Así se infiltró un policía en ‘Los Ferreros’, una de las bandas más peligrosas de Bogotá

Madre e hija eran las encargadas de dar órdenes y coordinar las ventas de alucinógenos en la capital del país. Vendían entre tres y cuatro millones de pesos diarios

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Imagen de referencia. Los patrulleros de la Policía fueron atacados en zona rural de Carepa, Antioqua. Foto: AFP
Imagen de referencia. Los patrulleros de la Policía fueron atacados en zona rural de Carepa, Antioqua. Foto: AFP

Un agente encubierto de la Unidad Nacional de Intervención Policial y de Antiterrorismo (UNIPOL), consiguió infiltrarse en una de las bandas más peligrosas de la ciudad de Bogotá. El grupo criminal se hacía llamar Los Ferreros, encargados de la comercialización de estupefacientes en el centro de la ciudad, lugar en el que tenían tal control, que les permitía vender entre tres y cuatro millones de pesos diarios.

Luego de varias semanas de investigación para determinar de qué manera se podría infiltrar el uniformado, quien tenía el trabajo de identificar; cómo estaba estructurada y qué personas lideraban la organización criminal, para posteriormente notificar a sus superiores y proceder con la captura de la mayor cantidad posible de integrantes pertenecientes a Los Ferreros.

La misión era compleja, debido a que desde que se tuvo conocimiento de esta banda, nadie antes había logrado romper el esquema de seguridad y mucho menos tener información de sus cabecillas y los sujetos que sembraban el terror en la localidad de Los Mártires y Santa fe, principalmente.

La forma más accesible para llegar a ellos fue la de hacerse pasar como habitante de calle, de esta manera podría reconocer la pirámide criminal desde la parte inferior. Así lo señaló el agente a los medios de comunicación de la Alcaldía de Bogotá:

Con el personaje de habitante de calle, el agente consiguió desmantelar una de las bandas más peligrosas de la ciudad.
Con el personaje de habitante de calle, el agente consiguió desmantelar una de las bandas más peligrosas de la ciudad.

“Me hacía pasar por habitante de calle, siempre me hacía pasar por desapercibido debido a que nunca di cara en ningún lado, ni sospecha de que era policía. Al principio fue complicado hacer las compras, debido a que no me conocían”.

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Con la vestimenta apropiada, un olor característico y entrado en personaje de habitante en condición de calle, el policía consiguió hacerse pasar por un consumidor del producto que más vendían en el sector, el bazuco, de esta manera y con varias horas de permanencia en la zona consiguió comprar las primeras dosis y conocer a los coloquialmente llamados Gibaros.

De esta manera logró identificar a los primeros cinco pertenecientes del grupo de traficantes, todos eran hombres con edades que oscilaban entre los 25 y 29 años de edad. El alias con el que eran conocidos eran; Reinaldo, Maguiver, Caras, Dolvi y Tigre. Todos cumplían la función de expendedores y con diferentes estrategias consiguieron ocultarse de las autoridades.

Los expendedores, quienes con la fachada de habitantes en condición de calle, con costal al hombro y prendas desgastadas y sucias, se ocultaban de los uniformados, adicional escondían las sustancias psicoactivas en alcantarillas, postes de la luz, contadores de energía y en sus genitales. Debido a que manipulaban una gran cifra de dinero diariamente, ellos eran escoltados por dos personas quienes, al parecer, estaban fuertemente armados por si tenían que reaccionar.

Las dos personas seleccionadas para ejercer la función de guarda espaldas eran: Alias Mechas de 24 años y Alias El Flaco de 21 años. Aparte de cuidar a quienes portaban y comercializaban los estupefacientes, también tenían que cerciorarse de que los pagos se llevaran a cabo.

El reconocimiento de los cinco vendedores, los dos hombres encargados de la seguridad, le permitió al espía dar con el paradero del líder de la peligrosa banda, que en realidad eran dos. Madre e hija eran las encargadas de dar órdenes y coordinar las ventas de alucinógenos en el centro de Bogotá.

Alias La Mona, de 31 años, era la mujer que lideraba el grupo de traficantes en compañía de su progenitora, Alias Claudia, de 45 años, era la encargada de verificar que toda la operación se ejecutará sin ningún problema. Bajo la fachada de vendedoras ambulantes conseguían manejar un bajo perfil y observar que en su territorio todo marchara bien.

Paralelamente a la información conseguida por el infiltrado, la Policía Metropolitana de Bogotá consiguió por medio de cámaras de seguridad del sector y de otros patrulleros las pruebas contundentes que permitió a la Fiscalía General de la Nación dar las órdenes de captura de los involucrados y proceder con las detenciones.

A las localidades de Los Mártires, Puente Aranda, Usme y Santa fe llegaron miembros de la Policía Nacional para efectuar los arrestos de los nueve delincuentes que hacían parte de Los Ferreros. A los apresados se les imputaron los delitos de: tráfico, fabricación y porte de estupefacientes, concierto para delinquir y a dos de los señalados a quienes se les inculpa de homicidio.

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