En Colombia se tiene la costumbre de decir que las elecciones presidenciales son históricas.
En la reciente contienda electoral, marcada por la propaganda negra y la poca discusión acerca de las propuestas, esa idea cobró relevancia, con las posibilidades reales de que el líder de oposición y candidato presidencial por la alianza de izquierda del Pacto Histórico, Gustavo Petro, alcanzara mayoría en las urnas.
Este domingo 19 de junio se definió el nuevo proyecto político que gobernará al país en los próximos cuatro años, en una jornada en la que se enfrentó el senador progresista, quien fue militante del Movimiento 19 de abril (M-19) y alcalde de Bogotá, con el exmandatario de Bucaramanga y aspirante por el movimiento independiente Liga de Gobernantes Anticorrupción, Rodolfo Hernández, quien se erigió como la gran sorpresa electoral en la primera vuelta presidencial.
El balotaje, que se realizó en medio de una marcada polarización y de fuertes tensiones entre amplios sectores sociales, evidenció un claro golpe en las urnas a la clase política tradicional y el giro de los electores a propuestas que se entienden como alternativas frente al continuismo que encarnó el gobierno de Iván Duque, el cual alcanzó niveles históricos de desaprobación, y a la crisis social, que se exacerbó con la pandemia del covid-19, y que desencadenó el estallido social de 2021.
Un país tradicionalista con “alergia” al cambio
En la historia republicana de Colombia de más de 200 años, ningún proyecto progresista o de izquierda había logrado la mayoría en las urnas, convirtiéndose en uno de los pocos países de América Latina que no había sido gobernado por un líder proveniente de movimientos revolucionarios, populares o socialistas, como el caso de Lula da Silva en Brasil, Evo Morales en Bolivia, Manuel López Obrador en México y, recientemente, Gabriel Boric en Chile.
Durante varias décadas se ha reiterado en la idea que la población colombiana es “muy goda”, término usado en el país para hacer referencia al conservadurismo tradicional, por su profundo vínculo con la religión, su respeto ante las castas de poder, su preferencia por la autoridad y el orden, y su recelo frente al cambio, que se hizo notorio durante buena parte del siglo pasado y en lo corrido del siglo actual.
“Colombia es un país muy tradicionalista, en el que buena parte de las élites han sentido una alergia por el cambio, y con todos los mecanismo de difusión que han tenido a su alcance, contagiaron de esa ‘alergia’ a otros sectores de la sociedad colombiana. Ese rechazo se resume en un dicho muy popular en nuestro país que dice que es mejor malo conocido, que bueno por conocer”, explica para Infobae Colombia el historiador y exconcejal de Bogotá, Juan Carlos Flórez.
El excandidato al Senado, quien presentó recientemente su libro ‘El baile de los que sobran’, en el que aborda el descontento generalizado de los jóvenes en varias partes del mundo frente a sus gobiernos y los rumbos de sus naciones, agrega que existe un rechazo de esas élites frente a las reformas y a las transformaciones sociales por el temor a perder los privilegios que han mantenido históricamente.
“En los grupos de poder existe un miedo inmenso a que el cambio signifique el reparto de lo que ellos tienen. Se quedaron en sus puestos cómodos y al frenar el cambio se imaginan que cualquier transformación va a ser una pesadilla para ellos. El temor fundamental es que el cambio traiga consigo la pérdida de privilegios inmensos. Porque en Colombia la riqueza es escasa. Cuando la gente dice que Colombia es un país muy rico, eso no es cierto”, puntualiza Flórez, quien fue asesor de la Asamblea Nacional Constituyente de 1991.
Las guerrillas y la deslegitimación de la izquierda democrática
Los últimos 60 años en Colombia han estado marcados por la lucha armada entre el Estado colombiano, las guerrillas de extrema izquierda y grupos paramilitares de extrema derecha, que justificaron el uso de la violencia como el mecanismo para lograr lo que consideraban las reformas necesarias o reprimir los cambios que entendían como ilegítimos; en una confrontación que se vio alimentada por el narcotráfico.
Para la analista política y profesora de la Universidad de los Andes, Sandra Borda, el mayor obstáculo de la izquierda en el país fue el conflicto armado, debido a que la mayoría de los movimientos guerrilleros que aparecieron en la segunda mitad del siglo XX fueron de origen izquierdista, razón por la cual “fue fácil” para la clase política deslegitimar a la izquierda democrática vinculándola con los movimientos subversivos.
“Esa fue la forma más expedita de quitarles piso electoral y político. Además, la opinión pública colombiana siempre fue una opinión que se movió mucho en el espectro de la centro derecha, por culpa del mismo conflicto armado. Entre la prioridad de los gobiernos en materia de política pública estaba siempre el tema de la seguridad, necesaria y obligatoria, que ponía a la gente en una opinión muy conservadora y muy difícil para contemplar alternativas de izquierda como alternativas de poder real”, explica a Infobae Colombia la excandidata al Congreso.
Borda añade que otros de los obstáculos que ha tenido que sortear la izquierda son producto de los temores que ha mantenido la población colombiana frente a la incertidumbre que produce un gobierno de esta naturaleza, debido a la falta de experiencia del país con una alternativa de esta índole en el poder, a diferencia de las otras naciones de América Latina que han tenido gobiernos de izquierda y comprenden los espectros en los que se puede mover.
“Al contrario, lo que siempre hemos tenido, y particularmente en nuestro pasado reciente, son unos gobiernos de derecha, como el de Álvaro Uribe, que se han sustentado muchísimo sobre la base que cualquier forma y alternativa de izquierda, inevitablemente, nos van a llevar a convertirnos en Venezuela o a que la economía vaya colapsar de la misma manera en la que lo hizo allá. Creo que en muy buena parte, la derecha de este país, es responsable de ese enorme miedo que produce la posibilidad de tener un gobierno de izquierda y ese temor a lo desconocido”, dice la analista.
