El ideal cultural paisa: uno de los embriones del conflicto armado en Antioquia

La violencia bipartidista es uno de los capítulos que anteceden el conflicto armado en Colombia y las razones culturales del departamento antioqueño detallan su persistencia en el tiempo

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La Violencia Bipartidista tuvo razones
La Violencia Bipartidista tuvo razones políticas y culturales que crearon las dinámicas antes del conflicto armado en Antioquia. FOTO: Infobae (Jesús Avilés)

“A mí me tocó presenciar un policía de esos que le abrió el vientre a una señora, le sacó la criatura, la tiró hacia arriba y recibió la criatura con una puñaleta”, narró un líder comunitario del sur de Urabá y víctima de desplazamiento forzado a la Comisión de la Verdad. Las acciones de los conservadores contra los liberales las vivió en carne propia en el municipio de Mutatá, antes conocido como Pavarandocito.

Ese día llegó un conservador llamado Capitolino González y le ordenó a la comunidad salir inmediatamente. “Si no salíamos, iban a matar a todos los pavarandociteños por ser liberales y que le iba a meter candela al pueblo”, detalló el entrevistado.

Fue entre 1946 y 1953 que esas acciones tenían el auspicio del Estado o del Partido Conservador: le delegaron la seguridad a grupos armados conocidos como los Chulavitas o los Pájaros. Como consecuencia, empezaron los primeros brotes del paramilitarismo en la región y surgieron las guerrillas liberales que se enfrentaron en la conocida Violencia Bipartidista. “En esos días, en el río Riosucio, que queda a orillas de Pavarandocito, eso bajaban las balsadas de muertos liberales”, agregó.

Esa es una de las escenas que caracterizaron este periodo histórico que, según la Comisión de la Verdad, fue uno de los antecedentes más importantes del conflicto armado en el país. “Prácticamente, la violencia en Antioquia es representativa de la violencia colombiana como un todo”, aseguró la investigadora Mary Roldan, citada por la entidad que nació con el Acuerdo Final de Paz.

El ideal antioqueño vs. ‘los bárbaros’

El mapa del departamento estaba divido. El centro y la periferia tenían unas dinámicas de hostilidad que habían heredado desde la colonia, pero que con la Violencia Bipartidista fueron más evidentes. Mientras el Estado era una entidad reguladora de la vida en el centro, llegaba como una fuerza punitiva en las periferias, incrementando aún más las brechas entre la sociedad antioqueña.

En el centro —especialmente en Medellín—, desde el siglo XVIII, la Iglesia y el Estado tuvieron un papel estructurador, definiendo como valores el trabajo, la familia, el ahorro y la religión. Las periferias, por su parte, eran los espacios “incultos y bárbaros”, que se alejaban cada vez más del ideal antioqueño. Ese fue uno de los embriones del conflicto armado y de su persistencia en el tiempo.

En la Violencia Bipartidista, la periferia vivió la peor cara del conflicto armado. No solo era un enfrentamiento entre liberales y conservadores, sino que había razones culturales detrás: “los ideales paisas de la limpieza de sangre y el blanqueamiento de las razas”. Esos territorios más alejados de la centralidad —cercanos a otros departamentos— eran el otro que había que controlar.

Las acciones violentas de esa época tenían un carácter aleccionador detrás, “justificado en la necesidad de moralidad y control”, detalló la Comisión. No por nada las subregiones periféricas de Urabá, Bajo Cauca, Nordeste y Magdalena Medio vivieron una las acciones más “cruentas y sangrientas”, tanto así que su población se redujo considerablemente.

Las regiones en azul son
Las regiones en azul son aquellas periferias con más afectaciones por el conflicto armado en Antioquia, mientras que las de blanco corresponden a las subregiones más cercanas al centro del departamento. FOTO: Infobae (Jesús Avilés)

Los enfrentamientos entre liberales y conservadores generaron la primera ola de desplazados a Medellín y otros municipios del departamento. A pesar de huir de la violencia, no dejaron de enfrentarse a las diferencias raciales, políticas y de clase.

“Nosotros nos fuimos pa’ Medellín de huida de la muerte, pues para allá se fueron los que tenían con qué —explicó un campesino de Urrao, entrevistado por la entidad—. Siempre se llevaba uno la ropa, pero de todas maneras se iba arriesgando la hilacha”. Llegaban con la esperanza de una vida distinta, pero los paisas no lograron integrarlos a las urbes; los supuestos bárbaros no tuvieron derecho a esas promesas de progreso y bienestar.

Las guerrillas liberales: una antesala de los grupos insurgentes del conflicto armado

“Yo no me volví guerrillero, sino que me hicieron guerrillero”. Esas eran las palabras que se escuchaban en las zonas periféricas y que justificaron la toma de las armas por parte de las guerrillas liberales.

Esas insurgencias se originaron para defenderse de la policía conservadora y también asumieron las luchas por la tenencia de la tierra; sin embargo, los enfrentamientos no solo fueron entre las dos banderas ideológicas de la época, sino que involucraron civiles. “Algunos campesinos fueron señalados de ser colaboradores del gobierno y se estigmatizó a pequeños terratenientes como si hicieran parte de la oligarquía conservadora”, detalló la Comisión.

Las consecuencias no fueron solo esas. Los lugares en los que hicieron presencia las guerrillas liberales fueron las mismas zonas periféricas en las que surgieron nuevas olas de violencia y aquellos que alguna vez tuvieron una historia con las armas encontraron un espacio cuando se empezaron a consolidar las insurgencias comunistas y los grupos de autodefensa.

Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc), el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y el Ejército Popular de Liberación (EPL) fueron algunos de los que empezaron a tomar las banderas del campesinado y de la lucha por la tenencia de la tierra. Su historia empezó cuando la Violencia Bipartidista terminó: con la consolidación del Frente Nacional, un acuerdo de alternancia del poder entre el Partido Conservador y Liberal entre 1958-1974.

Ese capítulo en la historia es otro de los nudos del conflicto armado en Colombia; sin embargo, particularmente en Antioquia, esas dinámicas entre centro y periferia permanecieron en el tiempo e hicieron más cruenta una guerra que aún no termina. El padre Francisco de Roux, presidente de la Comisión de la Verdad, tenía razón cuando manifestó la importancia de este departamento.

—Si Antioquia no hace la paz, no habrá nunca paz en Colombia.

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