El niño ambientalista Francisco Vera emprende una nueva cruzada, esta vez a favor de las ballenas: “Nos brindan más oxígeno que los árboles”

Con tan solo 13 años de edad, Francisco Vera no solo es Embajador de la Unión Europea en Colombia y asesor infantil ante la ONU, también es uno de los activistas ambientales más jóvenes del país. Tras haber representado a Colombia en el Festival SOS Arona Atlántico, habló con Infobae sobre sus metas y su próximo viaje rumbo a la COP 27 en Egipto

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El niño ambientalista que ha sido comparado con Greta Thunberg, prepara este año maletas para la COP 27 que tendrá lugar en Egipto.
El niño ambientalista que ha sido comparado con Greta Thunberg, prepara este año maletas para la COP 27 que tendrá lugar en Egipto.

Cuando se habla sobre el futuro con Francisco Vera él no duda en plantear dos escenarios: el primero y el más apocalíptico lo ubica en el 2100 como consecuencia de las acciones humanas y la imposibilidad de ponerse de acuerdo en la forma de acabar con emisiones de gases de efecto invernadero. Francisco previene sobre un aumento sin precedentes en la temperatura y, como consecuencia de ello, la extinción de la gran mayoría de las especies, incluyendo, claro está, a los humanos.

El segundo escenario es más positivo y es para lo cual ha emprendido una lucha incansable de la mano de más niños como él, preocupados por el futuro que los adultos de hoy les estamos hipotecando.

Habla entonces al 2050, cuando, gracias a los acuerdos de los países para controlar las emisiones y cuidar el planeta, no sólo se ha logrado implementar una economía sostenible sino que también se han dado avances importantes en materia de energías y tecnologías pensadas para conservar el ambiente.

Bueno, no hay que hacerle mucho caso, piensan algunos, finalmente estamos hablando de un niño de 13 años que apenas cursa octavo grado; pero no hablamos solo de un niño que se ha dedicado a hacer activismo ambiental, realmente los escenarios son los mismos que hoy, grandes ONG’s, gobiernos, activistas de diferentes edades y procedencias, científicos, ambientalistas y una generación entera de seres humanos tienen en mente.

“Todos tenemos una responsabilidad diferenciada y en ocasiones esa diferencia es abismal. Lo que pueden hacer unos reciclando, a lo que puede hacer una empresa prohibiendo o eliminando los plásticos es algo totalmente distinto”, explica el joven ambientalista, en diálogo con Infobae Colombia.

Francisco acaba de desempacar maletas. Ha llegado de España de ser embajador del Festival SOS Arona Atlántico, donde pudo conversar con más de 600 niños sobre lo que, como generación, deberán afrontar si no se toman medidas prontas para la mitigación del cambio climático; pero además recopiló una gran cantidad de conocimientos sobre la importancia de los cetáceos y tuvo una de esas experiencias que no se pueden olvidar en la vida: ver en vivo y en directo una ballena calderón, una de las más grandes del Mediterráneo.

“Colombia tiene la fortuna de poseer dos salidas a dos océanos distintos, una al océano Atlántico y otra al Océano Pacífico. Las dos están repletas de biodiversidad.. Uno entra en conciencia de eso y puede hacer muchísimas acciones por las ballenas (...) Desde mi viaje a España, me empecé a acercar un poco más al tema de los cetáceos, para poder conocerlos, saber cómo migran y cuál es su aporte a la mitigación del cambio climático”, explica.

Estudios científicos han llegado a revelar que estos animales desempeñan un rol muy importante en la capacidad del océano para capturar el CO2. En pocas palabras, permiten que exista el movimiento de nutrientes vitales para incitar el crecimiento del fitoplancton (organismos acuáticos capaces de absorber hasta el 25% del CO2).

“Uno siempre escucha que los árboles absorben CO2 y que a partir de ahí tomamos nosotros el oxígeno, pero en realidad, el océano es el responsable de darnos la mayor parte del oxígeno; entre un 50% y un 70%. Un árbol tiene la capacidad de absorber unos 6 kilogramos de CO2 y la ballena absorbe mil veces lo que un árbol pueda absorber. Entonces hace un aporte más que significativo. Es como tener en un solo organismo un bosque entero con miles de árboles que hace su aporte a la mitigación del cambio climático”, añade Vera.

Pero si bien, estas especies son importantes, cuando se le pregunta a Vera sobre cómo cuidarlas, sobre todo en la distancia, cuando se está en una ciudad como Bogotá, ubicada a 900 kilómetros del mar, él, con el mismo optimismo que se hace sentir en su voz, explica que lo primero es reducir el consumo de plástico.

