Han pasado cuatro meses desde que Miller Stiven Falla fue asesinado en un barrio al sur de Bogotá por tres delincuentes de nacionalidad venezolana. Tenía apenas 15 años cuando en la noche del 2 de abril dispararon contra él.
El joven se entrenaba para convertirse en futbolista profesional en el Andino F.C., una franquicia del América de Cali. Se proyectaba como uno de los jugadores de mayor proyección en el fútbol juvenil. Era dueño de una gran habilidad y por su toque y disciplina era considerado como una promesa del deporte nacional.
La noche de su muerte, tres delincuentes, identificados posteriormente como Luis Gustavo Hurtado Vargas, alias Chamo, Giovanny de Jesús Chouzio, alias Putin, y Robert Andrés Gaviria, alias Gato, lo sorprendieron a unas cuantas calles de su casa. Lo abordaron e intentaron robarle su celular y todo lo que llevaba. El joven se levantó la camisa levemente para sacar el teléfono y al pensar que podía ser un arma, los delincuentes le dispararon con sevicia.
No conformes, Hurtado, Chouzio y Gaviria salieron en la búsqueda de su segunda víctima de la jornada. Cuatro horas después, en la misma zona, los delincuentes le arrebataron la vida a un hombre que se resistió a entregarles su celular.
El caso del asesinato de Falla aún no se ha cerrado, y la justicia parece no avanzar. Mientras que alias Chamo y alias Putin confesaron haber participado del crimen; alias Gato se ha negado a colaborar y se sostiene en que él no fue el autor material del homicidio. Ha logrado el aplazamiento del juicio en varias ocasiones, apoyado en su abogado, quien argumenta que su defendido no conoce bien la serie de beneficios que tendría si acepta los cargos por los que se le acusa.
El pasado 18 de julio, la jueza encargada aplazó una vez más la audiencia, y esto solo alimenta el dolor que amigos y familiares del joven sienten. El transcurso de las diligencias judiciales ha sido más que engorroso y aún no pasa nada. Esa parece ser la constante, que no pase nada.
Según ha informado El Tiempo, lo último que dijo Miller, luego del disparo y antes de que lo transportaran hasta la Clínica del Occidente, donde finalmente murió, fue que todo estaba bien, que nada pasaba. Su padre describió el último momento que estuvo con vida: “Empezó a cerrar sus ojitos (...) Murió mirando a una de las amigas que lo acompañaron”. El dolor del padre es más que evidente. “Por qué tan miserables, por qué le tenían que quitar la vida, era solo un niño”.
En su momento, el juez de control de garantías aseguró que los hombres de nacionalidad venezolana, quienes entraron de manera irregular al país, son un peligro para la sociedad, por lo que exponen a la máxima condena de 60 años por el asesinato del futbolista.
Al ser capturados, los implicados se encontraban escondidos en Guasca, Cundinamarca. El material de prueba compilado por la Fiscalía General de la Nación —videos de cámaras de seguridad ubicadas en el cuadrante en donde ocurrieron los hechos— permitieron establecer la procedencia de los imputados. Además, los investigadores destacaron que en el momento de los hechos uno de ellos escapó en bicicleta, y dos más se fueron corriendo.
Cabe destacar que la imputación de cargos corrió por parte de un fiscal de la Seccional Bogotá por los delitos de: homicidio agravado, hurto calificado y agravado, y fabricación, tráfico, porte o tenencia de armas de fuego, accesorios, partes o municiones.
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