Las denuncias por violencia doméstica aumentaron en un 300 % durante la pandemia, según la profesora de la Universidad Nacional Elvira Domínguez, experta en género. Ella asegura que en el país se han incrementado las denuncias, sobre todo en las ciudades, especialmente en el ámbito laboral, transporte público y las universidades.
Sin embargo, Domínguez cree que hay un problema gigante en la respuesta inmediata a las denuncias. Según la experta, instituciones como la Policía y los organismos de justicia aún no cuentan con los mecanismos para atender a las mujeres que padecen este tipo de violencia.
Mildreth Alejandra Ruiz, quien trabaja en la dirección de Bienestar de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional, explica: “Lamentablemente en Colombia, y particularmente en Bogotá, aún no se ha logrado educar al 100% de la mujeres sobre las agresiones por género, los tipos de violencias que hay y las diferentes rutas de atención que existen para denunciar, lo cual, en muchas ocasiones, hace que la mujer no identifique que esta siendo victima de violencia”
Carolina Valencia, es la cara de este tipo de circunstancias. Su caso se dio a conocer en 2021, cuando publicó el hasta ahora ‘supuesto’ acoso laboral que vivió por parte del exconcejal Hollman Morris cuando era su secretaria.
“Fui víctima de Hollman Morris por acoso laboral”, confirmó Carolina, junto con las violencias psicológicas que vivió mientras formó parte de la Unidad de Apoyo Normativo (UAN) del entonces concejal como su secretaria, en 2016.
Carolina no sólo se sintió acosada sino que su salud se vio deteriorada durante los años que trabajó con Morris; hasta el punto de, asegura, pensar en quitarse la vida por la forma en que él denigró su trabajo.
La situación escaló a la directora administrativa del Concejo, Nancy Adriana Sandoval, quien le insistió a Carolina en que debían llegar a una conciliación entre las partes para que la situación no fuera pública. Al final, Carolina fue trasladada a la Oficina Asesora de Planeación un mes antes de terminar su contrato; sin embargo, su salud siguió afectada.
Hoy la denuncia es pública, afirma que nada ha pasado, pero ahora se siente más tranquila. El recurso lo interpuso dos años después (2021), porque el miedo la paralizaba o, como ella dice, “el miedo y la vergüenza a la hora de denunciar es ancestral, patriarcal y heredado”.
“A las mujeres se nos ha enseñado siempre a aguantar, a estar calladas y no armar escándalo, porque somos damas y el sistema patriarcal fue esa nefasta influencia que nos silenció por años. Estaba mal decir que el tío, el primo mayor, el abuelo les hacían cosas a las niñas y si por fuera de casa te pasaba algo era tu culpa por estar sola, por el vestido, etc. Por eso el miedo y el silencio, por la mirada de la sociedad”, enfatizó Carolina.
Una versión similar tiene la psicóloga Paula Bolaños, quien trabaja en una institución de educación para mujeres: “Se demoran en denunciar por muchas razones, la principal es por vergüenza, por normalizar la situación, por temor a las consecuencias, porque en unos casos específicos creen que eso es ‘amor’. Está distorsionada la idea de amor y por eso, a la hora de pensar en denunciar, muchas veces no lo hacen”.
Angélica Laverde, psicóloga de la Universidad del Bosque, piensa “que estas personas ya normalizan las violencias, entonces, como las normalizan no las ven como una amenaza. Se acostumbran... Entonces en estos casos hay que entrar a ver más a fondo cuál es su historia de vida y desde qué momento ese concepto se empezó a descontextualizar. Algunas veces ese tipo de violencias son aprendidas en la niñez, otras no, pero si vienen ligadas a experiencias que hacen que el concepto continúe”.
Para Diana Fernanda Vargas, docente de la Unidad de Emprendimiento de la CUN (Corporación Unificada Nacional de Educación Superior), la pandemia fue muy importante, porque evidenció este tipo de violencia hacia la mujer. No solo fue un problema de salud sino también social, en especial para las mujeres. “Para algunas, el hogar es un lugar de refugio, para otras es un lugar donde se libran batallas”, detalló Vargas.
En el primer semestre de 2020, las cifras de violencia intrafamiliar aumentaron en un 51 % en Colombia y, en ese período, en una semana fueron asesinadas 12 mujeres en el país.
Vargas sostiene que este tipo de violencia se da precisamente por el hecho de ser mujer: “Esa definición de violencia se da por esa condición de ser mujer, donde hay muerte, donde hay daño, donde hay sufrimiento, en resumidas cuentas el artículo dos de la Declaración sobre la eliminación de la violencia contra la mujer. Esta violencia se ha vuelto casi una epidemia social contra la violencia hacia las mujeres”.
El término “epidemia social de violencia sobre las mujeres” no es tan exagerado si observamos una investigación del gobierno de España de 2019, que asegura que una mujer tarda, en promedio, ocho años y ocho meses en denunciar. La razón principal: miedo a la reacción del agresor.
El mismo miedo que sintió Carolina en el momento de tomar la decisión de relatar lo que estaba viviendo con Hollman Morris; sin embargo, la red de apoyo con la que contó fue su refugio y desde ahí, tuvo la valentía de hacerle frente y no continuar en la misma situación.
Diana Vargas, especialista en estudios de género, sostiene que la violencia es psicológica y hay mujeres que piensan “si hablo, me pueden matar”. Además, la experta asegura que hay implicaciones económicas. “En estas relaciones de poder muchas veces la mujeres no tienen independencia económica y dependen de su pareja y nace el temor de que si finalizan la relación a qué se van a dedicar, también tiene que ver con los hijos e, incluso en el lugar de trabajo, con el superior”.
Carolina Valencia está de acuerdo: “La mayoría de las veces si el maltrato o abuso es verbal, psicológico o incluso físico no somos muy conscientes de ello, obviamente si es una violación sí. En mi caso tuve que esperar y sí era consciente, pero Hollman tenía poder y no quería perder mi trabajo; reunir fuerzas para la denuncia no es fácil, debes tener una red de apoyo y contención o llega un día en el que simplemente no aguantas más”.
Alejandra Rodríguez, psicóloga de la Universidad Nacional, considera que las mujeres que son violentadas no acuden a las autoridades “primero porque no saben cómo denunciar, porque no conocen los medios para hacerlo, muchas veces cuando se es víctima de violencia lo primero es llamar a la Policía, pero no todo el mundo conoce el proceso para denunciar. Dentro del tema de no tener esa información de qué lo que se está viviendo es violencia y muchas veces no saben qué es lo que deben hacer”.
Para Rodríguez, la mayoría de las mujeres no evidencian el tipo de violencia en que viven, ni siquiera alcanzan a percibir que viven en violencia y lo normalizan.
“Por ejemplo, hay una carga social muy fuerte en el cual a las mujeres se les dice que ellas son las culpables de la situación que están viviendo. Y en el tema laboral, el miedo es un freno a la hora de denunciar porque persiste la idea de perder el trabajo y la situación económica va a ser afectada”.
Rodríguez aclara que hay un proceder de la Fiscalía y las entidades en las que uno pone denuncias, identificando el tiempo en que tarda el proceso; también el miedo de que esa persona le pueda hacer daño y no sólo eso, si no que la agresividad puede empeorar”, asegura Rodríguez.
Agélica Laverde tiene una posición similar a la de Rodríguez pues afirma “que también existe otra parte y es todo el tema de acceso a rutas de atención donde el tema de revictimización resulta frustrante porque todo el mundo se termina enterando pero finalmente no pasa nada y el agresor sigue como si nada”.
Diana Vargas apoya esta tesis: “No es fácil sentirse vulnerado y transgredido o que abusen de ti. Para uno no es fácil y, que a veces, no hay lugar seguro, donde las instituciones, donde la familia y que uno considera lugares seguros pues no está esa seguridad. En donde muchas veces callan, también por el qué dirán, porque en esa misma independencia económica que está relacionada en la casa, en el trabaja y la universidad se calla”
“Hacer la violencia pública no es tan fácil, pero hay mujeres que son valientes y denuncian y que llevan sus procesos individuales y un proceso interior lo hacen y lo pueden llevar a cabo. Estas mujeres son ejemplo para seguir denunciando para lograr dentro de la institucionalidad y que también hay otros espacios donde a través de protocolos o a través de las instituciones donde las mujeres se sientan seguros para denunciar” afirma Vargas.
Para Carolina Valencia no fue fácil tomar la decisión de denunciar a Hollman Morris. Tuvo una red de apoyo que le ayudó a tomar ese paso para darlo a conocer. “La sociedad ve normal que en las oficinas se dé un trato poco digno a las mujeres y se normaliza el tema sexual, que los compañeros o jefes te agredan verbal o físicamente en el tema sexual. Cualquier comentario es validado y causa hasta risa. Hasta que nos damos cuenta que no es así”. afirmó Carolina
Una de las cosas que más pasaba por la cabeza de Carolina era el miedo, ira, frustración, un sentimiento de inferioridad, de impotencia. Sin embargo, realizó el debido proceso y primero fue hablar con el Comité de Convivencia dentro del Concejo, ahí no sólo tuvo apoyo de la institución, también la tuvo de algunos congresistas y de sindicatos.
El apoyo lo recibió de la psicóloga del Concejo “cuando uno siente ese respaldo una se anima a denunciar y así lo hice”. Carolina informa que lo primero que debe hacer “es tomar conciencia individual, buscar apoyo psicológico, red de apoyo y salir de ese entorno”. Es decir, lo que está sucediendo, porque esa situación pasa por un problema psicológico que se trasnuta al cuerpo y repercute en la salud, como le ocurrió a ella.
A nivel nacional La Casa de la Mujer fue una de las instituciones que apoyó a Carolina en todo este proceso, las organizaciones feministas, algunos medios. A nivel Internacional los derechos creados por la ONU, “que son los que nos protegen más junto con los protocolos, pero en la realidad no se cumplen” dice Carolina.
Carolina hoy hace campaña en contra de todos los servidores públicos que vulneran los derechos humanos y de género. Por ejemplo, ha realizada una campaña conjunta en contra de Cielo Rusinque como posible candidata a la dirección de Prosperidad Social porque Rusinque ha sido cercana también a Hollman Morris, a quien ha defendido en varias ocasiones frente a las denuncias por violencia intrafamiliar. Es más, iba a ser candidata al Senado en las pasadas elecciones al Congreso de la República por el movimiento Fuerza Ciudadana, que lideraba Morris.
Adicionalmente, según información de El Espectador “Rusinque fue abogada de Fabián Sanabria, profesor de la Universidad Nacional, quien fue acusado de abusar sexualmente a un joven de 25 años en 2013. La litigante no solo a defendido a Sanabria en el juzgado, sino que a través de Twitter ha desprestigiado los testimonios de algunas personas que han denunciado en contra del profesor”.
SEGUIR LEYENDO: