¡Llegó la Navidad! El sábado 24 de diciembre termina la espera: ¡Nació Jesús! También llega a su final la Novena de Aguinaldos, la tradición católica con la que en los hogares colombianos las familias se preparan espiritualmente para celebrar, una vez más, el nacimiento del Niño Jesús.
Esta costumbre católica, atribuida al fraile ecuatoriano Fernando de Jesús Larrea (1700 - 1733), inicia el 16 de diciembre y se extiende, por nueve días, hasta el 24 de diciembre en la noche. En Colombia, la Novena se convierte son la oportunidad perfecta para reunir a la familia y amigos, para orar, cantar y festejar cada día de espera a la llegada del niño Jesús, que nacerá el 25 de diciembre a la medianoche.
A continuación, dejamos las oraciones para celebrar el último día de la novena.
Oración para todos los días
Benignísimo Dios de infinita caridad, que tanto amasteis a los hombres, que le diste en vuestro hijo la prenda de vuestro amor, para que hecho hombre en las entrañas de una Virgen naciese en un pesebre para nuestra salud y remedio; yo, en nombre de todos los mortales, os doy infinitas gracias por tan soberano beneficio.
En retorno de él os ofrezco la pobreza, humildad y demás virtudes de vuestro hijo humanado, suplicando por sus divinos méritos, por las incomodidades en que nació y por las tiernas lágrimas que derramó en el pesebre, que dispongáis nuestros corazones con humildad profunda, con amor encendido, con tal desprecio de todo lo terreno, para que Jesús recién nacido tenga en ellos su cuna y more eternamente. (Gloria al Padre –3 veces).
Intención del día 9
La noche se ha cerrado en las campiñas de Belén. Desechados por los hombres, y sin abrigo, María y José salieron de la inhospitalaria población y se han refugiado en una gruta al pie de la colina. Seguía, a la reina de los ángeles, el jumento que le había servido de humilde cabalgadura durante el viaje, y en aquélla cueva hallaron un manso buey, dejado allí, probablemente, por alguno de los caminantes que habían ido a buscar hospedaje en la cuidad.
El Divino Niño, desconocido por sus criaturas racionales, acude a loas irracionales para que calienten, con su tibio aliento, la atmósfera helada de esa noche de invierno, y le manifiesten, con esto y con su humilde actitud, el respeto y la adoración que le había negado Belén. La rojiza linterna de José ilumina tenuemente ese pobrísimo recinto: un pesebre lleno de paja, figura profética de las maravillas del altar, y de la íntima y prodigiosa unión eucarística que Jesús ha de contraer con los hombres. María, en oración en medio de la gruta. Así van pasando las silenciosas horas de esa noche llena de misterio.
Llegó la medianoche, y en ese pesebre, antes vacío, se puede ver al divino Niño, que con inefable anhelo los hombres han esperado, vaticinado y deseado durante cuatro mil años. A sus pies, su Santísima Madre, en una adoración de que nada puede dar idea. José se acerca y le rinde el homenaje con el que inaugura su misterioso e imponderable oficio de padre adoptivo del Redentor de los hombres. La multitud de ángeles, que desciende de los cielos para contemplar esa maravilla sin par, estalla en alegría y hace vibrar en el aire las armonías del Gloria in Excelsis, el eco de la adoración que se produce en torno del Altísimo, para que sea perceptible, por un instante, a los oídos de la pobre Tierra.
Convocados por los cantos celestiales, llegan los pastores de la comarca a adorar al recién nacido y presentarle sus humildes ofrendas. Brilla en oriente la misteriosa estrella de Jacob, y se pone en marcha hacia Belén la caravana espléndida de los Reyes Magos, que dentro de pocos días vendrán a depositar, a los pies del Divino Niño, el oro, el incienso, y la mirra, símbolos de la caridad, la adoración y la mortificación.
¡Oh adorado Niño! Nosotros también, los que hemos hecho esta novena para prepararnos al día de vuestra Navidad, queremos ofreceros nuestra pobre adoración. ¡No la rechacéis! ¡Ven a nuestras almas! ¡Venid a nuestros corazones llenos de amor! Encended en ellos la devoción a vuestra santa infancia, no intermitente y sólo circunscrita al tiempo de vuestra Navidad, sino siempre y en todos los tiempos; devoción que fielmente practicada y celosamente propagada, nos conduzca a la vida eterna, librándonos del pecado y sembrando nosotros todas las virtudes cristianas.
