Silvia Restrepo, bióloga ganadora del premio Jakob Eriksson: “necesitamos es que por fin haya una decisión política de invertir en ciencia y tecnología”

Infobae Colombia habló con la bióloga, recientemente nombrada como ganadora del galardón Jakob Eriksson por la Academía de Ciencias de Suecia

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Silvia Restrepo actualmente es la vicerrectora de Investigación y Creación de la Universidad de los Andes.
Foto: Universidad de los Andes
Silvia Restrepo actualmente es la vicerrectora de Investigación y Creación de la Universidad de los Andes. Foto: Universidad de los Andes

Silvia Restrepo es vicerrectora de Investigación y Creación de la Universidad de Los Andes, y profesora titular de la misma institución. Se graduó como bióloga en la misma institución educativa, de donde también fue directora del Departamento de Ciencias Biológicas y decana de la Facultad de Ciencias. Cuenta con un doctorado en Patología de Plantas de la Universidad Pierre y Marie Curie, y un magíster en Biología Molecular y Celular de la misma institución.

Su trabajo científico se orientó a la investigación de las infecciones bacterianas que afectan los cultivos de yuca, causados por el Xanthomonas axonopodis pv. manihotis. Su tesis doctoral se centró en el desarrollo y aplicación de marcadores moleculares para comprender la estructura de la población en cuestión y su evolución, siendo pionera en la materia a nivel Latinoamérica. Durante todo el proceso, colaboró con varios productores de yuca para crear variedades de la misma más resistentes al patógeno, reduciendo las pérdidas de los agricultores en Colombia, primero, y varias zonas del continente americano, después.

Su posdoctorado lo hizo en la Universidad de Cornell y allí se enfocó en la microbiología y el estudio de las enfermedades causadas por el Phytophthora y su devastador impacto en los cultivos de solanáceas (que incluye alimentos como la papa, el tomate, o el ají) en distintas partes del mundo. Sus contribuciones para la comprensión de las especificaciones de hongos y oomicetos patógenos de las plantas le han ganado distintos galardones a lo largo de los años, siendo el más reciente el galardón Jakob Eriksson, otorgado por la Real Academia Sueca de las Ciencias (que recibirá en una ceremonia en 2023) y orientado a premiar los avances más notables en materia de patología vegetal.

Las contribuciones de Restrepo no se limitan allí, sino que se expanden hasta contribuir al desarrollo de la bioinformática en Colombia, una disciplina que todavía da sus primeros pasos en el país. En 2011 diseñó un programa de especialización en bioinformática y un programa de posgrado en biología computacional que convirtieron a Los Andes en una de las instituciones educativas punteras en este ámbito.

Infobae Colombia habló con la bióloga sobre cómo se desarrollaron las investigaciones que la hicieron acreedora del Jakob Eriksson, el impacto que tuvieron en los agricultores, y sus esfuerzos para consolidar la bioinformática en el panorama científico nacional.

- Infobae: Primero que nada, felicitaciones por obtener un galardón tan prestigioso como el Jakob Eriksson, un motivo de orgullo tanto para Colombia en general como para usted y Los Andes en particular, sobre todo tomando en cuenta que es apenas la segunda mujer que recibe este premio. ¿Cómo se siente?

- Silvia Restrepo: Muy emocionada, indudablemente. Se siente como que uno hizo algo bien, y el reconocimiento de una labor de investigación que ha sido siempre mi pasión. Es un reconocimiento no solo a mi, sino a la ciencia que se hace en el país, a los estudiantes que estuvieron conmigo y que han participado en todos los proyectos.

- ¿Por qué son tan graves las infecciones bacterianas de la yuca? ¿De qué manera la afectan como ser vivo y como producto al consumidor?

- En agricultura existen factores bióticos que generan enfermedades en las plantas como bacterias, virus, hongos o parásitos, y existen otros que llamamos abióticos que no son por organismos sino por todo lo relacionado con el clima. Dentro de las generadas por enfermedades, si las condiciones climáticas favorecen el rendimiento de un microorganismo, se puede perder toda una cosecha. He trabajado con diferentes cultivos, entre esos la yuca. Lo que hace esta bacteria es que tapona el sistema vascular de la yuca, lo que hace que se marchiten las hojas, lo que impide que la planta haga fotosíntesis. Si la bacteria se desarrolla cuando la planta es pequeña, esta se pierde por completo, mientras que si se da a una edad más avanzada baja la productividad porque al no poder hacer fotosíntesis, no se genera la energía para producir las reservas que se almacenan en las raíces de la yuca.

