En una vieja fábrica en el centro de Bogotá, Aaron Fowler lleva trabajando algo más de mes y medio en dos instalaciones que harán parte de la nueva edición de Barcú, que se inaugura el próximo 25 de octubre.
La entrada a la fábrica, que en realidad son varias de esas viejas casonas de La Candelaria que se conectan entre sí, es una gran puerta de madera sobre la carrera cuarta, que al abrirse, da paso a un laberinto en el que, escondido, al fondo, Aaron pinta, arma soportes con maderas y materiales que se va encontrando por ahí, en la misma fábrica y en las veces que se aventura en el centro a ver qué encuentra.
También construye esculturas con bómperes de carros, que no ha logrado encontrar fácilmente, pero eso es para más adelante, primero hay que contar quién es Aaron Fowler, qué hace y por qué está en Bogotá.
De un barrio en St. Louis a Yale
Aaron nació en 1988. Su madre aún era adolescente. Vivió su infancia en Carr Square, un barrio del centro de St. Louis. Y si bien desde niño solía dibujar, donde podía, personajes de las caricaturas, su decisión de dedicarse al arte se da cuando su primo, de solo cinco años, muere en un accidente automovilístico.
En la misma semana del accidente, en la escuela Aaron tuvo que dibujarse a sí mismo, y cuando se dio cuenta de lo que realmente estaba haciendo reconoció que a quien había estado dibujando era su primo. Rio, lloró y recordó los buenos tiempos y en los malos. Años después diría, a un medio en St. Louis, que esa experiencia con el dibujo lo ayudó a sanar de alguna forma.
Su maestro reconoció su potencial y lo instó a que lo siguiera haciendo, y ¡vaya que lo siguió haciendo! Primero en el St. Louis Community College’s Florissant Valley campus, para después graduarse de Pennsylvania Academy of Fine Arts antes de obtener una beca para la maestría en Bellas Artes de Yale University School of Art.
En 2020, durante la pandemia regresa a St. Louis pues fue seleccionado para la residencia artística de The Luminary, siendo este el germen de su más ambicioso proyecto, N2Existence.
“Un movimiento basado en soluciones que permite a las personas utilizar sus pasiones para manifestar nuevas realidades de libertad”
Gracias a este proyecto Fowler ha podido interactuar con comunidades de todo el mundo, que se ven afectadas por la pobreza, el racismo y otras formas de opresión, para, junto con creadores locales crear instalaciones inmersivas que amplían sus visiones y establecen experiencias de empoderamiento, conexión y liberación para la gente.
N2EXISTENCE Colombia: ¡Libérate!
Aaron Fowler es el invitado internacional para esta nueva edición de Barcú, en la que, inspirado en el mundo de la diseñadora Diamantina Arcoíris y la Fundación Amor Real –que trabaja en el barrio Santa Fe con población vulnerable como mujeres trabajadoras sexuales, comunidad trans, habitantes de calle y migrantes–, el artista norteamericano ha creado dos instalaciones en las que espera que los bogotanos puedan escapar de su realidad y conocer un nuevo mundo.
Infobae Colombia visitó a Aaron Fowler días antes de la inauguración de Barcú, para conocer un poco sus procesos y los retos que le han significado el trabajar, por primera vez, en Bogotá.
Al llegar al que es, hoy por hoy, su taller, Aaron llevaba un overol azul oscuro, podría ser un azulo prusia, pero no me arriesgo, dejémoslo en que era de un azul bien profundo, unos audífonos en el cuello y una gorra roja y negra. Sobre el piso, soportes de madera que ha ido armando con lo que se encuentra en la fábrica y en los alrededores, aunque reconoce que ha sido muy difícil encontrar materiales, pues en su obra los materiales encontrados, además de servir para construir los soportes para su pintura, también son protagonistas de sus esculturas y ensamblajes.
“El proceso de crear obra acá ha sido un reto, ya que acá la gente hace las cosas de forma distinta a cómo las hacemos en Estados Unidos. Ha sido un reto, sobre todo para encontrar materiales, o recoger materiales... por ejemplo uso muchas partes de carros para mi trabajo, que allá encuentro en los depósitos de chatarra y acá ustedes usan todo y no hay muchos depósitos de chatarra, por lo que ‘diseccionan’ todas las partes de los carros. Es mucho más difícil de encontrarlas...”
Pero así como ha significado un reto también ha sido una experiencia reveladora para el pintor y escultor, pues al trabajar de la mano con algunos miembros de la fundación de Diamantina, ha podido conocer un poco más la realidad bogotana, ha encontrado muchas similitudes con su proceso en N2Existence, pues, como ella, él también trabaja con comunidades vulnerables.
“Ver trabajar a Diamantina con la gente, cómo junta a las personas y las involucra en sus shows y en todo su proceso… me enamoré... porque estoy trabajando en una forma similar. Encuentro puntos en común en cómo estoy tratando de construir N2Existence, en donde trabajo con personas que pueda que no tengan muchas oportunidades, o que no se ven a sí mismos como parte de algo, pero con las trabajamos para crear algo más grande que nosotros mismos”.
Pero no solo la ha visto trabajar con los miembros de la Fundación Amor Real, él también los ha involucrado en su proceso creativo y si bien le han ‘servido de asistentes’, ha logrado establecer una relación con ellos en la que se comunican a través de emociones, más que con palabras.
