El reloj marca las 5:51 de la tarde. El sol capitalino cae dándole paso a la noche, mientras deja estelas de un cielo rosa a su paso. Las puertas del Cementerio Central se abren para dejarnos ingresar a la ciudad de los muertos y, a tan solo unos metros, en el arco principal de la fachada, una escultura de Cronos -el dios griego del Tiempo- nos recibe: con una hoz negra en su mano izquierda y a sus pies la frase en latín “Esperamos la resurreción de los muertos”, la deidad nos da la bienvenida.
Construida en 1836 -y puesta en servicio bajo la presidencia de Francisco de Paula Santander-, está necrópolis ha refugiado bajo su atmósfera gélida e impasible -durante más de 180 años- los restos de ciudadanos del común, extranjeros, empresarios, artistas, políticos y hasta los próceres que forjaron la identidad de la Nación, y quienes nos recuerdan que, en la hora del “descanso eterno”, sin importar nuestras procedencias o credos, tendremos el mismo final.
Al igual que en la ciudad de los vivos, la ciudad de los muertos también tiene una avenida principal. En este caso, el camino es inaugurado por una versión de ‘La Piedad’, una escultura tallada originalmente por Miguel Ángel y que, en 1928, el también escultor italiano Ermenegildo Luppi, tomó como referencia para esculpir su propia interpretación a pedido de la familia de José Ignacio Lago -un joven de la aristocracia bogotana que murió ahogado durante un viaje en barco hacia Europa-, suceso por el que, sus familiares, quisieron honrar su memoria con la estatua.
Al final de la avenida principal, se levanta la capilla central del cementerio -construida en 1839-, un pequeño espacio oculto entre las sombras de la noche bogotana en el que las familias pueden despedirse de sus seres queridos o pedir por sus almas durante las eucaristías que allí se celebran.
Pero lo que más llama la atención de ese recorrido son los destacados personajes de la historia nacional que allí reposan, y las imponentes tumbas que se erigieron en su honor. Es así como, en medio de las pocas luces que nos muestran el camino y con el penetrante frío que nos acoje, el guía nos enseña una a una algunas de las criptas que allí reposan: la de los expresidentes Virgilio Barco, Enrique Olaya Herrera, Alfonso López Pumarejo y Laureano Gómez -cada uno enterrado junto a sus esposas-, además del primer recinto donde descansaron los restos del fundador de Bogotá, Gonzalo Jiménez de Quesada.
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Mientras el recorrido continúa, de entre los sarcófagos que se esconden en la oscuridad, algunos actores entran en escena para darle vida a algunas de estas personalidades colombianas para que, en medio de la tristeza o misterio que puede generar el camposanto, sus visitantes se empapen de la historia y memoria de Bogotá.
El poeta José Asunción Silva- cuya cara ha quedado impresa en la memoria de los colombianos por años al aparecer en el billete de 5.000-, es el primer intelectual de la necrópolis que nos habla:
Cuando la personificación de Silva finaliza, el trayecto por las criptas prosigue y, acompañada del sonido de los grillos que fungen como música de fondo, ‘La pobre viejecita’ -el personaje principal de uno de los poemas más reconocidos de Rafael Pombo- narra a través de su figura la vida y muerte del escritor de obras infantiles.
Vestida con un traje negro de época y cargando una sombrilla, una linterna y la que fue la primera portada de ‘La pobre viejecita’, la actriz recita con voz apacible algunos de los escritos de Pombo, entre ellos ‘Rin Rin Renacuajo’, una de sus más reconocidas obras y cuyo párrafo inicial está tallado en la tumba del autor.
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Metros más adelante, quien fue la mano derecha del libertador Simón Bolívar, el militar Francisco de Paula Santander nos recibe en su tumba, una de las más grandes del camposanto. De forma jocosa y cómica, y haciendo referencia a elementos de la modernidad, el también político se introduce con los presentes a la vez que narra las proesas que lo llevaron a ser reconocido en la historia nacional, y a que se erigieran estatuas en su memoria, una de ellas tallada en la que hoy es su morada eterna.
“Perdón un momento”, dice el personaje de Santander mientras contesta una llamada imaginaria. “Mi general, buena noche. Bien mi general, sí aquí está Antonio Nariño, Camilo Torres, también Manuela Beltrán. Mi general, usted me dice que para el 20 de julio y el 7 de agosto... sí señor, estoy libre, me cuenta que hacemos esos dos días...sí mi general un gusto”, concluye la “llamada” Francisco de Paula, mientras envía “saludos” a los asistentes de parte de Simón Bolívar, para así dar paso a la narración de su historia.
En la necrópolis, cargada de misticismo e historia, otros personajes también se toman la escena para exaltar el patrimonio histórico, cultural y arquitectónico de este camposanto que, en 1984, fue declarado Monumento Nacional. Entre ellos, el empresario alemán y fundador de Bavaria, Leo Kopp, y la ‘Loca Margarita’, quien militó en el Partido Liberal y de quien, según cuentan las leyendas, vio morir en sus brazos al diplomático Rafael Uribe Uribe y, desde entonces, vistió de rojo hasta el día de su muerte.
Cuando las puertas del Cementerio Central cierran, nadie sabe si los personajes que allí reposan se reúnen para hablar de sus proesas o sí, según las leyendas populares, deambulan por la necrópolis ahuyentando a quienes perturben su descanso eterno. Lo que sí es cierto es que, con los recorridos, las personalidades e historias que allí fueron enterradas se niegan a ser olvidadas.
Lo que necesita saber si quiere hacer los recorridos por el cementerio central:
- Horarios: jueves, viernes y sábados de 4:00 p.m. a 8:00 p.m. y domingos de 3:00 p.m. a 7:00 p.m.
- Día de inicio: jueves 6 de octubre de 2022.
- Día de finalización: domingo 20 de noviembre de 2022.
- Para reservar y conocer los costos: ingrese a la página https://planbogota.bogotadc.travel/.
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