Oración a la Santísima Virgen María
Soberana María que por vuestras grandes virtudes y especialmente por vuestra humildad, merecisteis que todo un Dios os escogiese por madre suya, os suplico que vos misma preparéis y dispongáis mi alma y la de todos los que en este tiempo hiciesen esta novena, para el nacimiento espiritual de vuestro adorado hijo. ¡Oh dulcísima madre!, comunicadme algo del profundo recogimiento y divina ternura con que lo aguardasteis vos, para que nos hagáis menos indignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad. Amén. (Avemaría –3 veces).
Oración a San José
¡Oh santísimo José, esposo de María y padre adoptivo de Jesús! Infinitas gracias doy a Dios porque os escogió para tan soberanos misterios y os adornó con todos los dones proporcionados a tan excelente grandeza. Os ruego, por el amor que tuvisteis al Divino Niño, me abracéis en fervoroso deseos de verle y recibirle sacramentalmente, mientras en su divina esencia le veo y le gozo en el cielo. Amén. (Padrenuestro, un Avemaría y un Gloria al padre).
Gozos
¡Oh Sapiencia suma del Dios soberano, que a infantil alcance te rebajas sacro!
¡Oh divino Niño, ven para enseñarnos la prudencia que hace verdaderos sabios!
¡Ven, ven, ven! ¡Ven a nuestras almas, Jesús! ¡Ven, ven, ven! ¡Ven, ven, ven! ¡Ven a nuestras almas, Jesús! ¡Ven, ven, ven! ¡No tardes tanto! ¡No tardes tanto! ¡Jesús, ven, ven!
¡Oh, Adonai potente que a Moisés hablando, de Israel al pueblo diste los mandatos!
¡Ah, ven prontamente para rescatarnos, y que un niño débil muestre fuerte brazo!
¡Ven, ven, ven! ¡Ven a nuestras almas, Jesús! ¡Ven, ven, ven! ¡Ven, ven, ven! ¡Ven a nuestras almas, Jesús! ¡Ven, ven, ven! ¡No tardes tanto! ¡No tardes tanto! ¡Jesús, ven, ven!
¡Oh raíz sagrada de Jesé que en lo alto presentas al orbe tu fragante nardo!
¡Dulcísimo Niño que has sido llamado lirio de los valles, bella flor del campo!
¡Ven, ven, ven! ¡Ven a nuestras almas, Jesús! ¡Ven, ven, ven! ¡Ven, ven, ven! ¡Ven a nuestras almas, Jesús! ¡Ven, ven, ven! ¡No tardes tanto! ¡No tardes tanto! ¡Jesús, ven, ven!
¡Llave de David que abre al desterrado las cerradas puertas del regio palacio!
¡Sácanos, oh Niño, con tu blanca mano, de la cárcel triste que labró el pecado!
¡Ven, ven, ven! ¡Ven a nuestras almas, Jesús! ¡Ven, ven, ven! ¡Ven, ven, ven! ¡Ven a nuestras almas, Jesús! ¡Ven, ven, ven! ¡No tardes tanto! ¡No tardes tanto! ¡Jesús, ven, ven!
¡Oh lumbre de oriente! ¡Sol de eternos rayos, que entre las tinieblas, tu esplendor veamos!
¡Niño tan precioso, dicha del cristiano, luzca la sonrisa de tus dulces labios!
¡Ven, ven, ven! ¡Ven a nuestras almas, Jesús! ¡Ven, ven, ven! ¡Ven, ven, ven! ¡Ven a nuestras almas, Jesús! ¡Ven, ven, ven! ¡No tardes tanto! ¡No tardes tanto! ¡Jesús, ven, ven!
¡Espejo sin mancha! ¡Santo de los santos, sin igual imagen del Dios soberano!
¡Borra nuestras culpas, salva al desterrado y en forma de niño da al mísero, amparo!
¡Ven, ven, ven! ¡Ven a nuestras almas, Jesús! ¡Ven, ven, ven! ¡Ven, ven, ven! ¡Ven a nuestras almas, Jesús! ¡Ven, ven, ven! ¡No tardes tanto! ¡No tardes tanto! ¡Jesús, ven, ven!
¡Rey de las naciones! Emmanuel preclaro, de Israel anhelo, pastor del rebaño,
¡Niño que apacientas, con suave cayado, ya la oveja arisca, ya el cordero manso!
