Abordar el tomo ‘No es un mal menor: niños, niñas y adolescentes en el conflicto armado’ del Informe Final de la Comisión de la Verdad implica encontrarse de frente con la indignación, la impotencia y el dolor; pero también -como ha sido cada avance del proceso de paz- con la esperanza de la no repetición.
En ese documento, la CEV recopiló 2.744 testimonios de personas, 50 de ellas menores de edad, que en su momento fueron niños, niñas y adolescentes víctimas del conflicto armado. Son muchas las maneras en las que los menores colombianos vivieron el panorama de la violencia, pero fue el reclutamiento, uso y utilización de ellos, por parte de los grupos armados, uno de los que más zozobra causó en el país.
No se sabía qué día los alzados en armas llegarían a una vivienda a llevarse a uno de sus hijos para que ayudara en “la lucha”, cuántos no estarían endulzándoles los oídos con la idea de infundir respeto y tener poder, para finalmente hacerlos parte de una guerra que no era suya.
Según los datos que se analizaron en el tomo, entre 1990 y el 2017, por lo menos 16.238 menores de dieciocho años fueron víctimas de reclutamiento: 11.314 hombres (69,7 %) y 4.924 mujeres (30,3 %). Este dato es importante para recalcar que, aunque fueron más los varones reclutados, dentro de las dinámicas de los grupos armados, las niñas sufrieron muchas más violencias que sus compañeros.
Ser mujer menor de edad en medio de la lucha armada
Fueron muchos los detonantes que la Comisión de la Verdad halló como motivación para que los niños, niñas y adolescentes hicieran parte de la lucha armada insurgente. Amenazas, secuestro, vínculos familiares, poca presencia del Estado, negligencia familiar, entre otros.
Todos ellos utilizados con niños y adolescentes; sin embargo, para involucrar a niñas dentro de las guerrillas, especialmente de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), se utilizó el enamoramiento, como una manipulación sentimental o presión afectiva, para convencerlas de dejar sus vidas y alzarse en armas.
Esperanza, una de las víctimas que dio su testimonio, recordó que “con las niñas se utilizaba mucho el enamoramiento. Porque ellas, como los veían con dinero y bien vestidos… Entonces, para niñas aburridas en sus casas por sus condiciones de vida, maltratadas, abusadas... es una manera de escapar”. También se identificó este tipo de estrategias en los grupos paramilitares.
En la mayoría de los casos, los alzados en armas iniciaban relaciones amorosas con las niñas, a quienes identificaban y seleccionaban de acuerdo a sus grados de vulnerabilidad, siendo desplazadas, indígenas, afrodescendientes o que vivían en entornos violentos. Después de un tiempo, las amenazaban con terminar la relación si no se iban junto a ellos para ejercer la lucha armada.
Además de recibir, al igual que todos los guerrilleros que ingresaban al grupo, acondicionamiento físico, clases teóricas y prácticas de manejo de armas, así como instrucción militar; las niñas también tuvieron que cumplir con otras tareas solo por el hecho de ser mujeres.
Ellas también estaban puestas al servicio sexual de los guerrilleros, como retrataron algunos de los testimonios de exguerrilleros, con la intención de que los hombres de las filas no se involucraran con mujeres civiles o se alejaran de sus ubicaciones en busca de suplir sus deseos carnales.
Además, se aprovechaban de la belleza de ellas para vestirlas y maquillarlas con la intención de que distrajeran a militares, para realizar atentados a las fuerzas armadas o para que hicieran labores de inteligencia.
Dentro de las violencias que sufrieron las niñas en las filas de los grupos armados, también está el uso de anticonceptivos sin consentimiento, algunas ni siquiera sabían que se les estaban suministrando estos; abortos, acoso, violación sexual y tortura.
La CEV identificó que la violencia sexual contra las mujeres, dentro de todos los grupos armados, fue reiterada y sistemática. De hecho, dentro de lo más grave de estas violaciones de menores de edad es que hizo que muchas de ellas empezaran a ver en las relaciones con comandantes la manera de evitar otro tipo de violencias y conseguir algunos beneficios.
Así lo recordó Laura, reclutada por las FARC, “tenía mis beneficios, entonces no era ser un soldado raso, tenía beneficios por ser la compañera de él” y Aura, reclutada por los paramilitares, “me pegaban y me chuzaban con un palo en la barriga que para que yo perdiera el bebé. Eran cosas falsas porque yo era una niña, no tenía sino ocho o nueve años. Cuando llegó el otro comandante, ya era más buena gente, él me protegió, no dejó que me siguieran maltratando de esa manera. Él me cogió como para tener sus noches, lo mismo a mi compañera. La cogió como su mujer y a mí me tenía para pasar las noches cuando ya no quería estar con ella”.
También sucedía que si alguna de ellas se negaba a las pretensiones de guerrilleros o comandantes, las obligaban a hacer labores forzadas o simplemente accedían a ellas a la fuerza.
Los constantes abusos sexuales de las niñas hicieron que dentro de la guerrilla decidieran forzar el uso de anticonceptivos y hacer obligatorio el aborto, tema que se impuso después de la Octava Conferencia de las FARC. Se estableció que se utilizaron métodos anticonceptivos como la T, el Jadelle y las pastillas; así como abortos por medio de legrado-raspado, pastillas, aspiración y espontáneo.
Según un informe entregado por los exguerrilleros a la CEV, “de 319 mujeres exguerrilleras entrevistadas, el 90 % usó métodos anticonceptivos durante su paso por la organización”. La mayoría (83 %) manifestó que empezó a utilizarlos entre los diez y los dieciocho años. Además se pudo establecer que, en el 72 % de los casos, la decisión sobre la forma de anticoncepción era de médicos, enfermeros, comandante o estado mayor, y solo en el 28 % fue de la mujer.
Como consecuencia de todo esto, Sisma Mujer señaló que las mujeres que vivieron dentro de las filas de los grupos armados podrán ver esto reflejado durante toda su vida en miedo, tristeza, problemas para dormir, culpa y baja autoestima. Además, en afectaciones a la salud física y reproductiva, como enfermedades de transmisión sexual, daños en el sistema reproductor, dolores y problemas en la salud en general.
Otros datos importantes
Es relevante aclarar que la CEV hace especial énfasis en agregar la palabra forzado a este delito cometido por los grupos armados al margen de la ley, descartando de entrada algunas versiones que dan a entender que muchos menores fueron voluntariamente parte de las filas de los alzados en armas.
Principalmente, fueron las FARC-EP los responsables de cerca del 74 % del reclutamiento de menores de edad entre 1990 y 2017 en casos documentados, pero el ELN y las AUC también engrosaron sus filas con menores de 15 años. Aunque el tomo no desconoce la responsabilidad de los grupos armados, se reconoce también que estos aprovecharon falencias dentro del Estado y la sociedad para reclutar a los niños.
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