“El plástico es un material absolutamente versátil que se puede mover fácilmente, que el viento lo lleva hasta que termina en las corrientes, aunque no estemos enfrente del mar, si, por ejemplo, tenemos ríos cerca, esos ríos pueden desembocar en otros hasta llegar al océano. Entonces hay que ser muy responsables en el consumo de plástico. Reemplazarlo, aunque parezca no tener un efecto directo, sí lo tiene. Muchísimos animales, fauna marina, terminan alimentándose de plásticos, en general ballenas. Entonces reducir su uso y cambiarlos, dejar de utilizar pitillos, emplear bolsas de tela y botellas de acero es la mejor opción”, cuenta.

Datos de WWF revelan que “11 millones de toneladas de residuos plásticos entran a los océanos, lo que equivale arrojar al mar un camión lleno de plástico por minuto”. Además un 80% de la contaminación que llega al mar es ocasionada por el ser humano, mientras que un 44% del plástico que hoy navega en los mares de todo el planeta fue producido en el año 2000.

Justo en las Islas Canarias, en Arona, municipio de Tenerife hay una colonia de ballenas calderón que permanece allí durante todo el año.
Justo en las Islas Canarias, en Arona, municipio de Tenerife hay una colonia de ballenas calderón que permanece allí durante todo el año.

Una cuestión que va más allá de la edad

A pesar de su personalidad, Francisco Vera sigue siendo un niño normal, que todavía no está seguro de si quiere ser presidente de Colombia o dedicarse a estudiar física cuántica, de lo que sí tiene certeza es de que el tiempo que él tiene para decidir en qué convertirse cuando sea grande, no es el mismo con el que cuentan los seres humanos para decidir sobre el futuro del planeta.

A pesar de todo se mantiene optimista, cree que todavía tenemos un poco más de tiempo para tomar decisiones conjuntas que nos permitan revertir los efectos del cambio climático; aunque ese lapso tiene fecha límite y si se continúa con la negligencia de siempre, podría llegar a su final.

Por eso se está preparando nuevamente para para participar en la COP 27 en Egipto, donde confía que sea posible llegar a soluciones más directas con respecto al cambio climático, a pesar de los sinsabores que le quedaron en el 2021 tras la conferencia de Glasgow (Escocia), donde, asegura, eludieron el problema para dar prioridad a otro tipo de intereses.

“El año pasado la COP se hizo en Escocia y hay algo que no se puede negar con respecto al año anterior, Reino Unido es uno de los grandes emisores en todo el planeta, entonces detrás de esa presencia hay muchos intereses. Egipto por el contrario es un país en vía de desarrollo, un país que tiene más similitudes con Colombia porque también es vulnerable y está indefenso ante la crisis climática. En este proceso hay dos políticas, la de mitigación y la de adaptación. Nuestro proceso de adaptación para crear ciudades, para poder crear un desarrollo económico que sea adaptable al cambio climático es mucho más complejo que en otros países. Por eso, esta vez, por el lugar donde se está llevando esta COP, siento más esperanza”, explica.

“Pero luego, nuevamente aparece esa oscura realidad y es que simplemente las potencias nuevamente imponen esas políticas escasas que son tan poco ambiciosas porque son políticas para el greenwashing”, añade.

En ese orden de ideas, Vera es reiterativo en su posición: los gobiernos deben escuchar a los niños. Explica que en un problema que parece de gente adulta, ellos son igualmente importantes y no deben ser excluidos, pues al final, son la generación que más sufrirá los efectos del cambio climático y la que deberá pagar la factura de las malas acciones. Por eso, su rol es importante, en primer lugar porque pueden inducir en las decisiones que se toman los gobiernos a través de sus padres y el derecho al voto y en segundo lugar porque existen acciones en las que sí se puede ejercer presión para lograr cambios.

“Un primer impacto que podemos ejercer los niños sobre los adultos es ayudarlos a ver la mejor opción al momento de votar, porque al final son los gobiernos los pueden regular a las industrias con respecto a temas como el plástico, la transición energética y la contaminación. Esa es una acción directa, porque si una persona está prometiendo algo debe cumplir. En segundo lugar, yo creo que otra herramienta consiste en optar por la movilización. La manifestación es una manera directa de alzar nuestras voces. Muchos cambios, que han tomado mucho tiempo, se han logrado con perseverancia y saliendo a las calles”, dice.

Por eso, más allá de continuar haciendo un llamado a la certeza sobre el cambio climático, para Vera, el llamado debe estar enfocado en la coherencia, pues ya no se trata de un contexto en el que se busca comprobar la existencia de este fenómeno en el cual la temperatura del planeta va cambiando el entorno del que todos los seres humanos dependen, sino de un llamado a la creación de políticas, pues estas deben ser transformadoras y actuar en pro de la justicia climática; esa a la que todos tienen derecho.

Francisco Vera presenta su libro 'Pregúntale a Francisco: ¿Qué es el cambio climático?'
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