Este martes 14 de junio, la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) publicó un estudio que evidencia la manera en la que la minería aurífera que se está llevando a cabo en los resguardos indígenas de la comunidad nasa en el municipio de Santander de Quilichao, departamento del Cauca, está afectando la gobernabilidad de estos territorios y al medio ambiente.
El estudio que fue realizado la por la antropóloga y magíster en Geografía de la UNAL, Catalina Caro Galvis, encontró que para la comunidad nasa, una de las más grandes del suroccidente del país, los cerros son espacios simbólicos y sagrados, en los que los cuerpos vivos y la memoria convergen, no obstante, con la llegada de esta economía extractivista a pequeña y mediana escala se han generado “territorios disidentes”.
“Dicha categoría hace referencia a otras formas de apropiación de los territorios en donde las familias indígenas mineras empezaron a acumular rentas por esta actividad y derechos de propiedad de bienes naturales y del subsuelo, en territorios colectivos que le pertenecen a toda la comunidad”, indicó la antropóloga con relación a la investigación que llevó a cabo en este municipio del Pacífico colombiano.
En ese sentido, afirmó que la minería se ha convertido en un “eje de las tensiones” que corresponden a distintos intereses, dentro de los que se encuentran los de las cuadrillas de minería no formal y de las grandes transnacionales mineras, así como de las familias indígenas que comenzaron a desarrollar esta actividad de manera informal, lo que ha ocasionado un impacto considerable en la comunidad y los ecosistemas.
A su vez, señaló que con la llegada de esta economía extractivista se han empezado a desligar algunas prácticas esenciales para los pueblos originarios como el trabajo en comunidad, al tiempo que dio paso a conflictos internos, “lo que generó un cambio de vocación económica del territorio, quera agrícola y se volvió minero”.
“Las comunidades indígenas y las afrodescendientes denunciaron en su momento los cambios en el agua, lo que propició ejercicios de control ambiental y territorial de las guardias indígenas y también la producción de mandatos y reglamentos ambientales que regularon de cierto modo la explotación minera. La deforestación que se produjo en el cerro por el montaje de socavones artesanales también fue uno de los impactos más significativos de esta actividad”, señaló la investigación de la UNAL.
Por otra parte, la antropóloga Catalina Caro identificó transformaciones culturales evidentes, como el rol de los médicos tradicionales que tienen encargada la protección territorial, quienes son conocidos en el pueblo nasa como the’walas, a la vez, que se estarían presentando problemas de gobernabilidad, debido a que los sectores mineros han tomado puestos de poder e influencia en programas de los cabildos indígenas, lo que estaría generando “fracturas en la comunidad, que desencadenó en conflictos”.
“Es importante decir que estas prácticas no se generaron solo porque los indígenas lo quisieran, sino que hubo un contexto nacional e internacional que hizo que la explotación del oro fuera una actividad atrayente y rentable, y que poblaciones como la indígena encadenaran su fuerza de trabajo en las actividades extractivistas”, concluyó la magíster en Geografía de la UNAL, Catalina Caro.
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