100 días: Petro mira a las estrellas pero descuida el horizonte de tormenta

Petro es un visionario, el problema es que, como me lo dijo alguien cercano al Gobierno, por estar en la cabina mirando a las estrellas, no presta atención a los indicios de tormenta que pueden encubrir una montaña en la que se estrelle la nave.

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El excandidato presidencial Humberto de
El excandidato presidencial Humberto de la Calle asegura que Gustavo Petro es un mandatario que mira hacia el futuro, con lo cual, sin embargo, descuida el presente y las señales de tormenta

Petro es un visionario: alienta un mundo sin combustibles fósiles, imagina un sistema de salud en cada casa, añora un metro elevado en Bogotá, se viste de líder continental (¿o mundial) y sueña con ver a todos los combatientes ilegales comiendo de su mano. El problema es que, como me lo dijo alguien cercano al Gobierno, por estar en la cabina mirando a las estrellas, no presta atención a los indicios de tormenta que pueden encubrir una montaña en la que se estrelle la nave. Ojalá no sea así. De verdad, de buena fe, ojalá le vaya bien.

Hasta ahora, le ha ido bien. El balance de los primeros cien días le ha sido grato, las encuestas muestran una favorabilidad alta; pero, quizás, es otra la cifra más importante. Aunque el pesimismo sigue siendo mayoritario, ha crecido el número de personas que piensan que el país va por buen camino. Ese solo hecho es, de por sí, un triunfo importante. En una nación atribulada como la nuestra, que aumente la cifra del optimismo es, a su vez, una cuota de optimismo. Ojalá sea una cuota inicial en un camino cada vez más despejado.

Petro sacó adelante su reforma tributaria, tendrá la bolsa llena. Desde un principio ha sostenido que sin impuestos no hay paraíso.

Le oí decir que él no sería un segundo Duque y que la diferencia dependía de la tesorería llena, porque su política social generosa, que será la piedra de toque de su legado, depende del dinero, y lo tendrá en abundancia. Vendrán los muníficos subsidios, necesarios en esta ocasión. Se le podrá criticar por poner en marcha un estado paternalista en vez de crear condiciones reales para el desarrollo, pero esa crítica se ve opacada porque, al menos en la coyuntura, la situación de millones de colombianos es desesperada.

¿Pero, qué esconden los nubarrones?

En primer lugar, si bien la descarbonización del modelo es un imperativo planetario, el cronograma afanoso puede terminar en catástrofe. Ya le pegó duro a los combustibles fósiles con más tributos, pero el anuncio de cero exploración futura puede generar, más que los impuestos, una huida de los inversionistas de un negocio riesgoso en el que mucho depende del azar y todo del largo tiempo para los jugadores. Si en el horizonte se ve que no hay exploración, con el argumento de que tenemos reservas para una década, el desaliento puede precipitarse.

La reformita política no es gran cosa. Transfuguismo para ofrecer refugio en el Pacto Histórico a una variedad de políticos de cara a las elecciones locales. Congresistas ministros, nada importante; bajonazo en los conflictos de interés, muy mala cosa; lista cerrada, es éste uno de esos temas en el cual el consenso es imposible. La idea es ensayarla por dos períodos para forzar a los partidos a organizarse, el problema es la democratización interna, si ésta termina siendo un espejismo, y el riesgo es grande, habremos reforzado la tendencia de los partidos a concentrar el poder en unos pocos.

El crecimiento de la economía el año entrante será irrisorio; los déficits fiscal y externo enormes.

Finalmente, si triunfa con la Paz Total, habrá que crear un premio superior al Nobel para brindárselo de rodillas, pero el camino se ve tortuoso, y eso que aún no conocemos cómo serán las normas del sometimiento.

El principal enemigo de Petro es la esperanza y la impaciencia de millones de colombianos. Su retórica mantiene viva la ilusión, pero vendrán reveses. El segundo enemigo de Petro es Petro. Su ADN es el combate; en sus intervenciones, cuando pretende diseñar soluciones, no logra acallar su llamado a la lucha. Claro que él sabe que el cambio está acompañado del dolor, pero exacerba el grito guerrero. “El solo carbón de Colombia es capaz de destruir la humanidad”. “El sistema de salud de Colombia es e peor del mundo”. “Las EPS son los villanos de la película.”

Entre tanto, gradúa de jefe de la oposición a Uribe. Un binomio que se retroalimenta para bien de ambos. Cada uno sirve al otro. La gran pregunta es ésta: ¿Y el centro? ¿Existe? ¿Quiere existir? ¿Cómo lograría salir del atolladero que le propone una oposición pactada con Uribe sin parecerse a Uribe? Esperaremos otros cien días para ver si tenemos respuestas.

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