María Isabel Urrutia, de los olímpicos a la política: perfil de la nueva ministra del Deporte de Gustavo Petro

La vallecaucana se convirtió en una heroína nacional tras haber ganado una medalla de oro en Sidney 2000. Será la primera mujer al frente de este ministerio

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Maria Isabel Urrutia Ocoro (Foto:
Maria Isabel Urrutia Ocoro (Foto: Twitter@elshowonline)

Este sábado 6 de agosto, a un día de la posesión presidencial de Gustavo Petro, el político de izquierda hizo cuatro anuncios sobre el que será su gabinete ministerial. Uno de los ministerios que designó ni siquiera existía hace cuatro años y ya ha tenido dos encargados. María Isabel Urrutia será la tercera persona a cargo del Ministerio del Deporte de Colombia, la primera mujer y una testigo fiel de las vicisitudes que enfrentan los atletas colombianos.

El presidente electo de Colombia anunció el nombramiento de Urrutia Ocoró a través de su cuenta de Twitter y destacó el papel desempeñado por ella como representante a la Cámara por la circunscripción de negritudes.

“La reconocida deportista María Isabel Urrutia será nuestra Ministra del Deporte. Promovió la profesionalización de los deportistas durante su paso en el Congreso y será una representante del pueblo afrocolombiano en el gabinete”, dijo Petro sobre la expesista.

Se podría decir que Urrutia ha tenido la suerte de los campeones: no solo obtuvo la primera medalla de oro para Colombia en unos Juegos Olímpicos, sino que el levantamiento de pesas para mujeres se incorporó a este evento deportivo justo en Sidney 2000. “Esa medalla era para mí. Me la habían guardado”, declaró al respecto en 2015 para la revista Bocas.

No obstante, el camino hasta esa medalla fue largo y lleno de sacrificios. Esta afrocolombiana nació en marzo de 1965 en Candelaria, un municipio dormitorio de Cali, capital del departamento de Valle del Cauca. Creció en medio de una familia numerosa y su potencial para los deportes fue descubierto por Daniel Balanta, un vecino suyo, cuando ella tenía apenas 13 años.

Debido a su contextura ancha y musculosa, María Isabel Urrutia inició su carrera deportiva como lanzadora de disco y bala. Aunque su madre apoyó su decisión de convertirse en deportista, su padre se opuso por las expectativas que se tenía de las mujeres en aquella época. La falta de dinero y apoyo la hizo caminar por horas para llegar a sus entrenamientos. También perdió empleos por pedir permiso para entrenar o competir.

Pese a la escasez, consiguió títulos nacionales e internacionales. Incluso llegó a los Olímpicos de Seúl en 1988. En la capital coreana conoció al entrenador búlgaro Gantcho Karouskov, que le sugirió dejar el atletismo y pasarse al levantamiento de pesas. Había varios puntos a considerar: a Urrutia le preocupaba volverse demasiado musculosa para lo que se espera de las mujeres y, además, la halterofilia femenina no era un deporte olímpico. De todos modos, Urrutia dio el salto.

Durante los diez años siguientes consiguió tres campeonatos mundiales en esa disciplina y numerosas medallas. Tampoco fue sencillo: como en Colombia la halterofilia no era un deporte consolidado, tuvo que pasar largas temporadas en Europa, casi viviendo en la indigencia —durmiendo en metros y casas de refugiados, por ejemplo—, para poder recibir entrenamiento de calidad.

Los apoyos que sí le daban tampoco servían de mucho: para unos Juegos Nacionales le dieron trusas que no se ajustaban a su cuerpo femenino y tuvo que competir con su propia ropa. Además, cuando iba a viajar a Sidney, el entonces director del Comité Olímpico Colombiano le redujo el apoyo económico a la mitad: no creían que fuera una medalla posible por el debut de la disciplina y porque era una atleta próxima al retiro.

Pese a la ignorancia y apatía demostrada por las autoridades deportivas locales, María Isabel Urrutia llegó a la capital australiana, compitió y arrasó.

Lo demás fue historia. Luego de un retiro abrupto por tomar un suplemento dietario que —sin ella saberlo— contenía una sustancia prohibida, Urrutia se casó, se licenció en Educación Física y Deporte, se hizo entrenadora y su nombre sirvió para bautizar escenarios deportivos.

No obstante, Urrutia no se conformó con ser una heroína de un día: desde cuando ganó la visibilidad de una campeona olímpica, se animó a trabajar en el sector público. Fue elegida para la Cámara de Representantes por la circunscripción especial de las negritudes en las elecciones de 2002, con cerca de 40.968 votos, y reelecta en 2006 con el aval de la Alianza Social Afrocolombiana, con un total de 7.751 votos.

En compañía de otros representantes, promovió el aumento del IVA para financiar los Juegos Bolivarianos de 2005 que se celebraron en Armenia y los XX Juegos Centroamericanos y del Caribe realizados en Cartagena. También fue autora del proyecto de ley que permitía otorgarle una pensión a los deportistas que logren distinciones en competencias internacionales.

Urrutia intentó reelegirse en 2010 pero no logró la curul, del mismo modo en que no pudo hacerse elegir como alcaldesa de Cali en 2011 ni en 2015. En los últimos años se ha dedicado a entrenar a pesistas colombianos, a quienes ayuda para que tengan las oportunidades que ella no. Justamente esa misión tendrá frente a la cartera de los deportes a partir de este domingo, en una escala superior.

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