En Colombia, en Chile, en Perú, en Argentina, en México, próximamente en Brasil, están llegando al poder movimientos progresistas y populistas de izquierda con una agenda de profunda transformación de la realidad social. Si a esto se le suma que el presidente Biden ha demostrado públicamente su empatía con esos cambios -más no en todos los casos- pareciera que efectivamente están confluyendo las circunstancias para que la agenda de las reivindicaciones sociales de la izquierda tenga su cuarto de hora.
El ascenso de la izquierda sin duda tuvo mucho que ver con la torpeza reaccionaria y la insensibilidad social que desplegaron los gobiernos de derecha mientras controlaron el Estado. Sin embargo, la causa inmediata tuvo que ver con el agudo impacto social de la pandemia en toda la región. La pobreza aumentó de tal manera que se borraron de un plumazo dos décadas de lucha contra la desigualdad; el ascenso de una nueva clase media se hizo polvo con un desempleo que en algunos casos llegó a más del veinte porciento y que en realidad fue de más del 50 % para sectores vulnerables como las mujeres y los jóvenes.
La izquierda llega al poder como resultado de la incapacidad de los gobiernos de proteger a la población en sus necesidades más básicas. El desespero se traslada de las calles a las urnas y se logra el milagro de que el anhelo de cambios profundos se vuelva transversal a toda la sociedad, desbordando los sectores obreros y campesinos y cobijando a una coalición social mucho más amplia. Es ahí, en esa confluencia, en la que triunfa Petro.
Hay gran alborozo en la opinión pública y revive la esperanza de que por fin América Latina tenga al alcance de la mano una verdadera oportunidad de cambio. En la encuesta de medición del clima de opinión #149 de INVAMER, recientemente divulgada, el porcentaje de gente que cree que el país está mejorando se incrementó en catorce puntos porcentuales después de las elecciones. La favorabilidad de Gustavo Petro creció en más de veinte puntos alcanzando el 64%, probablemente el nivel más alto alcanzado durante toda su carrera política.
Pero, desafortunadamente, las mismas circunstancias y la coyuntura que hicieron factible el triunfo de la izquierda ahora se confabulan para hacer que sus iniciativas de transformación y sus programas de cambio se enfrenten a las circunstancias económicas y geopolíticas más desafiantes desde los años treinta. La inflación mundial—que superó el pocas veces visto 9% en EE.UU.—ha llevado a un incremento constante de las tasas de interés que a su vez ha devaluado las monedas de la mayoría de los países emergentes y promovido la fuga de capitales. Numerosos analistas económicos sostienen que la recesión global será inevitable. El corto boom de los precios de los commodities ya empieza a ceder ante la prevista desaceleración de la economía mundial, amenazando con agravar los abultados déficits fiscales y cambiarios, y la ya inmensa deuda externa. No hay si no señales de desaliento y alarma. Y encima, la guerra entre Rusia y Ucrania no parece ayudar en nada.
En este juego de cartas, la historia y el destino le han repartido a la izquierda una muy mala mano, precisamente cuando las expectativas y las ilusiones están disparadas. Vendrán muchas decisiones difíciles. La encrucijada en que se encuentra Gustavo Petro es muy similar a la que hoy tortura a Boric: o administra la adversidad modulando los alcances de su revolución o se dedica a cumplirle a sus seguidores posiblemente a costa de un agravamiento del desempleo, la inflación y la crisis fiscal. Desafortunadamente en política, nunca hay felicidad completa.
*Sandra Borda es Politóloga de la Universidad de los Andes, Magister en Relaciones Internacionales de la Universidad de Chicago y Magister en Ciencia Política de la Universidad de Wisconsin. Es, además, doctora (PhD) en Ciencia Política de la Universidad de Minnesota, y cuenta con un Postdoctorado en Política Exterior en la Universidad de Groningen. Ha trabajado en medios de comunicación como el Canal NTN24, Diario El Mercurio, BBC Londres, Agencia Internacional de Noticias AP, Revista Semana, Periódico El Espectador y Russia Today. Fue miembro de la Misión de Política Exterior.
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