Álvaro Leyva, canciller de la paz

El gobierno entrante necesita mandar señales de calma, estabilidad y confianza de que no habrá alteraciones en las reglas de juego. El trabajo de Leyva en ese aspecto empezó desde el instante en que Petro lanzó el trino en redes

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EXMINISTRO ÁLVARO LEYVA DURÁ Y
EXMINISTRO ÁLVARO LEYVA DURÁ Y AHORA CANCILLER DE COLOMBIA. (FOTOS COLPRENSA-RAÚL PALACIOS).

Ante la ola desbordada de expectativas e incertidumbre, el gobierno electo de Gustavo Petro y Francia Márquez optó por anunciar, sin más dilaciones, el nombre del nuevo ministro de Relaciones Exteriores, Álvaro Leyva Durán. Con una trayectoria extensa como ministro, negociador y constituyente en la Carta del 91, pocas personas en el país tienen semejante recorrido en temas de paz; por eso, el primer mensaje que manda la administración entrante, como el mismo presidente electo lo aclaró en el trino, consiste en rescatar la política exterior como una extensión de la paz. Tanto en los ocho años de gobierno de Álvaro Uribe como en los cuatro de Iván Duque la diplomacia fue instrumento de la política de defensa y seguridad, y en el segundo, el giro hacia una derechización de las relaciones exteriores fue tan inédito como improvisado.

Leyva Durán es de origen conservador, pero se ha distanciado de su partido, en especial, por la aceptación de las causas objetivas de la violencia o la presunción de la existencia de violencia política, dos características presentes en el ADN del progresismo colombiano de los últimos tiempos, mientras que el conservatismo, en general, ha rechazado estas tesis y ha asumido en cambio, especialmente en los últimos años, que no existe conflicto sino amenaza terrorista.

El caso de Leyva, cercano al M-19 en la Constitución del 91, no es único. Varios conservadores han terminado por identificarse con las tesis sociales de la izquierda, como fue el caso de Juan Manuel Ospina o el presidente conservador Belisario Betancourt (1982-1986), que fue el primero en negociar con las guerrillas, asumiendo, de paso, las causas objetivas del conflicto. Conclusión preliminar para entender esta Colombia cambiante:

El conservatismo es mucho más complejo y heterodoxo, y le van surgiendo nuevas interpretaciones a medida que cambia la historia. Válido para casos de conservadores con sensibilidad por el conflicto, como para militantes del progresismo que han abrazado las tesis conservadoras, como Everth Bustamante, Carlos Alonso Lucio o Angelino Garzón.

¿Por qué el primer nombramiento anunciado fue el de relaciones exteriores? Tres razones dan cuenta. Primero, el país ha visto una catarata de especulaciones, como aquellas lanzadas en las redes sociales sobre la devaluación del peso que la adjudican, de mala fe, a una supuesta incertidumbre desde que se conoció el resultado de la elección. En realidad, los medios se han encargado de puntualizar que tal repunte del dólar se debe a las expectativas de recesión en EEUU y a la guerra en Ucrania, que ha afectado a la economía global, así como a la decisión de la Reserva Federal de subir las tasas de interés en los Estados Unidos para hacer frente a la inflación. El gobierno entrante necesita mandar señales de calma, estabilidad y confianza de que no habrá alteraciones en las reglas de juego. El trabajo de Leyva en ese aspecto empezó desde el instante en que Petro lanzó el trino en redes.

Segundo, uno de los temas más urgente es el restablecimiento de las relaciones con Venezuela, solo posible de concretar después del 7 de agosto. Sin embargo, el nuevo gobierno no quiere perder un solo instante, habida cuenta de la difícil situación de seguridad que se está presentando a lo largo de toda la frontera; la crisis humanitaria migratoria y las oportunidades que ha despilfarrado Colombia ante la reactivación económica en Venezuela (crecimiento de la economía por primera vez en 8 años, descenso de la inflación, dolarización de facto e incremento de la producción de petróleo a unos 750 mil barriles al día; llegó a caer por debajo de 400 mil-).

A esto se debe añadir un tema que podría ser fundamental para las autoridades del Pacto Histórico, buscar una interlocución entre el gobierno y la oposición venezolanos, sacando provecho del impulso que Washington le ha dado a esas negociones en Ciudad de México. Para el oficialismo del vecino país es indispensable avanzar, pues, de lo contrario, no habrá la tan anunciada flexibilización de sanciones.

Adicionalmente, el nivel de aislamiento que arrastra Duque es insólito. La decisión de dejar en manos de la jefatura de gabinete la política exterior, contradictoria con el espíritu de la Constitución del 91, y el mantenimiento, a cualquier precio, durante meses de Claudia Blum, al frente de la Cancillería nos pasaron factura. Es urgente corregir y recuperar los espacios diplomáticos que se fueron cerrando.

Desde Julio Cesar Turbay Ayala, que suspendió relaciones con Cuba, Colombia no había tenido un comportamiento tan hostil con La Habana, ni siquiera en los ocho años de Uribe hubo semejantes comportamientos que nos obligaron a desconocer normas vinculantes sobre la facilitación, el acompañamiento y la mediación internacional.

Leyva tiene una fluida interlocución con Cuba y Venezuela, pues fue gestor de los primeros visos de internacionalización de la paz en Colombia, tanto en Caracas como en Tlaxcala, México. Es uno de los autores intelectuales de la estrategia que buscó involucrar actores internacionales para viabilizar los procesos de paz. Por eso, su reto es asimilable al que exitosamente cumplió María Ángela Holguín en La Habana, esta vez con el ELN, y tras las lecciones aprendidas de la negociación con las FARC. Se trata de un desafío de improbables resultados en el corto plazo y que pondrá a prueba la capacidad de construcción de consensos de la administración entrante.

No parece una tarea simple, habida cuenta de las expectativas que ha generado el nuevo gobierno, pero cuenta con la disminución de la polarización en la región, a diferencia de lo que pasa internamente, gracias a la llegada de administraciones centro progresistas (Argentina, México, Chile y Honduras) que han tratado de desideologizar los espacios de concertación regional. Se espera, por tanto, un mayor involucramiento en esquemas que se fueron abandonado, como la Comunidad de Estados Americanos y Caribeños (CELAC), clave en el diálogo regional, que está reviviendo luego de un letargo provocado por la cuasi obsesión de conservadores con el Grupo de Lima para aislar a Venezuela. En septiembre, tendrá lugar una esperada Cumbre de CELAC en Ciudad de México que podría ser la primera aparición regional de Gustavo Petro y su canciller Leyva Durán.

Todo parece indicar que habrá un retorno a la diplomacia por la paz, tan presente en otros gobiernos colombianos pero desvalorizada en el último tiempo.

*Mauricio Jaramillo Jassir es Profesor principal de carrera en la Facultad de Estudios Internacionales, Políticos y Urbanos, Universidad del Rosario. Internacionalista de la Universidad del Rosario (2004), Maestría en Seguridad Internacional de Sciences Po Toulouse (2005) y en Geopolítica de la Universidad París 8 (2009). Doctor en Ciencia Política de la Universidad de Toulouse I (2018). Trabajó como asesor del despacho del Secretario General de UNASUR.

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