¡Ven, ven, ven! ¡Ven a nuestras almas, Jesús! ¡Ven, ven, ven! ¡Ven, ven, ven! ¡Ven a nuestras almas, Jesús! ¡Ven, ven, ven! ¡No tardes tanto! ¡No tardes tanto! ¡Jesús, ven, ven!
¡Ábranse los cielos y llueva de lo alto, bienhechor rocío como riego santo!
¡Ven, hermoso Niño, ven, Dios humanado luce, hermosa estrella, brota, flor del campo!
¡Ven, ven, ven! ¡Ven a nuestras almas, Jesús! ¡Ven, ven, ven! ¡Ven, ven, ven! ¡Ven a nuestras almas, Jesús! ¡Ven, ven, ven! ¡No tardes tanto! ¡No tardes tanto! ¡Jesús, ven, ven!
¡Ven, que ya María, previene sus brazos, do su Niño vean en tiempo cercano!
¡Ven, que ya José, con anhelo sacro, se dispone a hacerse de tu amor sagrario!
¡Ven, ven, ven! ¡Ven a nuestras almas, Jesús! ¡Ven, ven, ven! ¡Ven, ven, ven! ¡Ven a nuestras almas, Jesús! ¡Ven, ven, ven! ¡No tardes tanto! ¡No tardes tanto! ¡Jesús, ven, ven!
¡Del débil auxilio, del doliente amparo, consuelo del triste, luz del desterrado!
¡Vida de mi vida, mi dueño adorado, mi constante amigo, mi divino hermano!
¡Ven, ven, ven! ¡Ven a nuestras almas, Jesús! ¡Ven, ven, ven! ¡Ven, ven, ven! ¡Ven a nuestras almas, Jesús! ¡Ven, ven, ven! ¡No tardes tanto! ¡No tardes tanto! ¡Jesús, ven, ven!
¡Véanse mis ojos, de ti enamorados bese ya tus plantas, bese ya tus manos!¡Prosternado en tierra te tiendo los brazos, y aún más que mis frases, te dice mi llanto!
¡Ven, ven, ven! ¡Ven a nuestras almas, Jesús! ¡Ven, ven, ven! ¡Ven, ven, ven! ¡Ven a nuestras almas, Jesús! ¡Ven, ven, ven! ¡No tardes tanto! ¡No tardes tanto! ¡Jesús, ven, ven!
¡Ven, Salvador nuestro, por quien suspiramos!
¡Ven a nuestras almas! ¡Ven! ¡No tardes tanto!
¡Ven, ven, ven! ¡Ven a nuestras almas, Jesús! ¡Ven, ven, ven! ¡Ven, ven, ven! ¡Ven a nuestras almas, Jesús! ¡Ven, ven, ven! ¡No tardes tanto! ¡No tardes tanto! ¡Jesús, ven, ven!
Oración al Niño Jesús:
Acordaos, ¡oh dulcísimo Niño Jesús!, que dijisteis a la venerable Margarita del santísimo Sacramento, y en persona suya a todos vuestros devotos, estas palabras tan consoladoras para nuestra pobre humanidad agobiada y doliente: “Todo lo que quieras pedir, pídelo por los méritos de mi infancia y nada te será negado”. Llenos de confianza en vos, ¡oh Jesús!, que sois la misma verdad, venimos a exponeros toda nuestra miseria.
Ayúdanos a llevar una vida santa, para conseguir una eternidad bienaventurada. Concédenos por los méritos infinitos de vuestra infancia, la gracia de la cual necesitamos tanto. Nos entregamos a vos, ¡oh Niño omnipotente!, seguros de que no que dará frustrada nuestra esperanza, y de que en virtud de vuestra divina promesa, acogeréis y despacharéis favorablemente nuestra súplica. Amén.
Villancico
Noche de paz
Noche de paz, noche de amor,
Todo duerme en derredor
entre los astros que esparcen su luz
viene anunciando al niño Jesús.
Brilla la estrella de paz
Brilla la estrella de amor.
Noche de paz, noche de amor,
oye humilde el fiel pastor,
coros celestes que anuncian salud,
gracias y gloria en gran plenitud
por nuestro buen Redentor,
por nuestro buen Redentor.
Noche de paz, noche de amor
ved que bello resplandor
luce el rostro del Niño Jesús
en el pesebre del mundo la luz
astro de eterno fulgor
astro de eterno fulgor.
Noche de paz, noche de amor
Todo duerme en derredor
Fieles velando allí en Belén
Los pastores, la Madre también
Y la estrella de paz,
y la estrella de paz.
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