David Manzur nació en Neira (Caldas) hace 93 años –los cumplirá en diciembre–, vive en Barichara y todos los días pinta y repinta con, tal vez, ese miedo latente de que, como dijo hace unos años, llegue el día que quede contento con un cuadro, no vuelva a pintar. Lo suyo es, como pasa con los grandes pintores, un enfrentamiento diario, una batalla incansable de la que al final saldrá derrotado, porque la pintura siempre gana.
Su vida artística no comenzó en su natal y rezandera Neira, de la que, de la mano de su madre, partiría con destino a Guinea Ecuatorial y después a España, en donde vio –muy niño eso sí– la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial. Fue allá, en España, en un internado claretiano en donde su imaginación fue siendo conquistada por la pintura española del siglo XVI y XVII con toda su grandilocuencia e imaginería cristiana, que después se fue decantando y ocupando un importante espacio en su pintura.
A finales de los cuarenta regresó a Colombia, a Bogotá, para estudiar en la Escuela de Bellas Artes –que hoy hace parte de la Universidad Nacional–, para después irse a Nueva York y ingresar en la Liga de estudiantes de arte de Nueva York y en el Pratt Institute.
Durante los cincuenta abandonó la figuración –por la que será reconocido décadas después– y, como muchos artistas de mitad de siglo XX abordó el abstraccionismo desde un interés cinético y óptico, pero también matérico, pues en las obras de este periodo la materia, más allá de sus posibilidades poéticas, también se convierte en su derrotero plástico.
Pero pronto regresó a una figuración rotunda y teatral, en la que los personajes en sus pinturas narran una historia de la que Manzur solo deja indicios, pistas, como si de un ejercicio detectivesco se tratara.
El universo de Manzur explotó y sus obsesiones y referencias a los grandes maestros de la pintura de un pasado –que no ha muerto, y no es ni siquiera pasado, como dice Faukner– inundan esos lienzos que evocan puestas en escena de ese teatro mitológico en el que trascurre la vida, una vida filtrada por el óxido que es la misma muerte.
Al respecto, la historiadora y curadora Bélgica Rodríguez, en el texto sobre la exposición que tendrá lugar en la Galería Duque Arango de Medellín, desde el 14 de julio hasta el 15 de septiembre, dice que “son escenas de teatro, donde los personajes narran su propia historia, la de todos los seres humanos, historia vital auténtica que se expresa dentro de un universalismo figurativo en contraposición a un universalismo constructivista. El artista se aleja de lo pintoresco y lo anecdótico, para dejar al descubierto solo lo esencial: una figuración en dimensión universal, sin estridencias expresionistas, pero si plena del vigor de una poética visual recia, en algún recodo melancólica de un presente que se escapa”.
Tiempo, espacio y memoria es una breve exposición antológica que, en 32 obras que abarcan su producción entre 1973 y 2022, explora el trabajo de quien sea hoy, tal vez, el pintor, dibujante y grabador figurativo vivo más importante de Colombia.
Sobre la muestra, Rodríguez explica que “se trata de una selección muy variada que muestra obras de las series de Las Ciudades Oxidadas, Los Caballos, Las Meninas, de instrumentos musicales, naturalezas muertas, unas pinturas muy bellas y de sus más recientes creaciones con personajes femeninos”.
Esta exposición se suma a las que en los últimos años han servido para rendirle un homenaje, en vida, a este pintor, dibujante y grabador que, además de tener varias decenas de exposiciones individuales y otra buena cantidad de premios en su currículo, ha sido reconocido por el Estado colombiano con la Gran Cruz de la Orden de Boyacá por su obra y el impacto que esta ha tenido al posicionar su nombre como uno de los grandes de la pintura colombiana y latinoamericana.
Hoy a sus 92 años, Manzur sigue pintando buscando ese trasfondo de la pintura, pues como decía hace unos años, la pintura “no nace del conocimiento de la técnica, porque eso se puede enseñar, y el arte, como tal, no. El trasfondo, como su nombre lo indica, es lo que hay detrás de cada pincelada. Como una radiografía al pasado, al cúmulo de impresiones, experiencias y emociones. Es la necesidad de expresarse”.
A continuación, se puede consultar el catálogo completo de la exposición:
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