Empezar y consolidar las políticas públicas y privadas de cara al cambio climático es una tarea pendiente a trabajar, no solo en los países con grandes industrias, sino en todos los países, incluido Colombia, la cual, con el tiempo, presenta más fenómenos naturales asociados a esta problemática.
En un informe del año pasado (2021) el Banco Mundial resaltó que “en los próximos 10 años el cambio climático empujará a más de 130 millones de personas a la pobreza”.
Además, implicaría que más 200 millones de personas migren dentro de sus territorios como producto del cambio climático y el hundimiento de las zonas costeras, algo que el mismo Banco ha señalado que sucederá a nivel mundial de cara al 2050.
De acuerdo con el mismo documento del Banco de la República, llamado “Impacto macroeconómico del cambio climático en Colombia” evidencia las problemáticas asociados a esta problemática podrían significarle al país pérdidas de PIB a 2100 de entre el 2%, eso siempre y cuando se cumplanj con los Acuerdos del de París, de no ser así el porcentaje que tendría que pagar el país es del 8% del Producto Interno Bruto.
La documentación agrega que se podría dar también una contracción de la economía colombiana por causa de esta problemática asociándolo al deterioro en un lapso largo: “La senda esperada muestra una ampliación del déficit en el escenario de cero emisiones netas en 2050″, dice la data sobre este tema.
También, el documento agrega que: “las finanzas públicas también se verían afectadas debido a una disminución de las rentas petroleras y mayores esfuerzos de gastos frente a los riesgos asociados al cambio climático, con mayor incidencia sobre el déficit fiscal y la deuda del gobierno en un escenario de cero emisiones”.
La misma problemática podría generar inconvenientes en el sector financiero y pérdidas generales de costo para las arcas de la nación, lo que afectaría la estabilidad del sistema económico del país:
“El escenario de políticas actuales traería el mayor impacto adverso sobre los establecimientos de crédito, debido al deterioro de la calidad de riesgo de la cartera”, señala el documento.
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“Fortalecer la investigación, la ciencia y la tecnología, fomentar el desarrollo de programas de formación técnica, tecnológica, profesional y posgradual orientados a transición energética, generando capacidades para asumir las oportunidades laborales que brindará dicha transición”.
“Fortalecer el parque automotor público e incentivar el uso de vehículos eléctricos y las estaciones de recarga”.
“Crear un fondo para la transición energética con recursos de las regalías y aquellos provenientes de la eliminación de algunos beneficios tributarios al sector de los hidrocarburos, la minería de carbón y las hidroeléctricas”.
“Impulsar tecnologías que permitan el desarrollo del potencial de energía eólica y solar. Se priorizará la producción de energía solar en la Guajira, en propiedad mixta con las 17 comunidades wayúu, los trabajadores de la minería del carbón y los municipios productores. Para lograrlo se promoverá un plan ambicioso de techos y granjas solares en las zonas con mayor exposición solar del país”.
“Estimular la implementación de proyectos de hidrógeno a pequeña, mediana y gran escala y de sus respectivos sistemas de transporte y distribución”.
“Fomentar la generación de biogás asociado a proyectos agropecuarios y de aprovechamiento de residuos sólidos”.
“Reducir gradualmente el modelo extractivista para la no dependencia económica del petróleo y del carbón”.
“Se prohibirá la exploración y explotación de yacimientos no convencionales y se detendrán los proyectos piloto de fracking y el desarrollo de yacimientos costa afuera”.
“No se otorgarán nuevas licencias para la exploración de hidrocarburos ni se permitirá la gran minería a cielo abierto”.
“No se construirán más hidroeléctricas de embalse”.
“Impulsar una reforma al actual código de minas y un ajuste institucional en función de la transición energética y la nueva política pública minero-energética, con perspectiva ambiental y social”.
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