He trabajado también con un parásito que es devastador, el Phytophthora. Ese término significa “devorador de plantas”. También afecta los cultivos de papa en Colombia y los agricultores lo conocen como “gota de la papa”.

- ¿En qué lugares se realizaron los estudios para desarrollar las defensas necesarias para combatir este parásito?

- Mucho tiempo. Fue cuando comencé a trabajar para mi tesis doctoral en el año 94 o 95. Antes de eso ya había un trabajo de un grupo de investigación francés que venía trabajando esta enfermedad en África, pero nunca se había desarrollado un estudio en Latinoamérica sobre esta enfermedad. Este grupo me contrató durante mi tesis doctoral, trabajamos en Palmira, en el Centro Internacional de Agricultura Tropical (Ciat) tratando de entender qué era este patógeno, qué diversidad tenía y cómo afectaba los cultivos en Colombia. Me gradué del doctorado en el 99 y seguí trabajando en el Ciat dos años más hasta que me fui a la universidad de Cornell. Esas investigaciones continúan con una gran investigadora, Adriana Bernal, que trabaja mucho al lado de las comunidades, sobre todo en la región del Caribe.

Pero contestando tu pregunta, son investigaciones que no paran, porque el patógeno como ser vivo sigue evolucionando, va a seguir presentando retos. Es muy difícil erradicar enfermedades en el ambiente por completo. No es como con los humanos que a veces se erradican mediante las vacunas. En la naturaleza, en cambio, el patógeno puede estar en la planta o en otras plantas que no conocemos, o almacenada en un reservorio, y saltará después como una nueva variante.

- Tomando en cuenta el hecho de que se presentan nuevas variantes de las enfermedades todo el tiempo conforme se avanza en su control, ¿El estudio de estos patógenos reviste más dificultad con el tiempo? ¿Se hacen más difíciles de combatir?

- En ese sentido lo más importante en el estudio es entender qué clase de organismo es. El nombre completo y su clasificación. Esto es importante porque así podemos dirigir las estrategias de control. Te doy un ejemplo con la papa: por muchos años se creía que lo que causaba esa enfermedad era un hongo y se usaba fungicida. Después, con muchos estudios, que no son míos sino de otros investigadores, encontraron que no era un hongo el que lo causaba sino un parásito. Por eso muchos fungicidas que se usaban hasta entonces no les hacían ni cosquillas, porque no tenían esos blancos específicos que el fungicida ataca. Entonces al entender quién es el patógeno, podemos aprovechar mejor nuestros esfuerzos.

Nosotros, con el grupo de investigación, descubrimos una nueva especie de ese patógeno que ataca el tomate de árbol, lo que nos permitió dirigir nuestros esfuerzos a entenderlo y combatirlo. Por otro lado, lo que hacemos es entender esa diversidad de patógenos, porque los mejoradores con quienes trabajo de la mano en los cultivos de papa de la Universidad Nacional, aprendían cómo evaluar sus plantas. Es decir, estudian todos estos parásitos, su biodiversidad... entonces el mejorador ya sabe que su variedad de planta tiene que ser resistente a esos patógenos, pero también a las variantes que existen hoy en día. Si pone su planta en el campo y hay una variante muy agresiva para la que no está preparada, pues su planta no va a servir para los agricultores.

- Cuando se hizo el anuncio de que obtendría el Jakob Eriksson, la Universidad de Los Andes destacó otra investigación suya, orientada a la identificación de la Phytophthora betacei, que afecta en particular los cultivos de tomate de árbol. ¿Qué nos puede contar de este parásito, y qué soluciones se encontraron para combatirlo?

- Definir una nueva especie toma mucho tiempo. Como biólogo y como científico, reunir varias líneas de evidencia para demostrar que es algo diferente a lo ya conocido es un proceso largo. Se estudia su ADN, su fisiología...

