En Colombia, pocas cosas representan más las fiestas de fin de año que Rodolfo Aicardi. Cada año que pasa, cada temporada de fiestas decembrinas, la música y el legado del emblemático cantante de grupos que incluyen, entre otros, a Los Hispanos; continúan intactos en la tradición musical de un país que aún hoy canta himnos como ‘Cariñito’, ‘Boquita De Caramelo’, ‘La Colegiala’, ‘Así Empezaron Papá Y Mamá’ o ‘Adonay’.
Una buena evidencia del nivel de su leyenda en la memoria colectiva de los colombianos es que Carlos Vives lo denominó el Elvis magangueleño en el prólogo de la biografía “Rodolfo Aicardi, la historia de ‘El ídolo de siempre’”, escrita y publicada en 2018 por el periodista antioqueño Diego Londoño.
Marco Tulio Aicardi Rivera, su nombre de pila, nació en el municipio de Galeras, Sucre, el 23 de mayo de 1946. Pronto se trasladó a Magangué, Bolivar, donde creció y entró en contacto con toda la música popular de su tiempo, que iba desde la cumbia y los ritmos tropicales propios de la costa Caribe, hasta los géneros importados que incluían las rancheras mexicanas, los tangos argentinos y hasta el rock and roll estadounidense. A los 15 años se mudó a Medellín, la ciudad que lo adoptaría como hijo suyo desde entonces y hasta su muerte a los 61 años, el 24 de octubre de 2007 producto de una diabetes crónica.
Si algo caracterizó la trayectoria de Rodolfo Aicardi durante 43 años fue, sin duda, su versatilidad. Por un lado, era un multiinstrumentista consumado que dominaba bajo, guitarra, requinto, teclado electrónico, congas, y timbales, lo que le permitía contribuir en sus distintas producciones más allá de ser el cantante. Por el otro, incursionó en una cantidad de estilos musicales que resulta envidiable. Aunque se le recuerda sobre todo por sus cumbias, en su repertorio se incluyen boleros, baladas, porros y rancheras.
Tras unas primeras experiencias con el Sexteto Miramar y como cantante solista aprovechando su relevancia como parte de El Club Del Clan, Aicardi alcanzó la popularidad definitiva cuando fue elegido como el reemplazo de Gustavo el Loko Quintero en Los Hispanos, luego de que este decidiera formar su propio grupo, Los Graduados. La sana rivalidad entre ambos cantantes marcó el apogeo de la música tropical en Colombia y el del tan mentado ‘chucu chucu’.
‘Enamorado’, ‘Boquita de Caramelo’, ‘8 Días’, ‘Adonay’, ‘Muchachita Celosa’ son tan solo unos cuantos de los éxitos que obtuvo Rodolfo durante su estancia con Los Hispanos. A partir de ahí alternó entre este grupo y otros proyectos donde se permitía explorar otros géneros. Por ejemplo, con La Típica RA7 profundizó en la cumbia y dejó varias de sus interpretaciones más notables con temas como ‘Tabaco y Ron’, o su versión de ‘Que No Quede Huella’, original de la agrupación mexicana Bronco. De igual manera, tuvo varias participaciones como cantante invitado en La Sonora Dinamita durante los años ochenta.
En 1981 podría decirse que Rodolfo Aicardi alcanzó la cumbre de su carrera con una presentación histórica en el Teatro Olympia de París, pues fue el primer artista colombiano en tocar en dicho escenario. El público galo enloqueció con su interpretación de ‘La Colegiala’, de acuerdo con lo que señalaban las crónicas de su tiempo y que se hizo muy popular en esos días por su aparición en un comercial de Nescafé que se difundió por toda Latinoamérica.
A 15 años de su fallecimiento, su legado continúa presente en los grupos de fusión que han aparecido en el país en lo corrido del siglo XXI. Propuestas como las de Puerto Candelaria o Milmarias que miran con reverencia las maneras de Aicardi con Los Hispanos o La Típica RA7 serían imposibles de entender sin el personaje que le enseñó a todo un país que en diciembre se reza, pero también se goza.
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