Desde la primera vez que se presentaron en la capital colombiana, Bogotá ha sabido abrirle sus puertas a una de las bandas británicas de rock más importantes de los últimos tiempos. Aquella noche de noviembre de 2014 quedó registrada en la memoria de los fanáticos de Arctic Monkeys para siempre y después de una presentación formidable en la que tocaron los temas de su recientemente consagrado álbum de estudio ‘AM’ (2013), que les mereció el premio a Mejor Álbum del Año en los Brit Awards, la promesa de un pronto reencuentro quedó más que fijada.
En 2019, en el marco del Festival Estéreo Picnic, los Monkeys se encargaron de cerrar la edición de ese año con un concierto que los puso a vibrar a todos en el campo de golf Briceño 18. Una noche maravillosa en la que tocaron sus temás más conocidos y los de su más reciente álbum del momento, ‘Tranquility Base Hotel & Casino’ (2018). Aquel, probablemente, haya sido hasta el momento el mejor concierto que han dado en tierras colombianas.
Apenas unos años después, habiendo anunciado un nuevo disco, ‘The Car’, la banda británica confirmó su tercera visita a Bogotá, esta vez en el Coliseo Live, el centro de eventos que, de a poco, se gana el cariño de los espectadores, más allá de que llegar a él sea toda una odisea.
El concierto se programó para la noche del 17 de noviembre, tan solo unos días después de que, en el mismo sitio, se presentara The Killers, con un espectáculo que dejó a la mayoría de fanáticos con la sensación de haber asistido a uno de los mejores conciertos de su vida.
El listón quedó bastante alto para los británicos, pero ellos juegan a otra cosa. Su conexión con la ciudad ya está más que afinada. Por algo, al final del evento, las pantallas del lugar registraron el mensaje: “Arctic Monkeys ama a Bogotá”, lo cual es bello de pensar, pero lo cierto es que no es la banda la que ama la ciudad, sino al contrario. ¿Cómo no amar a estos sujetos que se resisten a dejar que el rock se extinga?
A las 10:00 p.m. la banda salió al escenario. Más puntuales no pudieron ser. La lluvia, afuera, ya había hecho lo suyo y el tráfico, siempre caótico, de alguna u otra forma, intentaba colaborar. Muy lento y pesado, desde luego, pero al menos fluía en su flojo andar. Adentro, en el escenario, luces en negro, primeros acordes y...
El concierto inició con una de las canciones del nuevo álbum, ‘Sculptures of Anything Goes’. De entrada, la banda dejó en claro lo que quería decir. Su nueva faceta musical, más allá de que a los fans más antiguos de la banda aún no les convenza del todo, es la cara madura que los Monkeys quieren mostrar y seguir moldeando. Su nueva música da cuenta de eso, y lo defienden sin importar nada.
La algarabía fue total con esa primera canción, aunque en algunos sectores del lugar el sonido no fuera el mejor. Al costado izquierdo, por ejemplo, en las graderías, las guitarras sonaban estruendosas y la voz de Turner quedaba opacada. Con los minutos, aquello se fue corrigiendo, pero en lo personal, eso hizo que no conectara del todo con el concierto y, más allá de que las canciones posteriores sonaron cada vez mejor, siempre me quedó faltando algo.
Los parlantes se pusieron en orden luego de ‘Brianstorm’, cuando llegaron ‘Snap Out of it’ y ‘Crying Lightning’. Esta última es, en mi opinión, una de las canciones que mejor suenan en vivo. Es como si hubiese sido concebida para ello. Pero, paren todo, si esta es buena, ‘Don´t Sit Down Cause I’ve Moved your chair’ es buenísima. Simplemente, perfecta. Escucharla en la versión original del Suck It and see es obligarse a repetirla una y otra vez, pero en vivo la cosa es a otro nivel. Frenesí asegurado y de ahí en adelante, algarabía total.
‘Why’d You Only Call me when you’re High?’, que de a poco se hace himno, le dio paso a ‘One Point Perspective’ y a la bellísima ‘Arabella’. Pausa de segundos para hidratarse y a escena con ‘Potion Approaching’ y ‘The Car’, que le da título al nuevo trabajo discográfico, el cual, dicho sea desde ya, suena muy bien en el escenario.
‘Cornerstone’ sirvió de entrada para ‘Do I Wanna Know?’, que yo creo es la canción más sexy de los británicos. La emoción con ella siempre es alta, y esa finura propia de ellos no puede faltar con ‘Tranquility Base Hotel + Casino’. La estrategia de bajar las revoluciones con esta tonada les salió a la perfección, pues luego llegó ‘Teddy Picker’. Este sí que es un himno de la banda. No contentos con el nivel de descarga en el público, se lanzaron con la tremenda ‘I Bet You Look Good on the Dancefloor’ y el suelo del Coliseo Live casi se parte en dos.
Puede que haya sido el momento más vibrante de la noche y, yo creo, la banda así lo quería, pues se acercaba el final. Los últimos minutos del concierto, que bien duró lo que debía durar, pero a todo fanático nos parece que se va demasiado rápido, transcurrieron de la mano de temas como ‘Pretty Visitors’ y ‘Do Me a Favour’, antes de que llegara ‘Four Out Five’, otra de las canciones que más suena bellísimo en vivo. Una pieza que, si nos ponemos a pensar, da cuenta a la perfección de esa sobriedad y sofisticación que los Monkeys han estado buscando en estos últimos años. La forma de Álex Turner de decirle a ese mundo ultracomercial de la música: “Me importan un carajo sus tendencias, yo haré esto”. Puro rock.
Pausa y encore, anunciando un cierre al mejor estilo de los de Sheffield, y las tres últimas canciones, antecedidas, y ya no recuerdo el momento exacto en que lo dijo, por un “Bogotá, is good to see you again”, que brotó del pecho de Turner con evidente emoción.
‘There’d Better Be a Mirrorball’, ‘R U Mine?’, que fue la encargada de cerrar en el 2019 y dejarlo todo por los cielos, y ‘Body Paint’, fueron los últimos temas de la noche, una que, más allá de alguno que otro fallo a nivel técnico por parte del escenario, se le meterá en los corazones a esta gente que anduvo más de tres horas para llegar a este lugar y escuchar a los Arctic Monkeys tocar su música, mientras confirmaban, con buen tino, por qué son la banda que son hoy.
Para muchos asistentes, no fue mi caso, esta era la primera vez que veían a los británicos y lo cierto es que pueden irse con la mejor sensación. Ellos no necesitan enamorar a nadie porque sus fanáticos ya están ciegamente enamorados. Los Monkeys son parte de esa última generación de rockeros auténticos, pura clase británica, ya en fase madura, que siguen tocando como si lo hicieran en un garaje en la pequeña ciudad que los vio nacer, en el condado de Yorkshire del Sur.
Los años van pasando, los sonidos van cambiando, pero estos chicos siguen siendo ellos mismos, y nosotros, aquí estamos.
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