El día a día de los ex guerrilleros de las FARC que han decidido ser guías turísticos en el departamento de Caquetá

Varios de ellos intentan llevar una vida distinta a lo que fue su tiempo como combatientes, pero hay otros que no han conseguido superarlo.

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Foto: Américaeconomia.com
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Frellin Noreña es un exmilitante de las FARC que, al igual que unos 7.000 guerrilleros, se desmovilizó en 2016, después de la firma de los acuerdos de paz, que supuso el cese formal del conflicto con el estado colombiano. Hoy, Noreña trabaja como guía turístico con la compañía ‘Caguán Expeditions’, que ofrece a los turistas un recorrido por los ríos de la zona de Miravalle, en Caquetá, uno de los rincones más remotos de Colombia.

El sitio está decorado con murales de líderes de las Farc sobre un exuberante valle, cuenta con una piscifactoría, un invernadero orgánico y un pequeño museo, además de un proyecto de rafting.

Respaldada por la ONU, la iniciativa de esta compañía tiene como objetivo reintegrar a los ex guerrilleros aprovechando su conocimiento de la región amazónica. “Hemos cambiado nuestros rifles por remos”, ha dicho Noreña en una entrevista con The Economist. “Tendría uno que estar loco para preferir la guerra a la paz”.

Hay ex guerrilleros que se han entrenado tanto en el manejo de remo que incluso han competido en Australia. Otros han mejorado sus habilidades como guías y hasta se han preparado en algunas áreas de la museología. Pero hay algunos que no han sabido cómo vivir su vida después de los acuerdos y, de alguna forma, se han quedado estancados.

Es el caso de los que han decidido trabajar como guardaespaldas de sus excomandantes (alrededor de 300 combatientes desmovilizados de las FARC han sido asesinados desde 2016). Muchos aún veneran a su excomandante, Hernán Darío Velásquez, alias ‘El Paisa’, quien abandonó Miravalle y regresó a la selva con un puñado de hombres en 2018, dejando novias e hijos pequeños. ‘Pese a que ‘El Paisa’ fue presuntamente asesinado en Venezuela en diciembre de 2021, hay muchos que creen que aún está con vida.

Existen varios proyectos en las inmediaciones de los campamentos de reasentamiento de las FARC, en los que los exguerrilleros ofrecen avistamiento de aves, caminatas y abundante cocina de fogata; recorridos por paredes escarpadas de roca que se elevan desde las aguas del río que se ensancha y crece, y paseos por playas, donde familias locales esperan a los visitantes con caña de azúcar y jugo de guayaba.

Jhonni Giraldo, otro desmovilizado, conduce a los turistas a Marquetalia, la población que en 1964 los militares bombardearon hasta dejarla en el olvido; quienes sobrevivieron se dirigieron a los cerros y allí nació la insurgencia de las FARC. Más allá de querer sentir un poco de aquella pesada energía, en el lugar no hay mucho que ver, aparte de los restos oxidados de un helicóptero que fue derribado. Sin embargo, la Ruta Marquetalia, uno de los atractivos organizados para los turistas, está pensado principalmente para los aficionados a la historia.

Empero, este tipo de experiencias aún no llaman del todo la atención de los turistas extranjeros, que de por sí desconocen la carga histórica del sitio. Solo el 10 % de los clientes de Caguán Expeditions hasta ahora han llegado desde otros países. Y pese a ello, las iniciativas les han permitido a varias familias subsistir y mantenerse alejadas de su pasado.

En su informe final del 28 de junio, la Comisión de la Verdad encontró que más de 450.000 personas fueron asesinadas entre 1985 y 2018. Los paramilitares, a menudo vinculados a las élites empresariales y los terratenientes, fueron responsables de casi la mitad de los asesinatos; las FARC y los grupos rebeldes menores, lo fueron de una cuarta parte. Unas 7 millones de personas huyeron de sus hogares.

“En Colombia, el campo está abandonado”, dice Fredy Conde, otro de los desmovilizados de la zona, que transporta queso en mulas para venderlo en el mercado local, cerca de la zona en donde abundan los hostales o casas de paso para los turistas.

Hospedarse con las personas del sitio les ofrece a los turistas la posibilidad de experimentar el día a día de estas comunidades tan alejadas de los ojos del Estado. No existen caminos y los médicos rara vez se aparecen. Si antes de los acuerdos había pobreza, ahora hay más. Era algo que podía suponerse al no haber cobertura por parte del gobierno colombiano.

Parece haber alguna chance luego de que el presidente electo de Colombia, Gustavo Petro, prometiera implementar las recomendaciones de la comisión, incluida la reforma de las fuerzas armadas y la regulación del narcotráfico. Sin embargo, hay bastante recelo al respecto. Las personas de la zona han señalado en repetidas ocasiones que el Estado, hasta ahora, no ha cumplido las promesas.

Y pese a todo, los ex guerrilleros son optimistas respecto al crecimiento de su proyecto turístico. “Que conozcan el río, la naturaleza, que hablen con nosotros (...) somos personas de bien, personas buenas, queremos la paz y creemos que una Colombia diferente es posible”, ha dicho Duberney Moreno, otro de los desmovilizados, y es lo mismo que piensan todos ellos en su zona.

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