Fue una colaboración con la Universidad de Nariño. Ese descubrimiento lo hicimos con la profesora Luz Stella Ramos en cultivos de tomate de árbol localizados en Putumayo. Encontramos que era muy susceptible a productos que ya controlaban a otra especie que afectaba a la papa. Entonces podemos dar recomendaciones de usar menos dosis, lo que ayuda a reducir el impacto ambiental.

- Bajo su liderazgo se creó la especialización de Bioinformática en Los Andes. Es algo llamativo porque es una disciplina que todavía no se ha explorado tanto como se podría en un país con una tradición agrícola tan marcada como Colombia. ¿Cuánto tiempo lleva la especialización? ¿Qué resultados ha arrojado hasta ahora?

- Cuando yo llegué al país en 2005, no existían esas disciplinas en el país. Encontré investigadores muy buenos en la Universidad Nacional que se dedicaban a la bioinformática, pero no había un programa formal o unas áreas de investigación concretas. Entonces nos unimos varios con algunos de estos profesores y creamos en Los Andes el primer congreso de biología computacional y bioinformática. La idea era tener una comunidad alrededor de estas áreas de investigación. Ya dentro de la Universidad me uní con la profesora Marcela Hernández de Ingeniería de Sistemas, y creamos una Maestría en Biología Computacional y una opción para estudiantes de pregrado en Bioinformática. La opción son unos pocos créditos que los estudiantes pueden tomar adicional a su carrera para tener estas competencias.

Así comenzamos a crear la curiosidad de los estudiantes y así comenzamos a tener estudiantes que se animaban a cursar la Maestría en Biología Computacional. Ha sido muy interesante, sobre todo porque hay muchos estudiantes que hacen doble maestría entre Biología Computacional y Analítica de Datos. Es una carrera que tiene mucho potencial, porque Colombia es una potencia en biodiversidad. Cada vez estudiamos más no solo las descripciones macroscópicas de toda la diversidad que tenemos sino también las genéticas. Para estudiar esa cantidad tan grande de datos genéticos de nuestra biodiversidad, necesitamos personas que hagan bioinformática. Biólogos o ingenieros de sistemas que combinen ambas disciplinas para entender esa big data que tenemos, que producimos, o que interpreten la información ya almacenada en las bases de datos de otros investigadores que han venido y han subido esa información.

Lo cierto es que Colombia tiene que ser soberana de sus datos en biodiversidad. Y para encontrarlos y explotarlos en el buen sentido de la palabra, la bioinformática es una disciplina ideal.

- En estos momentos, ¿Colombia está encaminada para recuperar esa posición privilegiada para aprovechar su biodiversidad? ¿O qué se necesita para llegar a eso?

- Soy una optimista convencida, pero como estamos hoy en día diría que no. Lo que sí necesitamos es que por fin haya una decisión política de invertir en ciencia y tecnología. Nosotros no podemos seguir con ese nivel de inversión de 0.2 o 0.3% de PIB. Tenemos que poner a la ciencia donde se merece. Muchas veces se dice “los países ricos pueden invertir en ciencia” y no, los países son ricos porque invirtieron en ciencia y tecnología. El Presidente ha dicho que quiere ser potencia de vida, sociedad de conocimiento... pues bueno. Hay que tomar la decisión política de invertir mucho más. Llegar al 1 o 1.5% del PIB. Con eso podemos explorar más nuestra biodiversidad, y adicional podemos crear temas de conservación y uso sostenible de esa biodiversidad para el beneficio de las comunidades.

- ¿Qué le diría a la comunidad científica y a todas esas personas que aspiran a ingresar a ella?

- Necesitamos muchas más personas. Hombres y mujeres, sobre todo más mujeres porque siempre ha estado más bajito el porcentaje con relación a los hombres en ciencia. Necesitamos gente que piense diferente. Invito a niños y adolescentes a que estudien ciencia, que de pronto vean en mí un “sí se puede hacer ciencia en el país a pesar de todo”. Con financiación, si, pero se logra sobre todo si lo hacemos en colaboración, respetando al otro, a dialogar con las comunidades, para construir ese país que necesitamos.

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