Por mandato constitucional la política exterior de Colombia se encaminará hacia la integración latinoamericana. Y este es el punto de partida del presidente electo Gustavo Petro. Su primer itinerario nacional de la agenda internacional se materializará en que la relación de Bogotá con Caracas, La Habana y Managua ya no será un juego de suma cero.
El cerco diplomático a Miraflores fracasó. El presidente saliente Iván Duque dijo que a la dictadura de Venezuela le quedaban muy pocas horas. Pero esas horas pasaron y se convirtieron en días, y los días en semanas, y las semanas en meses, y los meses en años, y así ya contabilizamos tres años y medio de aquella sentencia fallida.
La política de Petro frente a Venezuela será diferente. La frontera se abrirá desde el mismo día de la posesión presidencial -7 de agosto de 2022- para darle paso a una nueva dinámica comercial, y las relaciones consulares y diplomáticas se restablecerán, es decir, Colombia reconocerá al inquilino de Miraflores ignorando a Juan Guaidó y al Grupo de Lima.
Las relaciones con La Habana se dinamizarán con un acuerdo sobre la ejecución de los protocolos humanitarios suscritos por el expresidente Juan Manuel Santos con el ELN, que invalidó Duque ante el infame atentado terrorista realizado por ese grupo en la Escuela de Cadetes de la Policía. Y con Managua la diplomacia se concentrará en crear consensos para cumplir el fallo de la Corte de la Haya sobre los nuevos límites marítimos en el Caribe.
¿Y la política bilateral con el Tío Sam? El presidente Petro tiene en mente una posición más horizontal y equilibrada con Washington, esto es, una mirada revisionista al TLC, a los acuerdos de asistencia técnica, extradición y lucha contra las drogas ilícitas, así como al papel que juega Colombia como socio principal de la Casa Blanca en la región y aliado militar estratégico no OTAN.
En el plano multilateral, la Colombia de la agenda internacional de Petro apostará por una diplomacia biodiversa, de lucha por la vida y contra el cambio climático. Privilegiará las relaciones de cooperación con la CAN, la ONU, la UE y con los países de la cuenca del pacífico y del sudeste asiático. Y por supuesto, como dicen todos los candidatos presidenciales y presidente electos, impulsará el talento humano del servicio exterior de la Cancillería.
Esta agenda internacional del presidente Petro se encuentra consignada en su programa de gobierno, en sus intervenciones políticas y en las entrevistas y debates en medios de comunicación. Su línea programática ha sido única, clara y coherente.
Él sabe adonde quiere llevar a Colombia. Pero los costos de transacción y de oportunidad política que asumirá son altos, especialmente por el entorno regional que lo espera ansioso para cumplir su segundo itinerario como líder de la izquierda en América Latina.
Uno de cada tres gobiernos nacionales en América Latina tiene el sello de la izquierda. Ya hablamos de tres dictaduras que están a cargo de Nicolás Maduro, Miguel Diaz-Canel y Daniel Ortega. Y por lo analizado saldrán bien libradas con el presidente Petro. Pero la otra izquierda, la democrática, está en el poder en México, Honduras, Perú, Bolivia, Chile y Argentina. Y si creemos en las encuestas pronto regresará al poder Lula da Silva en Brasil.
Mal contados, el bloque regional de izquierda en América Latina estará conformado por once mandatarios, quienes necesitan un líder que los aglutine, encauce y represente. Y ese puede ser Gustavo Petro. El escenario donde asumiría la conducción política regional es la Cumbre de la CELAC, que se realizará en diciembre de 2022 en Buenos Aires, Argentina, con un invitado especial, quien ya aceptó la invitación, pero no ha confirmado su asistencia: el presidente de EEUU Joe Biden.
Los colombianos no están familiarizados históricamente con un presidente de izquierda y menos con uno de pretensiones internacionales, lo cual le ocasionará a Petro un desgaste monumental en términos de favorabilidad y gobernabilidad. Sin embargo, el péndulo del poder en el espectro político de América Latina vuelve a la izquierda. Y a una izquierda más democrática.
En conclusión, el presidente Gustavo Petro sabe que tiene que liderar la izquierda regional para poder confirmar sus iniciativas de política exterior, de manera especial para impulsar su diplomacia biodiversa, barajar una nueva agenda bilateral con la Casa Blanca, normalizar las relaciones con Venezuela, Cuba y Nicaragua y para proyectarse como un líder regional de talla global, por encima de lo que en su momento fue el esplendor autoritario de Hugo Chávez y lo que representa hoy día Michelle Bachelet o António Guterres.
*Jairo Libreros es abogado, especialista en política internacional y profesor titular de seguridad y defensa nacional de la Universidad Externado de Colombia
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