Para hablar de la historia del narcotráfico en Colombia habría que remontarse a los años 30, de acuerdo con el libro Conexión Colombia del historiador Eduardo Sáenz Rovner. Este comprende una serie de recopilaciones de archivos nacionales y de Estados Unidos que revelan la forma en que el país fue duramente golpeado por esta problemática desde principios del siglo XX.
En Cauca y Valle del Cauca, los inicios del narcotráfico datan de 1950; aunque tres años atrás el presidente de esa época, Mariano Ospina, ya había decretado que el cultivo y la conservación de plantas como la marihuana estaba prohibido. Sumado a eso, el gobierno de aquel entonces castigaba hasta con cárcel a quien tuviera nexos con siembra, distribución o compra de esos elementos.
Dicho decreto no duró mucho tiempo en vigencia, y más allá de las razones por las cuales fue sancionado (se cree que fue una muestra de cooperación con Estados Unidos en materia antidrogas), fue derogado tras las protestas realizadas por cultivadores de cannabis, pues no tenían otra forma de subsistencia y, en cambio, lo que hacía era criminalizarlos.
Para 1950, los cultivos de marihuana estaban distribuidos en diferentes partes del país, especialmente en el Caribe. En ciudades como Barranquilla y Cartagena era evidente el consumo de esta planta. Mientras tanto, los cultivos de mata de coca en Cauca llegaron a 400 hectáreas, distribuidas en varios municipios de ese departamento.
Aunque los años 50 y 60 han sido invisibilizados en la historia del narcotráfico en Colombia (por darle mayor protagonismo a la guerra de carteles), el mundo estaba viviendo un cambio drástico, sobre todo en la aceptación de las drogas en la época de la Contracultura, en la cual los hippies, la música rock y las drogas estaban teniendo un escenario de aceptación concentrado tanto en Estados Unidos como en Europa.
Cuba era el puente principal de las mafias europeas que llenaban las calles de Florida y Nueva York de diferentes drogas como el opio convertido en heroína, según el historiador colombiano Sáenz Rovner. Sin embargo, la Revolución de 1953 generada en la isla cerró esa conexión y la participación de Bolivia y Chile, (principales países en transportar coca a Estados Unidos), continuó su marcha, hasta que llegaron los 70.
Ese cierre comercial generado por la revolución cubana disparó la demanda de drogas por parte de Estados Unidos. Un grupo de maleantes que se dedicaban a la extorsión y al robo, vieron en esos pedidos altos la oportunidad para ver en el campo el negocio que les llenaría los bolsillos de dinero y, tiempo después, de un poder que llegaría hasta el Congreso de la República.
Los Chemas fueron ese grupo insurgente que se dedicaba al robo y la extorsión en medio de un ambiente donde la marihuana se sembraba y era financiada, según la Comisión de la Verdad, por comerciantes de Cartago, Ansermanuevo, El Águila y municipios aledaños que después se involucraron de lleno en el negocio. Allí las hectáreas de hoja de coca (que existían desde hace siglos en el territorio colombiano) se expandieron aún más y a mediados de 1973, alcanzaron las 617 hectáreas con alrededor de 500 mil plantas sembradas.
Los Chemas, conformados por los hermanos Miguel y Gilberto Rodríguez Orejuela junto con José Santacruz Londoño iniciaron el negocio de la exportación de la marihuana y posteriormente con la cocaína, cuando la pasta de coca se importó desde Bolivia para su procesamiento y se fortalecieron los canales de distribución hacia Estados Unidos.
Los primeros beneficiados por el gran auge de la venta de cocaína fueron los cultivadores, quienes empezaron a adquirir poder y hasta bienes eléctricos que no funcionaban, ya que no tenían redes eléctricas en la zona. Todo ese cambio cultural llevó problemas en estos lugares relacionados con la envidia por los nuevos beneficios.
Adicionalmente, con la favorabilidad de las exportaciones, nuevas rutas empezaron a marcarse por cuenta de la alianza entre Jaime Caicedo y Benjamín Herrera en Cauca; y a partir de 1977, los hermanos Rodríguez Orejuela tomaron el control del Pacífico para formar el Cartel de Cali, nombre atribuido por los Estados Unidos. Su control ejercido en esa zona del país los llevó a unirse en 1980 con Helmer Herrera, encargado de hacer las rutas dentro de Estados Unidos controlando de paso el mercado en Nueva York.
Su éxito llegó a tal punto que las rutas se expandieron a Europa, asociándose con mafias europeas como las italianas que les permitieron controlar ese mercado para, tiempo después, llegar a Japón. Sin embargo, Gilberto fue capturado en 1984 en España, y posteriormente, deportado a Colombia. Más allá de eso, no duró mucho tiempo en la cárcel, y cuando salió, regresó a su negocio habitual.
La década de los noventa empezó con la muerte de Pablo Escobar, el hombre más perseguido del mundo. Ese espacio que dejó el capo le permitió al Cartel de Cali monopolizar el negocio junto con el del Norte del Valle.
Tras la muerte de Escobar iniciaron las elecciones presidenciales de 1994 que dieron por ganador al liberal Ernesto Samper, acusado después de recibir dinero del Cartel de Cali. Para desmentir dichas señalizaciones, inició la persecución del Estado contra esa estructura criminal. En medio de esa guerra, integrantes del Norte del Valle asesinaron a Santacruz.
Los hermanos Orejuela fueron extraditados y el Cartel de Cali desapareció a mediados de 2014. Y gracias a la ausencia de estos cárteles, la guerrilla que en un principio se opuso a que los campesinos se dedicaran al cultivo y la implementación de laboratorios, se integraron al negocio; incluso hicieron parte del cartel del Norte del Valle en los años noventa, convirtiendo el narcotráfico en la fuente principal de financiamiento de su lucha armada.
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