Una historia propicia para el mes de octubre. En Medellín, visitantes frecuentes y habitantes del centro de la ciudad piden que una casa sea demolida. Para todos esta edificación se ha convertido en la casa del terror. La casa está ubica en el cruce de la avenida Oriental con la calle 56 - Bolivia.
El medio de comunicación local El Colombiano, retrato lo que ocurre en esta construcción, que a hoy solo cuenta con algunos vestigios, puesto que de tantos años que acumula en abandono, solo quedan algunas paredes en pie, poco a poco se han ido llevando puertas, ventanas y algunos enseres que aún funcionaban en la casa. De lo que en antaño podría ser una hermosa vieja casona, hoy no queda nada.
De acuerdo con el relato del medio de comunicación paisa, hasta mediados de 2007 funcionó una antigua clínica de fracturas. Posteriormente, la sede se dispuso para su arriendo o venta, e incluso llegó a funcionar como sede política para la campaña de la alcaldía de Luis Pérez.
Hasta el momento no se sabe mucho sobre qué decisión se va a tomar sobre el bien inmueble, lo que si es cierto es que muchas personas que deben transitar por este sector relatan y evidencian que se ha convertido en un foco de inseguridad.
El Colombiano visitó la propiedad, en uno de los relatos sobre lo que encuentra al interior de lo que fue una bella casa, dicen que: “En el hall principal el piso está cubierto por una mezcla de basura, paquetes plásticos y excrementos de la que emerge una que otra rata”, se lee en la publicación de este medio.
El relato de este medio de comunicación deja entrever que la propiedad hoy está en manos de los habitantes de calle de la ciudad. Basura, ropa, agujas usadas y múltiples mensajes en las paredes, además de excrementos por toda la propiedad son la prueba fehaciente. El mismo medio narra que: “Al salir EL COLOMBIANO de la clínica, un transeúnte solo atina a decir: “¡Uy, cómo! ¿Se metieron a la Casa del Terror?”, escribe el medio sobre la experiencia que vivió al interior de lo que se podría llamar “casa”.
Ese mismo medio de comunicación recorrió los alrededores y pudo reunir testimonios de las personas que tienen algunos negocios cerca de este incómodo punto en el centro de la ciudad. Lo más sorprendente del caso es que lo que más los incomoda no son los roedores y los fuertes olores que de allí emanan, sino el hecho de que este sector se ha convertido en un foco de inseguridad, como ellos lo dicen “un atracadero”, pues la edificación sirve para ocultar bien a los delincuentes antes y después de cometer su acto delictivo en contra de los ciudadanos que transitan por el centro de Medellín.
El medio de comunicación intentó encontrar de quien era la propiedad, pero no obtuvieron éxito en la búsqueda de los dueños del predio.
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