Los familiares de las víctimas de crímenes cometidos por miembros del batallón La Popa y presentados posteriormente como bajas en combate, también hablaron en el segundo día de audiencia del reconocimiento por ejecuciones extrajudiciales ante la Jurisdicción Especial para la Paz —JEP—. 12 integrantes de esta unidad ubicada en Valledupar narraron las dinámicas con las que cometieron crímenes contra campesinos e indígenas de la zona, así como sus nexos con grupos paramilitares.
En la mañana del martes intervino Eduart Gustavo Álvarez Mejía, excomandante del pelotón Zarpazo y líder de la tropa que cometió un total de nueve ejecuciones extrajudiciales, incluyendo una mujer que aún no ha sido identificada. Durante su confesión, varios familiares de víctimas lo abordaron para exigirle que contara la verdad, entre ellos, la esposa de Uriel Evangelista Arias, presentado como baja en combate.
“Yo quiero que usted declare públicamente, con sus palabras si mató a un guerrillero o mató a un hombre bueno, noble, un papá de un par de huérfanos. Yo quiero que diga con sus propias palabras que no era un guerrillero y que usted lo mandó matar” y en respuesta, Álvarez Mejía aceptó dar la orden de matar al civil que, al momento de ser abordado y desaparecido, no estaba cometiendo delitos.
También confrontaron al exmilitar los familiares de Albeiro Flórez Hernández, asesinado y presentado después como guerrillero. Su hermana, Yesenia, intervino diciendo que su ser querido va a cumplir 20 años de desaparecido, “y si se dan cuenta, mi madre tiene un marcapasos en el corazón por la muerte de él. Con el corazón en la mano les pido a todos ustedes que nos ayuden a encontrar sus restos. No es justo lo que ustedes le hicieron a una familia”.
“Yo necesito saber quién asesinó a mi hijo (...) y siempre han dicho lo mismo, que apareció muerto, pero ¿quién lo mató?, ¿quién dio la orden? No han dicho nada”, expresó en medio del llanto la madre del joven asesinado.
¿Quién dio la orden? El reclamo de las víctimas a los militares
Pedro Loperena, autoridad indígena del pueblo wiwa y comisionado de derechos humanos le preguntó a los 12 exmilitares sentados al otro lado de la sala, “¿cómo piensan ustedes reparar lo irreparable que le han ocasionado al pueblo wiwa y al pueblo kankuamo de una forma integral?” y señaló que no hubo plena satisfacción con las declaraciones de los comparecientes, y posteriormente ubicó al frente de sus puestos una bandera con el mural de “¿quién dio la orden?” que tiene dibujados los rostros de comandantes del Ejército como Mario Montoya Uribe y Nicacio Martínez.
Acto seguido, el líder indígena volvió a su atril y dijo a los comparecientes que, desde el primer día de audiencia esperaba que “ustedes, los militares con ese honor que tienen, nos dijeran quiénes fueron los que dieron la orden, quiénes fueron los autores económicos, intelectuales y políticos, y de eso poco se escuchó”.
Y remató: “Por acción u omisión, el Estado es culpable y eso lo conocen bien los operadores de ley. Eso no lo pueden borrar”.
Elkin Rojas, otro de los comparecientes, declaró que todos los soldados habían sido entrenados para entregar la misma versión sobre los crímenes cometidos contra civiles, y sobre eso, aceptó su error. Posteriormente, dijo que ninguno de los cuatro crímenes era de guerrilleros, y dejó claro que “ninguno era subversivo, me aproveché de sus situaciones y condiciones (...) me los llevé así como si nada, porque no me importaba nada, solamente dar resultados”.
Uno de los familiares de las víctimas cometidas por Rojas levantó la mano para hablar de su intervención, y dijo que “el Estado colombiano tiene el 99.9 % de culpa de esto (...) ¿cómo es posible que a mi hermano le colocaran las botas talla 44 sobre unos zapatos blancos? (...) El Estado tiene toda la culpa y lo sabía desde un principio”.
La dura confesión del sargento (r) Efraín Andrade Perea
El excomandante del batallón La Popa dijo que buscaban liderar el ranking por mayor número de muertos entregados como bajas en combate, y después afirmó que, “si yo hubiera hablado a tiempo, cuando me di cuenta de que mis hombres estaban haciendo actividades ilegales, mostrándole mentiras a mi pueblo, hoy no estaría aquí”.
También dijo que su inteligencia, que era legítima en un principio, fue opacada por otros batallones que cometían ‘falsos positivos’ y eran premiados con dinero o permisos. Por esa razón, acudió a las mismas prácticas al punto de que La Popa fue reconocida como una de las unidades que más bajas presentaban en el país
“No tuve el valor ni la entereza que me enseñó mi mamá”, concluyó Andrade.
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