La Comisión de la Verdad evidenció que las ciudades han sido escenarios de disputa en el conflicto armado

El Informe Final de la Comisión, cuenta el proceso en el que los sectores urbanos han sido el escenario que los grupos armados han buscado controlar y en el que se han reciclado violencias que han migrado del campo

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El Informe Final de la Comisión cuenta el proceso en el que los sectores urbanos han sido el escenario que los grupos armados han buscado controlar y en el que se han reciclado violencias que han migrado del campo.
El Informe Final de la Comisión cuenta el proceso en el que los sectores urbanos han sido el escenario que los grupos armados han buscado controlar y en el que se han reciclado violencias que han migrado del campo.

El pasado 31 de julio, la Comisión de la Verdad presentó ‘Colombia Adentro’, un volumen del Informe Final dedicado a contar en 12 tomos las dinámicas del conflicto armado desde los territorios más afectados por la violencia, en la que se evidencia que el campo, a pesar de ser el principal escenario de la confrontación armada entre los diferentes actores, no fue el único espacio de disputa en el país.

Así lo evidencia el capítulo denominado ‘Dinámicas Urbanas de la Guerra’, en el que se describe la manera en la que el conflicto armado en Colombia aceleró el proceso de urbanización en el país mediante la “colonización popular de las zonas de borde, mal llamadas periféricas, de buena parte de las ciudades”, la cual fue el resultado de los desplazamientos masivos que se presentaban en el campo.

“La persistencia de dinámicas de desigualdad y de segregación socioespacial ha convertido a las ciudades y zonas receptoras en territorios susceptibles del reciclaje de violencias. Durante la primera década del dos mil el desplazamiento forzado intraurbano se registró como un hecho de significativa importancia, el cual, no ha contado con los registros y la atención institucional suficiente”, señala la Comisión en este tomo.

A su vez, la entidad que pertenece al Sistema Integral para la Paz, junto a la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) y la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD), encontró que todos los grupos insurgentes buscaron avanzar hacia las ciudades, en distintos momentos e impulsadas por diferentes factores, con el propósito de tomar el poder, lo que generó un impacto en las dinámicas de las poblaciones urbanas en especial de las más vulnerables que habitaban las periferias.

En ese sentido, se pudo constatar que los grupos armados buscaron la manera de mantener su influencia en organizaciones sociales y de contar con redes de apoyo para tareas logísticas, al tiempo que transitaron a la construcción de estructuras, como las milicias urbanas, que tenían un papel político y militar en las ciudades intermedias y en las grandes capitales.

“Integrantes de diferentes sectores estudiantiles y obreros de las ciudades cumplieron un papel determinante en la creación de algunas guerrillas a mediados de los sesenta, mucho más en la fundación del ELN y el EPL; bastante menos en la constitución de las FARC-EP. Respecto al M-19 –la primera guerrilla urbana de Colombia–, fue el proyecto armado que más apoyo o simpatía tuvo en sectores medios e intelectuales, y el de mayor protagonismo en las ciudades desde mediados de la década de los setenta y hasta mediados de los ochenta, con su modo de operar «insólito» y sus acciones intencionalmente mediáticas”, indicó la Comisión en el informe.

En la década de los noventa se registró un incremento de los secuestros y hostigamientos a los miembros de la Policía nacional, siendo los CAI ubicados en los barrios populares algunos de los principales blancos de las organizaciones armadas, dentro de las cuales la desmovilizada guerrilla de las FARC y el ELN, agrupación armada que inició un proceso de diálogo con el gobierno actual, buscaron ejercer control y consolidar corredores entre las ciudades y el campo.

Los grupos armados ilegales buscaron la conformación de frentes urbanos que perpetraban esporádicos atentados terroristas en las ciudades y mantenían una presencia política organizativa en las ciudades; sin embargo, fueron los grupos paramilitares los que tuvieron mayor presencia en las zonas urbanas a partir de la segunda mitad de los años noventa, en las que se encargaron de combatir a la insurgencia, proteger sus negocios de narcotráfico y otro tipo de comercios y controlar y someter a la población civil.

“Para inicios del siglo XXI aunque la disminución de las guerrillas fue evidente, la avanzada contrainsurgente no trajo consigo el fin del conflicto armado ni de las violencias preexistentes en los territorios. Por el contrario, esta avanzada implicó la institucionalización, la legitimación y el blindaje con visos de impunidad de un modelo de pacificación del territorio nacional, con las ciudades como uno de sus epicentros”, indica el informe ‘Dinámicas Urbanas de la Guerra’.

Con la firma del Acuerdo de Paz se generó un aumento en las “expectativas no solo de disminución de violencia, sino de creación de múltiples aspiraciones sociales y democráticas aplazadas”, lo que consolidó a las ciudades como espacios en los que los reclamos de la ciudadanía han resonado en movilizaciones sociales y en diferentes formas de expresión ciudadana en la que se han sumado diferentes sectores sociales que “avanzan hoy en la construcción de un país colmado de territorios en paz”.

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