Las jurisdicciones eclesiásticas de Colombia se reunieron como parte de la fase diocesana que recoge los testimonios de los miembros de la Iglesia Católica que luego serán expuesto al Papa. En el proceso, entre las conclusiones para los párrocos colombianos, se encontró que deben enfocar sus esfuerzos en la superación de la guerra.
“¡Basta ya de toda guerra!”, fue el llamado que realizó la Conferencia Episcopal e hicieron una invitación: “Caminemos juntos para erradicar cualquier expresión de odio y violencia, que no solo nos empobrecen materialmente, sino que también nos deshumanizan y aniquilan espiritualmente”.
Los miembros de la Iglesia Católica en Colombia señalaron que hay un llamado a gritos del pueblo, especialmente en las zonas más amenazadas por la violencia, donde proliferan los grupos armados al margen de la ley, la ilegalidad, el narcotráfico, que piden “reformas sustanciales que le cierren el camino a toda forma de corrupción”.
Otros de los puntos problemáticos que identificaron fue la educación de los niños y jóvenes, quienes se han visto descontentos con las oportunidades, por lo que urgieron a promover espacios de participación, diálogo y apoyo a los proyectos personales de ese sector de la población.
“Tenemos una responsabilidad histórica frente a la protección de la Amazonía colombiana que está siendo destruida o en proceso de serlo con proyectos que laceran nuestra Casa Común, afectando con ello el presente y el futuro de la nación y del planeta”, señaló la CEC.
En ese sentido, el llamado que hicieron los párrocos nacionales durante este camino sinodal que reconoce la diversidad, es a “construir unidad” entre los diferentes sectores con espacios de diálogo, cooperación “frente a la polarización que tanta división ha generado”.
“Necesitamos un proyecto común que incluya a todos, especialmente a los más desprotegidos, en una cultura del encuentro y la amistad social (Cf. Francisco, Encíclica Fratelli Tutti, 5), que propenda por el respeto y la valoración recíprocas”, sostuvo la autoridad eclesiástica.
Pero ese llamado no será posible, reconocieron, si no hay un compromiso real por la paz y el respeto por la vida. “Necesitamos una nueva apertura al diálogo que debe ser productivo, como instrumento de construcción y de consolidación en pro de una democracia incluyente y participativa”.
Su llamado se centró en que todos los ciudadanos trabajen por el bien común, con una mirada crítica de la historia “con sus heridas aún abiertas y sus cicatrices, de modo que los pasos que demos hacia la reconciliación se cimienten en la verdad, que es el alma de la justicia y nos conduce a la libertad (Cf. Jn 8,32)”.
Su compromiso será continuar anunciando la paz y la vida, como aseguró el presidente de CEC Monseñor Luis José Rueda Aparicio a Vatican News. “Para que pasemos la página de épocas de guerra, de décadas de violencia, consecuencia de un gran flagelo, el narcotráfico, que ha causado mucho luto, dolor muerte”, sostuvo.
Por eso, Monseñor Rueda invitó a buscar el diálogo con todas las minorías y diversidades en todos los ámbitos, y generar una iglesia de puertas abiertas que además sea un signo de cultura del cuidado para evitar cualquier tipo de abuso sexual, se conciencia o poder.
“Debemos hacer de nuestra Iglesia una casa de puertas abiertas, una casa servidora, una casa que acoge, una casa que cuida y acompaña, con entornos protectores”, sostuvo Monseñor. En ese sentido la iglesia se suma a los llamados de la “paz grande” que se ha convocado desde diferentes sectores para buscar un camino de superación del conflicto y de la violencia al interior del país.
Así se estableció la agenda de la iglesia colombiana para los próximos años. Durante la CXIII Asamblea Plenaria del Episcopado Colombiano, también se discutió la búsqueda de apertura de diálogos con el ELN y otros actores ilegales en el país, así como el informe presentado por la Comisión de la Verdad que pidieron a conocerlo y estudiarlo a fondo.
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