“Son la gente muy genial y muy relajada, con los pies bien puestos sobre la tierra. Me han enseñado mucha música, y yo también les he mostrado mucha música, tenemos gustos similares”, así, intercambiando canciones, han participado en la construcción de las obras.
Una de las piezas en las que ha estado trabajando Fowler son una suerte de plataformas en las que el artista dejó una impresión de los pies, sobre las que la gente de la fundación de Diamantina, han ido pintando en rojo: Salmo 110, en cada una de estas, y que finalmente, todas juntas forman una gran bandera de Colombia.
Sobre el porqué del salmo 110, Aaron explica que su abuela lo utilizaba para darle ánimos en esas situaciones en las que, algo o alguien, se interponía en su camino, en sus sueños.
“Era algo que mi abuela solía decirme cuando sentía que no podía hacer algo, ella siempre me decía, que cuando sintiera que algo intentaba detenerme, fueran personas o cualquier cosa, ella siempre me decía que usara a mis enemigos para avanzar, para elevarme”.
Entrar a otro mundo
En su trabajo, Fowler busca crear una suerte de dispositivo con el que la gente pueda escapar de este mundo, de sus problemas y entrar a una nueva realidad, a un nuevo mundo, el mundo de Aaron. Para esto ha concebido una serie de obras que estarán dispuestas en el segundo piso de una de esas casas que entrelazadas conforman esa vieja fábrica talabartera en la que tendrá lugar Barcú, en donde las paredes serán cielos llenos de nubes.
“Decidí pintar este espacio con cielos para que te sientas como en las nubes, para que te sientas en un nuevo mundo, para llevarte lejos de tu vida y que entres en mi mundo, un mundo que se siente bien”.
En este mundo Aaron invita al público a liberarse de las penas y el dolor que, tras salir de una pandemia y entrar en un incierto periodo de crisis económica y tensiones bélicas, obliga a encontrar cómo contrarrestar el peso de la vida, por lo que el artista ha preparado una poderosa acción que nace de una tradición familiar, en la que, luego de la muerte de su primo, se reúnen para liberar globos al cielo.
“Este proyecto, Release room, parte de una tradición que tenemos en mi familia, cuando perdemos a alguien o queremos liberarnos de alguna cosa, nos juntamos con algunos globos y escribimos en ellos el nombre de la persona que perdimos y luego lo liberamos al cielo”.
Es así que, durante la noche de inauguración y durante los días de Barcú, los visitantes recibirán un globo en el que deberán escribir sus penas, sus miedos, sus dudas, los nombres de las personas que han perdido, para que “podamos tener una experiencia colectiva, mucho más allá de lo que vemos en las paredes, siendo parte de la obra de arte”.
Ahora bien, Aaron habla de lo que se verá en las paredes, pues, en uno de los espacios de ese segundo piso en el que está trabajando, hay una gran pintura en la que, a partir de una fotografía de una de esas ceremonias con los globos que hacen con su familia, creo un gran mural, a partir de materiales que ha ido encontrando, ensamblándolos junto con espejos y tornillos, telas y pintura.
En otra de las pinturas que en las que estaba trabajando, Aaron retrata, como querubines, a su primo fallecido y al hijo de otro de sus primos, que hace unos meses murió, por lo que en esta obra, y en esta instalación, ha encontrado una forma de catársis.
“Recientemente, perdí al hijo de mi primo. Murió hace unos meses y es algo por lo que aún estoy pasando, y que quería compartir. También porque la razón por la que empecé a hacer arte fue mi primo, y este es el sobrino de mi primo (dice señalando la pintura que está en suelo y en la que ha estado trabajando últimamente), entonces son los dos mirándonos como ángeles, protegiéndonos. Es una forma de afrontar mi duelo”.
Otra de las obras de Aaron son grandes esferas hechas con los bómperes de varios carros, los hay rojos, los hay azules y blancos, que no fueron nada fáciles de conseguir, pues, a diferencia de los Estados Unidos en donde Aaron fácilmente va a un depósito de chatarra o a un basurero y encuentra decenas de carros abandonados, que esperan ser diseccionados; acá en Colombia esto no suele pasar, pues las autopartes se comercializan y pasan de mano en mano como repuestos que atiborran bodegas en varios barrios bogotanos.
“Allá solo tengo que ir, y escoger lo que quiera. Acá, como son muy recursivos tienen las organizadas y las venden, es un proceso totalmente diferente. Es genial y me ha inspirado, pero también es una locura”.
Por ahora no sabe qué pasará con las obras, pues quisiera que la instalación pueda viajar y mucha gente pueda tener la misma experiencia, sobre todo en Estados Unidos. Tampoco le afana saber qué va a pasar, pues insiste, “este es un proceso intuitivo y solo supe lo que iba a hacer cuando llegué aquí y es lo que es, solo el tiempo lo dirá”.
Al cierre de esta publicación, Aaron Fowler está armando una segunda instalación en la Plaza de Bolívar, un corazón a gran escala que hace parte de un proyecto que realiza junto a la artista Erin Desmond, y con el que han visitado varias ciudades del mundo.
Barcú tendrá lugar en La Candelaria, en la Casa Barcú (Carrera 4 # 9- 46) entre el 25 y el 30 de octubre.
SEGUIR LEYENDO: