El agua está tibia. Desde un bote en el mar de La Paz (México) se ve una sombra. Es larga y se mueve con rapidez. Los nadadores más osados se lanzan con aletas y esnórquel, no se requiere tanque de buceo. Lo quieren ver pero escapa; es escurridizo. Minutos después, y para sorpresa de muchos, bajo sus piernas aparece una criatura de unos siete metros de largo: un joven tiburón ballena.
Cuentan los habitantes de la zona que estas aguas son sus favoritas. Tienen poca profundidad. Por la temporada (octubre) han ganado temperatura y están llenas de plancton, su comida favorita, (porque vale la pena indicar que estos gigantes del mar no se alimentan de presas grandes, sino de seres pequeños).
Se mueven entre el agua con la boca abierta. Sucesivamente, sus branquias, que parecen de papel, se mueven para dejar salir el agua que entra con el alimento microscópico.
A diferencia de otras especies, el tiburón ballena alcanza hasta 12 metros de largo y es considerado como una especie hidrodinámica, pues su forma corporal, que puede alcanzar hasta 19 toneladas, se mueve entre el agua con fluidez.
El programa ONU Ambiente explica en su cuenta de Twitter que el patrón de puntos que estas especies tienen es único y que esto es lo que permite a la comunidad científica que los estudia distinguirlos y monitorearlos con la misma tecnología que se usa para cartografiar las estrellas.
Pero aunque la analogía parece poética, la verdad es que estos animales, que no deberían ser contabilizados, están bajo el seguimiento constante de varios científicos que revisan constantemente a su población, pues, si bien pueden tener patrones de comportamiento curiosos, al igual que otras especies, están bajo una amplia gama de constantes amenazas.
En Colombia, según el Libro rojo de peces marinos, desarrollado por el Ministerio de Ambiente e Invemar, estos tiburones si bien no se encuentran en estado crítico, son especies que, al deambular por mar abierto, no se ven con tanta facilidad.
En tal sentido, su avistamiento, en Colombia, ha sido posible en Acandí (Golfo de Urabá), hasta La Guajira y en algunas zonas del Pacífico Colombiano, como Bahía Solano, en el Parque Nacional Natural Gorgona y Malpelo. Aunque según el documento “se desconoce si los mismos individuos regresan cada año a estas áreas”, es bien sabido que al ser especie migratoria no solo está sujeta a presión pesquera sino también a la contaminación.
Lo anterior es sustentado por WWF que asegura que, tras un estudio realizado en Indonesia, uno de los lugares más habitados por esta especie y uno de los países que más contaminación produce por plásticos, “los investigadores concluyeron que los tiburones ballena podrían estar comiendo hasta 137 piezas de plástico marino por hora”.
En esa línea, WWF también ha señalado que, de los animales que nacen, solo un 10% sobrevive hasta llegar a la adultez, por lo que la Unión Internacional de Conservación de la Naturaleza (UICN) los ha catalogado como especies en estado vulnerable.
Es por esto, sumado con el cambio climático, como un factor de riesgo, es que una vez más se celebra el día del tiburón ballena, como un llamado de alerta para protegerlos, no importa si es desde Colombia, México o desde el otro extremo del Pacífico.
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