Los colombianos que mayoritariamente cotizan seguridad social en el país son las personas entre 30 y 40 años, con un 49 %. Le siguen los jóvenes entre 18 y 29 años, con un 41,69 %. Sin embargo, solo el 25 % de los trabajadores con algún autorreconocimiento étnico contribuye a la seguridad social.
Así lo reveló el Observatorio Laboral de la Universidad del Rosario y la Alianza EFI al entregar los resultados preliminares del estudio “Trabajo decente en Colombia”, que se publicaron en la conmemoración del Día Internacional del Trabajo Decente el pasado 7 de octubre, el cual revela que los trabajadores mayores de 45 años presentan los niveles de informalidad más altos.
Teniendo en cuenta que el autoreconocimiento étnico, según el Dane, hace referencia al sentido de pertenencia que expresa una persona frente a un colectivo de acuerdo con su identidad y formas de interactuar en y con el mundo, el investigador del Observatorio Laboral y la Alianza EFI, Andrés García Suaza, aclaró que los grupos que se autorreconocen étnicamente en promedio tienen una tasa de informalidad laboral significativamente superior, la cual llega al 74,62 %. Puntualmente, la brecha respecto al resto de la población es de 17,8 puntos porcentuales.
“Los trabajadores mayores de 45 años presentan niveles de informalidad superiores al promedio. De hecho, para el grupo de mayores de 65 años la tasa de informalidad promedio en lo corrido de 2022 es del 82,5%”, precisó el investigador del Observatorio Laboral de la Universidad del Rosario Carlos Holguín,.
A su vez, la investigadora Julieth Ríos indicó que el 44,19 % de las mujeres ocupadas cotizan a la seguridad social, mientras que los hombres ocupados lo hacen en un 38,18 %.
Entre tanto, la investigadora del Observatorio Laboral de la Universidad del Rosario Catalina Buitrago anotó que, de acuerdo con el estudio, el sector con mayor nivel de informalidad es agricultura y ganadería (86,57 %). Le siguen actividades artísticas (76,02 %) y alojamiento y servicios (75,78 %). Los de menos incidencia son información y comunicaciones (20,25 %) y educación (19,6 %).
Sectores con mayor y menor calidad de vida
Otra conclusión del estudio, según el investigador Alexander Sarango, es que la industria, cuyos trabajadores poseen una mayor compatibilidad entre trabajo y calidad de vida, es educación (92,37 %). No obstante, la industria con la menor compatibilidad es transporte y almacenamiento (84,22 %).
La directora del programa de Terapia Ocupacional de la Universidad del Rosario, Claudia Marcela Rozo, también se refirió al estudio. Explicó que en materia de equilibrio ocupacional las transformaciones laborales en los puestos de oficina son más notorias con la llegada del covid-19, debido a que las compañías se vieron obligadas a buscar modalidades que respondieran a las formas de trabajo en casa.
“A partir de allí se implantó el trabajo remoto y se generaron cambios en los parámetros de concepción del teletrabajo, por medio de la transversalidad del uso de las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC)”, puntualizó Rozo.
Entre tanto, la profesora del programa de Terapia Ocupacional de la Universidad del Rosario Ana María Reyes subrayó que a lo anterior se le suman aspectos negativos con el uso desmedido de las TIC, dado que puede traer consecuencias desfavorables para la salud, tales como tecnoestrés, entendido como el impacto negativo de las actitudes, pensamientos, comportamientos o fisiología corporal causado directa o indirectamente por la tecnología,
“Igualmente enfermedades laborales de esfera mental, como por ejemplo trastorno generalizado de ansiedad, o físicos, como los desórdenes musculo esqueléticos, además de agotamiento laboral, sobrecarga de tareas y hasta burnout, conocido en español como síndrome del quemado”, agregó la experta.
Finalmente, el profesor de Derecho Laboral e investigador del Observatorio Laboral de la Universidad del Rosario. Iván Jaramillo Jassir concluyó que el respeto de estándares de trabajo decente y respeto de los derechos fundamentales en el trabajo resulta determinante como instrumento de distribución de riqueza, reconocimiento de ciudadanía social y sistemas de respuesta social adecuados ante adversidades como la pandemia que recientemente transitó la humanidad.
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