En principio son tres, pero solo uno no ha tenido el debido acto de presentación. Fueron fundidos con metal fundido proveniente de armas que estuvieron en poder de la guerrilla de las FARC. Se hicieron con el ánimo de representar los acuerdos de paz, firmados hace ya cinco años.
El segundo de los tres monumentos, que visitó esta semana el presidente de Colombia, Gustavo Petro, en la sede de la ONU, en Nueva York, en el marco del Día Internacional de la Paz, es una canoa indígena que sale del suelo como si fuera un proyectil, elaborada por el artista colombo-chileno Mario Opazo, luego de que se ganara una convocatoria que se hizo durante el tramo final del gobierno de Juan Manuel Santos, en 2018.
Opazo lleva más de 30 años radicado en Colombia, hoy tiene 53, y es profesor de la Universidad Nacional. Haciendo uso de siete toneladas de munición fundida creó Kusikawsay, una representación del vehículo indígena más básico, aún vigente en algunas zonas rurales del país, el cayuco. Un artefacto más que arraigado en la cultura nacional que da cuenta de este país de ríos.
El título de la obra, que viene del quechua, significa “vida nueva y venturosa”, y llegó a tierras norteamericanas luego del largo proceso de los diálogos de paz. El primer monumento se encuentra en Bogotá, Fragmentos, hecho por la artista Doris Salcedo, y el tercero yace en Cuba, sede de los diálogos, o debería estar ahí. No se ha puesto en marcha debido a la actualidad de las relaciones entre Bogotá y La Habana, que se debilitaron durante el gobierno del expresidente Iván Duque.
“Hoy es el Día Internacional de la Paz. Hoy esto significa mucho, significa que Colombia puede, significa que la paz es posible, significa que podemos derretir las armas para que florezcan los corazones”, señaló el pasado 21 de septiembre el presidente Petro en la sede la ONU.
La ejecución del monumento se realizó durante el primer año del gobierno de Iván Duque, pero la pandemia retrazó el proceso, además de una serie de burocracias y problemas logísticos para su instalación. Cuenta Opazo en una entrevista con Las2Orillas, que la fundición inició el 7 de septiembre de 2018, y el alistamiento y el embalaje se llevaron a cabo en un lapzo de 15 días. Se suponía que debía instalarse el 28 de diciembre, pero no fue posible, en parte por la llegada del invierno.
Una vez instalada la obra, supuso la representación de un momento histórico, pensada para un espacio específico como el jardín de la ONU. Constituye en sí misma una señal, una marcación física en conmemoración, según Opazo, del logro y el triunfo social.
Si bien el monumento se asemeja al proyectil, el artista reconoce que la forma fálica fue pensada más en relación con la fertilidad, la vida, la dimensión espiritual de las culturas ancestrales. (...) la lectura que más me interesa es ese vínculo entre la tierra y esa dimensión espiritual o esa visión cosmogónica de nuestras culturas ancestrales, porque es como si estuviese saliendo de la tumba. (...) es como darles una voz a nuestros muertos y una posibilidad también de nuevo viaje y de esperanza a los vivos, una posibilidad de mirar hacia el cielo y encontrar en el cielo, quizá, nuestra propia consciencia”, señaló el artista, en diálogo con Las2Orillas.
Antes de trabajar en Kusikawsay, Opazo ya había abordado proyectos similares, uno de ellos con Centro Memoria, de la mano de víctimas del conflicto. “(...) mi trabajo ha estado permeado (...) de esta comprensión del arte como la capacidad de establecer vínculos y trabajos cooperativos. (...) todas estas experiencias con comunidades me han hecho una suerte de esponja sensible que me permite, también, captar deseos, esperanzas, añoranzas, posiciones políticas, convicciones, que en muchos casos no son rotundas ni son certezas, pero que de todos modos van orientando la búsqueda de sentido en el obrar de los artistas”, comentó.
Mario Opazo es artista plástico y realizador audivisual. Su obra se desarrolla a través de lenguajes artísticos contemporáneos: video experimental, instalación, performance y escritura literaria principalmente, asumiendo relaciones lingüísticas migratorias y multimodales; conducta que, por ser experimental, es subversiva y deja ver su posición crítica frente al lastre de los gestos gramaticales anquilosados, presentes en la forma de la sociedad, la política y la cultura contemporánea.
Su ánimo interdisciplinario, reseña su página web, lo ha llevado a proponer productos estéticos “des generados” y fluctuantes entre el contenido, el medio y el contexto; entre las narrativas tradicionales y experimentales que ubican su lugar de configuración, más en la conducta creativa que en las destrezas y habilidades disciplinares, acudiendo a una posible ampliación de los límites y particularidades de los lenguajes artísticos. Opazo realiza acciones de resistencia como gestos micro políticos que develan su posición y punto de vista crítico frente al mundo actual.
SEGUIR LEYENDO: