Hace más de dos décadas una familia indígena perteneciente a la comunidad inga, llegó a Barranquilla desplazada por la violencia en sus territorios, cerca de la vereda Santiago, en el Putumayo. La historia de esta familia fue recopilada y compartida por la Unidad para las Víctimas de Colombia.
Carlos Tandioy, el hijo mayor de esa familia es un artesano que elabora prendas decorativas, accesorios coloridos y bolsos funcionales con motivos representativos de su cultura, que hoy ven peligrar en medio de la agitada vida citadina en Barranquilla.
Para Carlos las artesanías representan su modo de vida: de ellas depende el sustento de la familia y lamenta que sean los extranjeros quienes más valoran su trabajo por cuanto en el ámbito local lo que se puede cobrar es poco.
No obstante, sobrevive en medio de la adversidad junto a su hermana Silvia que lo apoya en todos los emprendimientos que les ha tocado iniciar a lo largo de su permanencia en la ciudad.
Vestidos con sus atuendos típicos, que no pueden usar habitualmente por el fuerte calor que hace en la capital del Atlántico, los Tandioy Camuez cuenta lo que es vivir lejos de su tierra en el sur del país.v
“Todo ha sido difícil. Acostumbrarse uno a vivir en tierras lejanas con otras costumbres pone en riesgo la supervivencia del grupo. La educación, la medicina y hasta el vestir cambian cuando uno llega de lejos”, afirma Carlos bajo el ruido que produce la lluvia sobre el techo de zinc de su vivienda.
En Barranquilla hay más de 140 ingas registrados como víctimas del conflicto armado y en este momento están formalizando sus procesos de adaptación cultural. A ellos la Unidad para las Víctimas les ofrece programas de emprendimiento para familias, pero solicitan acelerar el acceso a la oferta institucional que nunca será suficiente.
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En Barranquilla la preservación de la cultura es asunto de varias comunidades que elaboran accesorios, trajes de baño, bolsos, cuadros y tapetes cuya materia prima es la mostacilla que transforman en diseños con base en los colores representativos de cada etnia.
En la actualidad los ingas utilizan sus atuendos típicos para las festividades de carnaval o en ocasiones muy especiales cuando celebran alguna ceremonia privada dentro del núcleo familiar. Siguen añorando la utilización de su medicina tradicional para curar las enfermedades y lamentan que se les dé un trato no diferenciado.
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Los ingas sueñan con volver al Putumayo, aunque son conscientes de lo difícil que resulta para ellos esa posibilidad. No han renunciado a sus atuendos y vestuarios, aunque el clima sea un factor externo que influye.
En medio de este contexto adverso y de “adaptación cultural”, los ingas solicitan revisar la forma de impartir la educación en los colegios del Distrito de Barranquilla, pues el más pequeño de sus hijos, cuyo nombre la Unidad para las víctimas omite para evitar represalias, ha sido objeto de discriminación en su proceso de formación.
<b>Pueblo Inga</b>
El pueblo Inga se localiza principalmente en el Valle del Sibundoy - a 2.200 metros sobre el nivel del mar- en el departamento del Putumayo. Son descendientes de los Incas y arribaron a la región como avanzadas militares en el proceso de expansión del imperio.
Esta comunidad comparte rasgos culturales y organizativos con el pueblo Camëntsá, sin embargo mientras este se dedica principalmente a actividades agrícolas, el pueblo Inga tiene una tradición viajera y un espíritu comerciante.Los inga son médicos tradicionales por excelencia y poseedores de un gran conocimiento de las plantas.
Su economía se sustenta en la agricultura, especialmente en los cultivos de maíz, fríjol, papa, hortalizas y frutales. Practican la ganadería y el comercio de leche para el aprovisionamiento de otros sectores del departamento de Nariño
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