Barú se tiñó de sangre. La paradisiaca isla colombiana fue el escenario de uno de los crímenes que más han conmocionado al mundo: el asesinato de un futuro padre, recién casado y, quizá, uno de los fiscales con más renombre en Latinoamérica: Marcelo Daniel Pecci Albertini, de origen paraguayo.
Entre balas, arena, un candente sol, una viuda que clamaba justicia y sangre: así fue cómo el funcionario judicial del país guaraní perdió la vida en una península de la Costa caribe colombiana. A continuación, la cronología del magnicidio que causó la conmoción de la opinión pública internacional.
El día del homicidio
El martes 10 de mayo, día del suceso, Pecci estaba disfrutando de las playas colombianas junto a su esposa, la periodista Claudia Aguilera, quien minutos antes del crimen le confesó al amor de su vida que serían padres, pues estaba embarazada. Hacia las 10:15 a. m., dos hombres que se movilizaban en una moto acuática fueron en busca del hombre y lo ultimaron con tres tiros, uno de ellos en el cráneo. Claudia le aseguró a la prensa, instantes después, que un guarda del lugar quiso defender a su cónyuge, pero los tiradores también le dispararon. Por fortuna, este salió ileso.
Rápidamente, la noticia le dio la vuelta al mundo y las autoridades colombianas, sumadas al apoyo de la fuerza pública de Paraguay y Estados Unidos, desplegaron un operativo que, horas más tarde, logró la plena identificación de uno de los presuntos asesinos de Marcelo Pecci, quien se desempeñaba como jefe de la Unidad Especializada de Lucha contra el Narcotráfico de la nación paraguaya.
Desde el presidente colombiano Iván Duque, hasta el del país de origen de Pecci, Mario Abdo, así como otros líderes de opinión del continente latinoamericano, rechazaron el desafortunado suceso que apagó con la vida de uno de los servidores públicos con más experiencia en la lucha contra el crimen organizado.
La investigación
Tras una intensa búsqueda por los diferentes rincones de Colombia, así como por las áreas fronterizas del país cafetero, a comienzos de junio se confirmó que los supuestos responsables de fraguar y posteriormente matar a Pecci eran de origen colombiano y venezolano.
De hecho, cinco de ellos fueron a parar a la cárcel luego de que fueron capturados en Medellín, una de las ciudades más importantes de Colombia, en un basto operativo policiaco. De acuerdo con las autoridades, los responsables respondían bajo las identidades de Wender Still Scoth Carrillo (el venezolano implicado), Eiverson Zabaleta Arrieta, María Isabel Londoño, Cristian Camilo Monsalve y Francisco Luis Correa Galeano.
Estos sujetos, de acuerdo con la investigación y material fílmico que reveló la Fiscalía General de Colombia, le venían siguiendo la pista a Pecci desde que arribó al país donde perdió la vida. Es más, venían tras de él desde que había dado el “sí acepto” a su esposa -y madre de su bebé- Claudia Aguilera en Asunción, una urbe uruguaya.
En las imágenes se logra observar que los sicarios hasta alquilaron la moto acuática en el prestigioso hotel cartagenero Decameron en el que cometieron el delito. Según informó el ente acusador colombiano, en la plaza de Mercado La Minorista, en la capital antioqueña, fue donde los citados sujetos se reunieron con Marisol Londoño Bedoya para planear cómo acabar con la vida de Pecci.
De acuerdo con la Fiscalía colombiana, cinco días antes de que mataran a Pecci, los citados delincuentes se reunieron el 5 de mayo en la citada plaza de mercado para planear el atentado. La junta criminal se desarrolló porque habían sido contratados por las cabecillas del Primer Comando Capital (PCC) para acabar con la vida del paraguayo sin levantar sospechas. Los criminales paisanos del fiscal sabían que matarlo en su tierra era difícil debido a lo conocido que era, por eso aprovecharon sus vacaciones matrimoniales para contratar a los citados sicarios para que hicieran el trabajo sucio. Y sí. Lo lograron.
Las versiones oficiales aseguran que los miembros del PCC contactaron a los maleantes colombo-venezolanos mediante mensajeros que pertenecerían al Clan del Golfo. La recompensa por la cabeza de Pecci era de 2 mil millones de pesos colombianos y la promesa de que, una vez cometido el delito, estos saldrían bien librados. Pues no fue así. A menos de un mes de que se cometiera el asesinato, los colombianos se despertaron el pasado 3 de junio con la noticia de que los supuestos asesinos habían quedado a disposición de las autoridades antioqueñas.
Los responsables y cómo fue el delito
El plan fue fríamente calculado y los hoy presos por el delito ya tenían sus roles definidos. Marisol Londoño y su hijo Cristian Monsalve eran los encargados de seguirle la pista a Pecci e informar todos sus movimientos mientras estaba en la isla cartagenera.
Eiverson Zabaleta era el encargado de manejar el vehículo en el que se transportaron para quitarle la vida al funcionario de la nación sudamericana, mientras que Gabriel y Wender Still Scoth y los demás mencionados serían los que empuñarían el arma que traería la estocada final: acabar con la vida de Marcelo Pecci.
Luego de la reunión en la que planearon cómo matarían a la víctima, los involucrados se fueron para diferentes ciudades del país para no levantar sospechas. Llegó el 10 de mayo. Cometieron el crimen y decidieron fugarse para esconderse de las autoridades. Acto seguido, los involucrados escaparon de la playa, devolvieron la moto y el último reporte en suelo cartagenero los ubicaba en la Terminal de Transportes de Cartagena tomando una flota que partió en esa ciudad con rumbo a Medellín.
Esta vez el mal no triunfó y ahora, luego de que las autoridades les siguieron las pistas por cielo, mar y tierra, quedaron aprehendidos por fraguar el vil delito que aún tiene en conmoción a los habitantes del mundo.
Lamentablemente, aunque Marcelo Pecci perdió la vida instantáneamente producto de los tres balazos que recibió en la cara y el cuerpo, tal parece que con las recientes capturas su muerte no quedara impune pues ya están los nombres de los autores del presunto homicidio, que serán imputados por los delitos de homicidio agravado en concurso heterogéneo con fabricación, porte o tenencia de armas de fuego, accesorios, partes o municiones agravado.
Cuatro de los detenidos aceptaron los cargos, uno se declaró inocente y el otro, que aún falta por ser capturado, se presume que huyó a Venezuela para salir bien librado y no responder por el suceso que dejó a un bebé que, aún sin nacer, ya estaba huérfano de padre y empañó la historia de amor de un fiscal y una periodista que arribaron a las playas colombianos para celebrar su fugaz matrimonio que se esfumó por la criminalidad que sigue azotando al globo terráqueo.
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