”, se ha destacado en su trabajo, aunque, asegura, ella podría hacer las cosas como las hace la mayoría. “Es que yo también estoy formada, yo pasé por una universidad, yo te puedo hablar a vos técnicamente, te puedo hacer las notas como las hacen todos los periodistas, sin decir ni una sola palabra rara, sin una sola metáfora, sin un solo dicho”
Pero ella prefirió hacerlo de otra manera: “estirando trompa”, “mero gentío”. “Eso lo dicen aquí en Antioquia (...) yo principalmente lo que hago es llevarle el periodismo a la gente, yo me formé para tratar de sacar mi esencia, sin pena alguna”.
Al preguntarle qué siente cuando le dicen que le da voz a los antioqueños de a pie, Zapata asegura que “es muy bacano… Yo he ido a eventos en los que estoy en contacto con los campesinos y hace unos días, en esa interacción con ellos resulté presentando el cumpleaños de alguien. Ellos y la gente en la calle me dicen: usted es la periodista de nosotros, usted es la periodista de la gente, la que le gusta a mi mamá y a mi papá. Yo he hecho ese análisis y los de Antioquia no me atacan. Pero te voy a hacer un análisis más teso, podrían pensar que por esta forma mía de hablar, me pueden apoyar los de Antioquia, los de bajos recursos, tal vez, los campesinos, pero no la gente de estrato alto; mentiras, he estado con gente de alto estrato, súper educados y les gusta mi trabajo; y también en Bogotá, pensé que no me iban a querer, tampoco, allá también me quieren”, relata. Hay que conquistar los corazones de la gente y para eso hay que tratar de ser cercano, eso es lo que yo busco con el lenguaje que utilizo”, agregó la periodista en su diálogo.
Claro, no todos son elogios. Las redes sociales se han convertido en el campo de batalla donde algunos la felicitan y otros aseguran que, contrario a ser autentica, lo que Érika hace es “una puesta en escena con frases rebuscadas”, acusaciones que, incluso, asegura, vienen de algunos que ella consideró cercanos en algún momento. “Me ha dado muy duro que los mismos colegas con los que yo me crié, que conocen mi esfuerzo, que conocen mi trayectoria, que saben que yo soy estudiosa, me vuelvan “ropa de trabajo”.
Frente a los comentarios que recibe en las redes sociales, Erika señaló que “para todos sale el sol”, no espera que sea del completo agrado de todos los que la ven en el noticiero, pues es consciente de que no todos están conformes con su lenguaje coloquial. “La gente tiene derecho a no gustar de tu trabajo, y tú tienes que respetar que hay gente a la que no le va a gustar eso”, reconoce Zapata, lo “berraco”, sostiene, siempre a su estilo, es cuando la gente empieza a hacer juicios de valor sobre ella sin conocerla: “ah, esa es una falsa, esa no es así, esa se prepara esos vivos así para que la vuelvan famosa, esa lo que quiere es fama y por eso le gusta llamar la atención, está enloquecida por fama y reconocimiento”.
“Eso sí me ha descompensado un poquito, porque yo no soy así, yo soy una persona honesta, yo no busco fama, yo no busco reconocimiento, yo monto en bus todos los días, yo no me creo el cuento”. Claro, se siente orgullosa de lo que ha conseguido y del lugar del que viene. “La diferencia es lo que te hace triunfar, cuando te salís del montón, eso es un camino largo y yo apenas estoy empezando, yo no estoy buscando fama, yo estoy buscando hacer un buen trabajo, salir adelante y poder ayudarle a mucha gente que, como yo, viene de situaciones complejas y que pueden lograr sus sueños”.
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