Una democracia “excluyente, cerrada y sicarial”
Otras de las razones que señalan los expertos ha sido la falta de garantías para la participación política de estos movimientos y la violencia que han padecido los líderes y colectividades de izquierda que han buscado el poder a través de las urnas, como en el caso del partido de la Unión Patriótica (UP), que fue víctima de un genocidio con más de 5.733 asesinados y desaparecidos, tal como explica el senador electo y subdirector de la Fundación Paz y Reconciliación, Ariel Ávila.
“La democracia Colombiana ha sido una democracia excluyente, cerrada y sicarial. Y la izquierda ha sido asesinada en los últimos años. Como en el caso de Bernardo Jaramillo, Jaime Pardo Leal, José Antequera, Manuel Cepeda Vargas. Fácilmente puedo hacer una lista de 50 o 60 líderes que han sido asesinados a nivel nacional y partidos políticos enteros. El gran problema que ha tenido la izquierda es que las élites colombianas son terriblemente antidemocráticas”, subraya el politólogo a Infobae Colombia.
Sin embargo, el analista político considera que el país está atravesando un proceso de cambio político en el que la izquierda está asumiendo un protagonismo producto de una crisis del “establecimiento y de las democracias liberales”, que fue profundizada por la pandemia; el acceso a la información por parte de la ciudadanía; y un boom demográfico que ha conllevado a transformaciones sociales y políticas.
“Es algo que sucedió en Latinoamérica. El hambre, la miseria y los procesos de exclusión que catalizó la pandemia. Hay una crisis de ese establecimiento viejo que lleva a la gente a decir: ‘no más’. Todo esto consumado con casos de corrupción que llevan a esa imagen del establecimiento”, puntualiza Ávila.
El asomo de la izquierda
Las elecciones legislativas y la primera vuelta presidencial en Colombia parecen evidenciar un viro de los electores por las alternativas de poder que buscan ser capitalizadas por proyectos de cambio, como el que asegura representar el líder de la oposición, Gustavo Petro, y el movimiento de izquierda del Pacto Histórico, que alcanzó una votación histórica en el país.
Para Borda y Ávila este proceso de transformación es producto de los alcances del Acuerdo de Paz, entre el Estado colombiano y la desmovilizada guerrilla de las FARC, que habrían logrado debilitar los argumentos utilizados por el establecimiento como: la promesa del retorno de la seguridad ante los graves problemas de orden público y el vínculo entre las guerrillas y la izquierda democrática.
“Una de las razones por las cuales creo que hay un cambio tan grande después de que se acaba el conflicto armado es justamente porque ese recurso (de la seguridad) se ha hecho mucho menos escaso, lo que permite a la gente ponerle atención a otras necesidades que no son necesariamente la seguridad. Como en el caso de las necesidades básicas como la salud, educación y el trabajo. Por eso tienen la oportunidad de ver a la izquierda como una opción en este momento”, destaca Borda.
No obstante, para el exconcejal de Bogotá Juan Carlos Flórez este proceso de transformación política es anterior al Acuerdo de Paz, como en el caso de las elecciones a la Alcaldía de Bogotá, y es precisamente esa ausencia de paz en algunas regiones del país, como en la Costa Pacífica, y la exclusión de sus poblaciones, las que han permitido que cale el discurso de la izquierda.
“La paz sigue siendo, en más de un tercio de esos municipios de Colombia, una irrealidad. Este discurso ha conectado en casos como el de la Costa Pacífica porque están dos de los grupos que más han padecido la exclusión en Colombia, que han sufrido el racismo: los pueblos indígenas y las comunidades negras colombianas. Ahí hay un elemento, porque la guerra continúa allí”, puntualiza Flórez.
Una posibilidad real
Los expertos resaltaron que la posibilidad real de que modelos alternativos puedan llegar al poder evidencian la “profundización de la democracia” en el país, un síntoma de una democracia saludable y la oportunidad de “dejar atrás al siglo pasado y comenzar a escribir otro capítulo de su historia política”.
“Yo creo que Colombia va a cerrar el siglo XX en esta década, 22 años después de haberlo comenzado. Yo creo en esta elección se pueden cerrar 60 o 70 años de política excluyente en Colombia. Esto es el cierre de un ciclo grandísimo generacional”, concluye el senador electo Ariel Ávila.
Por su parte, la analista Sandra Borda señala que la lógica de una democracia sana se evidencia en la alternancia, y el hecho de que la izquierda tenga posibilidades de llegar al poder demuestran que este indicador es una realidad en el país: “El propósito que se tenía con el proceso de paz que era el de profundizar la democracia y ampliar el espectro político. Se cumplió completamente y yo creo que con eso no podemos estar sino tranquilos”.
Por último, el exconcejal Juan Carlos Flórez indica que hay sociedades que han demostrado que existen otros caminos como Australia, Nueva Zelanda e Israel que han evidenciado que existe la posibilidad de hacer transformaciones sin empobrecer a la población y que no se
“Usted puede ampliar la cantidad de beneficiarios, ampliando la riqueza a través de reducción de los privilegios, aumento de las oportunidades, agrandamiento de las estrechas puertas hacia las oportunidades que es uno de los ejemplos del carácter tan tradicionalista de la sociedad colombiana. Pensar que una sociedad contemporánea se maneja con solo los hijos de un pequeño grupo de personas accediendo a los cargos importantes del poder”, concluye Flórez.
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